Entretanto el dragón, la fiera y el falso profeta reúnen también a sus tropas, sublevan a sus reyes ya los poderosos de la tierra y se lanzan al combate contra Dios y sus fieles (16, 12-16). El vidente no describe la lucha, pero indica el resultado. Es en Harmaguedón (es decir en la batalla de Meguido) donde el trío diabólico concentra a sus tropas. Pues bien, desde la victoria de Barac y Débora en tiempos de los jueces, el nombre de Meguido es símbolo de desastre para los enemigos del pueblo de Dios. La fiera y el falso profeta son finalmente vencidos y arrojados al estanque de fuego. El dragón, es decir el diablo o Satanás, es encadenado en el pozo del abismo. Con estas imágenes se quiere decir que su acción se ve impedida; también las fuerzas del bien tienen sus éxitos. Sus tropas están dirigidas por la palabra que decide y corta como una espada, la palabra que sale de la boca del jinete, de Cristo; quizás se refiera también a la frase del evangelio: "Alejaos de mí, malditos".
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