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PERO NO HAY RELIGIÓN SIN UNA MORAL

Hablamos aquí de las religiones en general y no tenemos en mente ninguna religión en concreto. Más adelante lo haremos en relación con la religión cristiana.

Sabemos que las religiones proponen a sus fieles determinadas obligaciones y que las obligaciones morales son parte ineludible que todo creyente se siente obligado a cumplir. No hay necesidad de insistir en que las obligaciones morales de una religión están íntimamente ligadas a la propia fe religiosa que se profesa.

En toda religión hay siempre un principio superior al hombre -podemos llamarlo Trascendencia, Absoluto, los dioses, Dios-, que es quien rige el mundo y la vida humana y legisla lo que el hombre ha de hacer para conseguir la meta de su existencia a la que es llamado. Un cuadro así nos hace ver cómo las obligaciones morales descansan en tal principio. 

Nos interesa ahora conocer la forma en que las diferentes religiones organizan lo moral, pues cada una tiene una forma propia de hacerlo. Un recorrido pormenorizado sería imposible, por ello nos fijaremos en tres bloques o conjuntos de religiones que se pueden aproximar por tener una estructura similar. 

Primer tipo: Es una forma de ver la moral característica de algunas religiones. Lo bueno y lo malo, el bien y el mal, no dependen de la voluntad de Dios o de los dioses, sino que los antecede, estando los mismos dioses sujetos a ello.

La religión de los antiguos persas  concibe el mundo como el resultado de la lucha primordial entre los dos principios opuestos, bien y mal, y esta lucha continúa en el mundo de los hombres. La vida moral del persa creyente era así concebida como parte de “la lucha originaria que sigue en el presente y los hombres, a través de sus actos buenos o malos, participan de ella”. Lo que viene a decir que el comportamiento moral de cada uno entra a formar parte de ese orden cósmico que tiene que terminar por imponerse. El final está garantizado de antemano: triunfará el bien y el orden cósmico quedará restaurado. Ahrimán, el dios de la oscuridad, del mal y de la muerte, será vencido, y triunfará Ormud, el dios del bien, de la luz y de la vida.

Vemos en esta visión de la moral cómo el comportamiento ético del hombre se inscribe y forma parte de una visión cósmica del universo que, sin duda alguna, tiene su belleza y grandiosidad. 

Segundo tipo: Es el de aquellas morales de inspiración religiosa en las que el orden moral depende directamente de la voluntad de Dios. Lo justo, lo bueno, lo recto, lo son así porque Dios lo ha dispuesto de esa manera. No hay un orden moral superior a Dios. En estas religiones la voluntad divina se concreta en preceptos que señalan al hombre lo que debe hacer y lo que ha de evitar. Es el cumplimiento de tales normas lo que hace que el hombre sea justo y, al mismo tiempo, sea un hombre religiosamente bueno, por mantenerse en una relación buena con Dios. 

En estas religiones Dios aparece como un ser personal, es decir, Dios no es un poder sin nombre o una fuerza cósmica, sino un ser personal bondadoso que se relaciona con el hombre y le da a conocer su voluntad. Reconocerlo, creer en él, cumplir su voluntad, será la respuesta que el hombre ha de dar a ese Dios. La religión de Israel se sitúa dentro de este grupo naturalmente también el cristianismo. La religión islámica posee la misma estructura. 

Tercer grupo: Se trata de religiones llamadas místicas en las que el creyente aspira a su identificación con el absoluto y a su pérdida en él. Hinduismo y budismo son las religiones más características de este grupo. Nos fijamos en el budismo.

La cuestión fundamental que se plantea en el budismo es la misma que en el hinduismo antiguo: cómo escapar de la miseria e infelicidad humanas que son precisamente las que originan el ciclo largo y penoso de las reencarnaciones. Buda en el discurso de Benarés, propuso el óctuple sendero en el que se mezclan principios éticos y técnicas de meditación que son los que pueden llevar al hombre al estado de perfección y llegar "a la paz, a la sabiduría, al despertar, al nirvana".

El sendero contiene una moral severa, exige una rectitud a toda prueba, aunque nunca llega a extremismos: "Hay que evitar -advertía Buda- dos extremos: ...entregarse a los placeres, lo que es bajo, degradante, terrestre, innoble y sin provecho, y abandonarse a las mortificaciones, que es penoso, innoble y sin provecho."

Al seguidor del budismo se le prohíbe matar cualquier vida, robar, una conducta sexual desordenada, mentir y tomar bebidas embriagantes. Además de estos preceptos de tipo personal, el budismo acentúa también los aspectos  sociales del comportamiento: obligatoriedad natural de la práctica de la caridad, la hospitalidad, el amor a todo ser viviente. "Uno no debe devolver mal por mal, sino bien por mal", reza un axioma budista que nos parece muy próximo a la moral evangélica. Otra máxima budista dice así: "Abstenerse del pecado, hacer buenas obras, purificar la propia mente, esta es la enseñanza budista."

La conclusión a la que llegamos es clara: toda religión tiene un componente moral, es decir, la dimensión moral del ser humano queda siempre afectada por la fe religiosa del creyente. El hombre religioso encuentra en la Trascendencia, en Dios, el punto de referencia último de la obligación moral.