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EL ÉXITO PRODIGIOSO DEL APOCALIPSIS

El Apocalipsis ha inspirado siempre a los espíritus en las épocas más turbulentas de la historia. Se deseaba ver en él el anuncio de las calamidades que azotaban a aquellos tiempos y descubrir en sus páginas las claves de la historia universal. Se intentaba reconocer bajo la máscara de la fiera a los tiranos de actualidad: en el siglo V, era Atila, rey de los hunos; en el siglo XII, el emperador Federico Barbarroja; en el siglo XVI, para los protestantes era el papado; en el siglo XVIII, los cabecillas de la revolución francesa; en nuestro siglo XX han sido los dictadores como Hitler, Stalin, las ideologías del capitalismo, del comunismo. Los oprimidos de todos los tiempos encuentran alentadora su lectura, ya que este libro suscita en sus ánimos esperanzas de victoria, mientras que los perseguidores se ven abocados a los peores suplicios. Pero ésas no son más que interpretaciones falsas o tendenciosas.

 

Durante largos siglos, el Apocalipsis ha hecho escuela y ha marcado con el ceremonial de sus liturgias y de sus imágenes sublimes y terroríficas el arte cristiano en sus más diversas expresiones. Desde el siglo V, aparece Cristo majestuoso sentado en un trono, rodeado de los 4 vivientes y de los 24 ancianos teniendo en su mano el libro de la vida. En la edad media, las gentes entran en las catedrales por el gran pórtico central en donde se representa el juicio final, presidido por Cristo glorioso, según el Apocalipsis. Bajorrelieves, capiteles, vidrieras, piezas de orfebrería, esmaltes, tapices, libros de horas reproducen a porfía los temas del vidente apocalíptico, mientras que el papel artístico de los evangelios parece mucho más reservado, en comparación con su importancia. La gente intenta representarse el mundo del más allá. Y precisamente, el Apocalipsis habla del infierno y del paraíso, abre la puerta al océano esplendoroso en que se levanta el trono de Dios y al océano de fuego en que se sumergen los condenados. Todos saben qué es lo que pueden esperar para sí mismos y quizás sea aquí donde hemos de buscar una parte del éxito que ha alcanzado este libro en la historia del arte cristiano.