Se realiza a los ocho días del nacimiento y expresa la pertenencia del niño al pueblo de Israel (el pueblo elegido por Dios).
Como ya hemos visto al hablar de los pueblos primitivos, la mutilación significa la muerte del individuo. Además, quien realiza dicha mutilación (cortar el prepucio) es el representante de Dios (el rabino).
A continuación el niño recibe el nombre: llamar a alguien por su nombre es reconocer su existencia. En el acto están presentes, además del padre y el rabino, un padrino y al menos diez judíos adultos que representan a todo el pueblo santo de Dios.
Hay además un asiento vacío (o cubierto con un paño), por medio del cual se hace presente en la ceremonia el profeta Elías. Éste, que fue arrebatado al cielo en un carro de fuego y cuyo regreso se espera, representa a la vez el pasado y el futuro del pueblo de Israel.
El significado está claro: Dios, por medio del rabino, ha matado al hombre «gentil» (no creyente) y ha hecho nacer un miembro de su pueblo santo.