El vidente asiste entonces a una escena de juicio en que los muertos se presentan saliendo de sus tumbas (20,11-15). Se abren unos libros en los que está escrito lo que ha hecho cada uno y se ve otro libro, el libro de la vida, el libro en que Dios escribe el nombre de los que se salvan. Esta imagen del libro de la vida la utilizó ya el evangelista Lucas: "Alegraos, dice Jesús, de que vuestros nombres estén escritos en el cielo" (Lc 10,11). Al repasar su vida como una película bajo la luz de Dios, el hombre puede juzgar si es digno o no de vivir con él para siempre.
Si no lo es, entonces llega para ella "muerte segunda" (20, 14 ). Esta muerte segunda no es un regreso a la nada, sino que significa que todo ser humano que ha sido juzgado indigno de vivir con Dios queda separado de él en la vida futura. No conocerá la felicidad de la vida de amistad con él, simbolizada en el Génesis por la imagen del paraíso y en los evangelios por la imagen de las bodas. La sentencia será entonces la que menciona el evangelio de Mateo (22,13; 25,10-12): "¡Salid fuera! ¡No os conozco!". |