¿Te has preguntado alguna vez por qué, desde que existe el hombre, en cualquier grupo humano que estudiemos, de cualquier época o continente, nos encontramos inevitablemente con la religión? ¿Por qué todos los intentos que se han hecho para acabar con la religión (y ha habido muchos) han terminado siempre en el más estruendoso de los fracasos?
Los creyentes responderán siempre que su religión cuenta con el apoyo divino, por lo que nunca desaparecerá. Pero no se trata de esta o aquella religión, sino de la religión como tal.
Lo más lógico es pensar que la religión sobrevive porque cumple unas funciones. O, dicho de otra manera, porque los hombres necesitamos algo que la religión proporciona y tal vez no encontremos en otro sitio (por lo menos la mayoría).
Esto es lo que se llama el sentido de la existencia, y abarca las respuestas a esas preguntas que, entre todos los seres que pueblan el planeta, sólo podemos hacernos los hombres, y además no podemos dejar de hacérnoslas: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?, ¿para qué vivimos?