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EL LIBRO DE LOS 7 SELLOS Y EL CORDERO, COMO DEGOLLADO, PERO VIVO

 Entretanto todo este mundo celestial vive un gran momento de pasmo. En manos de aquel que está en el trono hay un libro sellado, es decir un conjunto de pergaminos enrollados en torno a un eje, y que no es posible desenrollar por estar sellados con 7 sellos de cera. 

Bajo esta imagen de "libro sellado" hay que ver la imposibilidad en que se encuentran naturalmente los hombres de comunicarse con Dios. Porque Dios es el otro, muy distinto de los humanos. Entre ellos hay un abismo infranqueable. ¿Quién podrá entonces entregarnos el secreto sobre Dios, sobre lo que él es, dárnoslo a conocer, enseñarnos sus planes sobre el mundo? 

 Se anuncia así la llegada de aquel que es el único capaz de abrir el libro rompiendo los sellos, el único que puede dar a conocer el secreto de Dios. Es el león de Judá. Con este nombre simbólico se designa al vástago del rey David, que era de la tribu de Judá. Se trata del mesías. Pero se anuncia a un león y se presenta un cordero. Aparece lleno de poder: tiene 7 cuernos (cifra de la plenitud e imagen de la fuerza), 7 ojos (signo del conocimiento de todo; no se le escapa nada), y lleva las cicatrices de una herida mortal: lo habían degollado, pero está vivo. Bajo el símbolo del cordero, se nos habla de Cristo. Este símbolo aparece 30 veces en el Apocalipsis; se relaciona con el personaje del "siervo de Dios" del que hablaba el segundo Isaías. Este profeta representaba al "siervo de Dios" con los rasgos de un cordero que va a ser inmolado (53,7). Una forma admirable para el autor del Apocalipsis de designar sin nombrarlo a Jesús el mesías, crucificado y resucitado. Sólo él puede entregar a los hombres el secreto de Dios.  

Y he aquí que el cordero ocupa el trono de Dios y toma el rollo del libro. Resulta difícil imaginarse la escena. Los cuadros que pinta el vidente desafían toda representación visual sobre la realidad. Sólo cabe intentar un esbozo, que siempre resultará impotente y deformante. 

Explota entonces en el cielo un cántico gozoso: "Tú mereces tomar el libro y romper sus sellos, porque fuiste inmolado y por tu muerte rescataste para Dios hombres de toda raza y lengua, pueblo y nación" (5, 9). En el Apocalipsis se repiten sin cesar las liturgias celestiales. Todos los dioses romanos o paganos, todos los emperadores que se dicen "señores" y exigen culto a sus súbditos, no son más que productos de la imaginación o miserables criaturas que necesitan ser salvadas. Solo Jesús es el cordero victorioso, el señor de los señores, el rey de los reyes, como se repite en 17,14. Es la profesión de fe del Apocalipsis.