Cada una de las iglesias de Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea reciben una advertencia y un estímulo, "Conozco tus obras", les comunica Cristo. Se palpa un conocimiento concreto de la situación. Jesús convida a cada una a hacer su examen de conciencia; y esto vale para todas las iglesias, ya que cada una puede reconocerse fácilmente en cualquiera de ellas. Y esto vale también para hoy: las iglesias se encuentran siempre ante la santidad y el pecado. En algunas de ellas, si es verdad que han perdido la fe, se comprueba un descenso de aquel entusiasmo por Cristo que había demostrado en los tiempos de su fundación. El amor de los comienzos se ha enfriado y dado lugar a una religión rutinaria. Pero la mediocridad es muy peligrosa en tiempos de persecución. Algunos cristianos piensan quizás que el Señor protegerá a sus iglesias, pero el cristianismo no es ninguna seguridad para una vida fácil. En otras iglesias se observan divisiones, cierta admiración por las sectas que intentan un compromiso con el paganismo ambiental. Los cristianos sienten la tentación del materialismo de la sociedad, del dinero, del confort; intentan legitimar una vida frívola, erótica. Estas iglesias caminan hacia la muerte y por su tibieza provocan el vómito (3, 16). Al contrario, algunas iglesias han resistido a las influencias paganas y reciben felicitaciones por ello; se les recompensará en el día del triunfo. Que las demás se levanten de su torpeza, reaviven su fe y vuelvan a su primer amor. Jesús se muestra lleno de comprensión, pero muy firme, ya que sus fieles podrían caer en la segunda muerte, es decir en la separación definitiva de Dios (2,11). Todos aguardan su venida, que se hace esperar. Pero en realidad él está a la puerta de cada uno y llama. Hay que abrirle enseguida; lo único que él desea es vivir en la intimidad de su discípulo (2, 20). |