Hacia la culminación
“Si un grano de trigo no cae en la tierra y muere, seguirá siendo un solo grano; pero si muere, dará fruto abundante” (Jn 12,24).
Jesús carga con la cruz. Desde el pretorio sigue las calles estrechas y tortuosas de Jerusalén hasta el Gólgota (lugar de la calavera, Calvario en latín). Es preciso que la gente lo vea para que sirva de ejemplo. El Gólgota está situado en una colina extramuros, es un lugar de suplicio y de enterramientos. En el camino, Simón de Cirene es requerido para ayudar a Jesús a llevar la cruz. Al llegar al Calvario, el condenado es despojado de sus vestiduras (una última humillación) y crucificado entre los gritos, los sarcasmos y las provocaciones de la gente. Al pie de la cruz está su madre (la madre dolorosa) y Juan, silenciosos y aterrorizados. Jesús dice a su madre: “Mujer, he ahí a tu hijo” y a Juan: “He ahí a tu madre” (Jn 19,26-27). Antes de morir lanza este grito: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46; Mc 15,34). Después: “Todo está consumado” (Jn 19,30) (Es decir: las Escrituras se han cumplido). E inclinando la cabeza, expiró. Un centurión que presencia la escena acaba diciendo: “En verdad este hombre era el hijo de Dios” (Mc 15,39).