BAUTISMO
Cuando los padres esperan un hijo, desean lo mejor para él. Cuando nace, le dan todo lo que necesita: alimento, ropa, amor... Si los padres son cristianos y viven en una comunidad cristiana, desean que su hijo también participe de su fe. De esta manera, muchos padres acercan a sus hijos al bautismo. Jesús fue bautizado por Juan Bautista en el Jordán; también pidió a sus discípulos que bautizaran a todos los que creyeran en Él. Así pues, cuando una persona se bautiza, entra a formar parte de la Iglesia y se convierte en hijo de Dios. Se puede recibir el bautismo de pequeño o cuando la persona entra en la madurez y decide su vida desde la fe. Cuando unos padres deciden bautizar a su hijo recién nacido, significa que deciden educarlo en la fe cristiana. El papel de los padres en el bautismo es muy importante, porque el niño o la niña es bautizado desde la fe de los padres. Los padrinos acompañan a los padres en la responsabilidad de la educación cristiana del bautizado/a. El ministro ordinario del bautismo es el obispo, el sacerdote o el diácono. El momento más importante del rito del bautismo es cuando el ministro echa agua sobre la cabeza del niño diciendo estas palabras: «yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». Antes de esto, se hace la profesión de fe, en la cual toda la comunidad reunida: manifiesta su fe; después se hace la unción con el crisma. El agua (que da vida y limpia las impurezas) y el aceite (que tiene el significado de la fuerza de Dios en la lucha del cristiano contra el mal y el pecado) son los signos más importantes del bautismo. Por el bautismo, la persona nace a la fe, renace interiormente del agua y del Espíritu, se purifica de sus pecados y se convierte en hijo de Dios y en miembro de la Iglesia. |