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EL LIBRO PEQUEÑO

 Ya está dicho todo. El libro del Apocalipsis podría terminar aquí. Pero no. El autor vuelve a lanzar una nueva serie de revelaciones que constituyen una variante sobre el mismo tema. En unas visiones más fulgurantes que las anteriores, se dirige a las iglesias enfrentadas con el imperio romano y con los Césares que lo gobiernan. 

Como prólogo viene una visión del "ángel de la soberanía de Dios", que tiene un pie en la tierra y otro en el mar, como para indicar que no hay límites a su poder. Lleva un libro abierto, es decir sin sellar, cuyo mensaje tiene que proclamarse abiertamente. 

Lo mismo que el profeta Ezequiel (2, 8-3, 2), Juan recibe la invitación de comérselo, es decir de empaparse de su contenido, de incorporárselo, de alimentarse de su mensaje para transmitirlo mejor. El mensaje es amargo, doloroso; sufrirá al anunciarlo, ya que se predicen pruebas para las iglesias, pero después de las pruebas, llegará el triunfo, y entonces proclamarlo resultará tan dulce como la miel.