Los datos anteriormente expuestos sirven para hacernos una idea de las creencias y prácticas religiosas de la humanidad prehistórica:
a) El simple hecho de enterrar a los muertos sugiere ya ideas como la posición privilegiada del hombre en la naturaleza (se entierra a hombres, no a animales) o la conciencia de la propia muerte (si yo entierro a otros, es probable que piense que algún día me enterrarán a mí).
b) A partir de cierto momento, parece clara la idea de una supervivencia tras la muerte: ¿qué sentido tiene, si no, enterrar al muerto con comida u objetos personales, o cerca del lugar donde se habita?
c) En algún caso, esta creencia se traduce en miedo a los muertos, como prueba el hecho de atar el cadáver o enterrarlo boca abajo (para que no pueda salir de la tumba ni atacar a los vivos).
d) La supervivencia tras la muerte se relaciona con el Sol (de ahí la orientación hacia el Este o el Oeste), el sueño (cabeza colocada sobre una piedra), la sangre (simbolizada por el polvo o tierra rojos), las conchas, etc. Todos estos motivos parecen aludir a la idea de un nuevo nacimiento, reforzado por el hecho mismo del entierro (tierra = madre, enterrar = regresar al útero).
e) Al mismo tiempo, esta idea de que el muerto sigue viviendo debe hacerse compatible con la evidencia física de la descomposición del cadáver, por lo que debe suponerse la existencia de un «doble», espíritu o alma, diferente del cuerpo.
f) El espíritu o fuerza vital se relaciona más con unas partes del cuerpo que con otras: tiene importancia sobre todo la cabeza, a la que se dedica un cuidado especial.
g) Se puede comprobar la realización de prácticas mágicas, consistentes en tratar de producir un efecto mediante la representación de un hecho semejante (así, se cree que clavando una lanza en la imagen de un animal se consigue cazarlo después realmente). Las pinturas rupestres tenían seguramente esta finalidad.
h) Otras prácticas extendidas son el canibalismo ritual (apropiación de la fuerza del muerto mediante la ingestión de su cadáver, especialmente de algunas partes como el cerebro o el corazón) y los sacrificios humanos (cadáveres decapitados). Sin embargo, no sabemos ni sabremos nunca a quienes se ofrecían estos sacrificios (¿dioses, espíritus de los muertos, fuerzas de la naturaleza, animales...?).
i) Algunos hallazgos prueban la presencia de animales (osos) en el culto religioso, pero tampoco sabemos cuál era su función. Aunque se ha interpretado como totemismo (los miembros del clan se sentirían parientes de los osos, descendientes de un antepasado común, y la ceremonia serviría para reforzar la hermandad entre hombres y osos), no se puede afirmar con seguridad.
j) Un aspecto de la vida al que se le concede una especial importancia religiosa es la sexualidad, relacionada con la fertilidad de los campos, la fecundidad de hombres y animales y, en definitiva, con la fuerza vital que se prolonga incluso más allá de la muerte («nuevo nacimiento»).
k) Se puede pensar que la primera divinidad personal de la que hay constancia histórica es la Diosa Madre, identificada desde el Neolítico con la Tierra y representada bajo formas femeninas de rasgos sexuales abultados.