El apocalipsis de Juan se distingue de todos los apocalipsis judíos. Utiliza ciertamente el mismo estilo literario y con frecuencia las mismas imágenes, pero su visión de las cosas es cristiana. En efecto, para el cristiano Cristo ha venido ya. Por su nacimiento en la tierra, por su muerte y su resurrección, ha triunfado de las fuerzas del mal y ha asegurado la victoria de Dios. Esto es una realidad. Satanás se había desencadenado y por medio de sus adeptos había llegado hasta a crucificar a Jesús. Pero Jesús resucitó y está vivo. La victoria es pues un hecho. Resta limpiar los focos de resistencia y ocupar el terreno conquistado. Los discípulos deben dedicarse a esta tarea. Tendrán; sus mártires -el discípulo no puede ser tratado mejor que su maestro-, pero ellos se saben ya victoriosos. Deben trabajar, por tanto, en combatir contra lo que se oponga al reinado de Dios en el mundo y en el corazón de cada hombre. Así es como probarán su fe en Dios y su amor durante su vida terrena. Es preciso que la obra de Dios triunfe: sobre él, sobre su persona y sobre su triunfo está centrado todo, el apocalipsis. Además, el reino de Jesús engloba la salvación de todos los hombres y de toda la creación.
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