2.4 - Juan XXIII y la mundialización de la cuestión social
En la Navidad de 1958 el nuevo Papa quiso proseguir la tradición y dirigir a los católicos del mundo el Mensaje Unidad y Paz (3-4). Así resumía la historia de los diecinueve radiomensajes que Pío XII publicó entre 1939 y 1957. Juan XXIII imprimía su sello personal y adelantaba cuál sería su talante al decir: “¿Por qué esta unidad de la Iglesia católica, orientada directamente y por vocación divina a los intereses del orden espiritual, no podría llegar también a la reunificación de las diferentes razas y naciones, atraídas igualmente por propósitos de convivencia social señalados por las leyes de la justicia y de la fraternidad?” (5).
La Paz que a Juan XXIII ocupaba es la que nace de la armonía con Dios, como escribía Maritain en Humanismo Integral; la que surge del respeto a la dignidad humana de la primacía social de la persona humana; la que brota de la verdad y supera el mito de la fuerza, […], que han envenenado la vida asociada de los pueblos; de la justicia que suprime las razones de discordia y de guerra; de la caridad cristiana, del amor al prójimo, y a la propia nación, que no se ha de replegar sobre sí, en una forma de egoísmo cerrado y suspicaz del bien de los demás, sino que ha de ensancharse y expandirse para abrazar, con un espontáneo movimiento hacia la solidaridad, a todos los pueblos y entrelazar con ellos relaciones vitales. Porque sólo así se podrá hablar de convivencia, y no de simple coexistencia. Contra la convivencia había atentado la violación de los derechos y de la dignidad de la persona humana (…); la lesión de la libertad, de la integridad y de la seguridad de las otras Naciones, cualquiera sea su extensión; la sistemática opresión de las peculiaridades culturales y lingüísticas de las minorías nacionales; los cálculos egoístas de quienes tienden a acaparar las fuentes económicas y las materias de uso común, en daño de los otros pueblos; y, de modo particular, la persecución de la religión y de la Iglesia. (Domino Plebem Perfectam, 23-12-1959). Y para edificarla, nada como volver la mirada a los cuatro motores espirituales que animan el Magisterio del Papa Juan XXIII: verdad, justicia, amor y libertad.