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EL CRISTIANISMO PROPONE UN MODELO DE PERSONA: JESÚS

Por modelo entendemos aquí un tipo de hombre, es decir, el ideal de hombre al que uno pretende asimilarse. Uno de los problemas con que se enfrenta hoy la pedagogía de todos los países libres es precisamente el dar con un modelo de hombre que valga para el futuro. Se piensa acertadamente que hay que saber a dónde se quiere llegar en el proceso educativo, pues el joven que hoy es un estudiante dentro de unos cuantos años será el adulto y todos estamos comprometidos en crear un mundo mejor.

Los modelos de hombre que se proponen son muchos. Tenemos, de un lado, el modelo de hombre derivado del marxismo, más o menos identificable con el hombre descrito por Marx. Por otro lado Sartre,  propone el hombre radicalmente libre que se define a sí mismo y se traza su propio proyecto de hombre. Otras ideologías y filosofías presentan otros modelos. 

Al estudiar el personaje de Jesús de Nazaret, se puede distinguir teóricamente entre su menaje y su actuación, pero se constata la coherencia entre sus palabras, sus gestos y sus comportamientos. 

Esta coherencia de Jesús encerraba un significado más profundo todavía, vistas las cosas desde el punto de vista que ahora estudiamos. Si Jesús, según lo ve la fe cristiana, transmitió realmente un mensaje de parte de Dios y si vivió de acuerdo plenamente con ese mensaje, se deduce que en Jesús Dios nos ha puesto delante de los ojos un modelo que seguir. En otras palabras, el modelo de hombre que Dios quiere que sea el ser humano.

La expresión seguir a Jesús se hizo clásica en el cristianismo primitivo: lo siguieron los discípulos más allegados a él por los campos de Palestina, lo siguieron también, después de que Jesús se hubo ido, aquellos que creyeron en las palabras de los apóstoles que anunciaban que el crucificado había resucitado, lo siguieron los millones de cristianos que a lo largo de los siglos han creído en Jesús y lo siguen hoy por todo el mundo quien confiesa que Jesús vive.

Seguir, por lo tanto, a Jesús encierra la idea de aproximarse al modelo, de hacer propios un modo de ver la vida, una manera de relacionarse con Dios y con los demás hombres, elegir la libertad para el bien, en una palabra, aproximarse al modelo de hombre que se dibuja en la vida de Jesús de Nazaret.

Aquí se plantea un problema: consiste en saber traducir lo que fue la actuación de Jesús, siglo primero en Palestina, a lo que es la vida actual, siglo vigésimo primero, Europa occidental. El problema no es de fácil solución, pero todo cristiano sabe que se dan unas pautas de conducta en Jesús que tienen necesidad de ser asumidas y traducidas a la realidad de hoy.

Una traducción de este género requiere dos cosas fundamentales: fidelidad a los datos originarios que reflejan el espíritu que animó a Jesús en la pequeña comunidad que se formó en torno a él y libertad creadora para hacerlo presente en las condiciones de vida que se tienen delante.

El cristiano, por otra parte, tiene la convicción de que el Espíritu de Jesús -el Espíritu de Dios- anida en su corazón y le conduce a la vida, manifestándose a través de su conciencia que le señala el camino y le da la energía interior para realizarlo.