Entre toda la literatura apocalíptica judía, que es abundante, un escrito aporta una nota evangélica: el apocalipsis de Juan. Los cristianos lo han conservado porque reconocen en él la expresión de su fe. Lo mismo que el judaísmo había sido perseguido bajo el reinado de Antíoco Epífanes el año 615 a. C., y la nación judía dispersada después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. C., la iglesia, a su vez, fue perseguida y abocada a la destrucción por la Roma pagana. Hacia el año 95, bajo el reinado de Domiciano, en la provincia de Asia, con capital en Efeso, estaba en boga el culto a Roma y a su emperador. Las iglesias que se lo negaban eran amenazadas. Invitados a conciliar su religión con la del estado, los cristianos se sentían desamparados. Las fuerzas del mal parecían triunfar y Dios semejaba abandonar a los suyos; ¿o bien era impotente ante esa explosión de las fuerzas enemigas? Algunos llegaron a preguntarse: ¿quién es aquí el verdadero señor, el verdadero hijo de Dios y salvador del mundo, el emperador o Jesucristo? Y entonces un hombre inspirado, un tal Juan de Efeso, que es israelita de origen, o al menos conoce muy bien la literatura apocalíptica de su época, y que goza además de una gran autoridad en estas iglesias de la provincia de Asia, escribe su apocalipsis con el fin pastoral de reconfortar a los cristianos y asegurarles la victoria final por encima de todas las tribulaciones que les afligen. Este Juan de Éfeso no es probablemente uno de los doce apóstoles de Jesús, sino otro Juan. Por otra parte, parece que el apocalipsis no ha sido escrito por el mismo autor que escribió el evangelio de Juan; hay demasiadas diferencias estilísticas, aunque se den convergencias temáticas entre los dos escritos. A decir verdad, en Éfeso florecía todo un núcleo de pensamiento alrededor del apóstol Juan, y este Juan que escribió el apocalipsis era sin duda un discípulo suyo. El libro del Apocalipsis, tal y como ha llegado hasta nosotros, parece ser obra de un redactor que agrupó textos quizá antes independientes, algunos de los cuales podrían datar de la persecución de Nerón, para hacer luego una composición seguida. Habría insertado sucesos vividos por él, colocándolos después de las siete cartas a las iglesias. Esta redacción podría datar del año 95. El autor sitúa sus éxtasis y sus visiones en Patmos, isla rocosa a 50 km. de la costa entre Esmirna y Rodas, donde estaba exiliado por la persecución de Domiciano. |