JESÚS

 

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La situación religiosa y política

Un país dividido

Encontramos numerosos grupos religiosos contrapuestos. Los doctores de la Ley, los escribas y los sacerdotes dirigen el Templo de Jerusalén, verdadero centro religioso, económico y político y único lugar sagrado del pueblo de Israel. Es también la sede del sanedrín, suprema corte de justicia. Allí dominan los saduceos, quienes constituyen una auténtica casta, enriquecida por los ingresos del templo. Los escribas y los sacerdotes se encuadran en el bando de los fariseos, puristas e intransigentes, instruidos en el conocimiento de la Torá (la Ley de Moisés contenida en el Pentateuco). Los esenios, en ruptura con la religión oficial del templo, viven en comunidad en el trabajo, la oración y la purificación permanente en Qumrám, en el desierto de Judea. Predicadores o profetas “apocalípticos” como Juan el Bautista, recorren el país, predicando la penitencia y la purificación. Las sinagogas, donde los textos sagrados son leídos y comentados en hebreo por los laicos se extienden por todo el país. Es ahí donde Jesús adquiere un gran conocimiento de las Escrituras. “…El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él” (Lc 2,40)

Un país ocupado por los paganos

Un país ocupado por Roma, gobernado por Herodes el Grande mientras que Jerusalén es administrada directamente por los romanos. En el año 6, el emperador Augusto declara Judea como provincia romana. Galilea conoce una revuelta liderada por Judas el Galileo y el fariseo Saddoq. El yugo romano cada vez se hace más pesado y en este contexto, se exacerba la esperanza del pueblo judío en la llegada de un Mesías. Para los fariseos, la salvación sólo puede venir de la vuelta a la práctica de las Escrituras y la estricta observancia de la Ley de Moisés. Otros, como Juan el Bautista, anuncian un próximo fin del mundo: hay que prepararse para la llegada de los nuevos tiempos…

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