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JULIÁN HERRERAS, "Cántico del camino"

Gracias, Señor, por permitirnos

Escuchar la canción del camino.

Una canción que el viento lleva:

la canción de las huellas

y los pies descalzos,

la canción de las hierbas sencillas.

Sentir que no estamos orillados.

Tu nombre Señor, susurraba

aquel camino

y el mío resonaba.

Gritaba en la noche de camino

tu nombre

y el eco de mi voz me respondía.

¡Buscaba… aún desorientado!

 

Yo era el camino

y el camino me llevaba.

Yo era el camino

y sobre mí mismo caminaba…

Abandonados al camino y al viaje

Borradas las orillas,

destruidos ya los horizontes…

 

En el camino, por el camino

Transformados.

En el camino, por el camino

a la búsqueda de nuevos horizontes

al encuentro de otros nombres,

de otros hombres.

En el camino, por el camino

vagabundos de Dios

y transeúntes…

En el camino, por el camino

Volvemos al amor rebosante.

Bendito este camino

que ayuda a reencontrarnos

con el polvo que fuimos, que somos,

que seremos;

que se alimenta del polvo

donde todos nos hallamos,

presencia inextinguible de una carne

que todos habitamos.

Por eso el camino nos ata

y nos subyuga.

Camino, compañero,

conoces nuestros pasos

pero nosotros avanzamos

buscando tu último secreto:

llegar al centro.

 

Avanza, compañero,

el camino es eterno.

 

En tu piel dejamos huellas infinitas

que nos sobrepasan.

Caminando y cantando

canciones de romeros

que el viento se lleva

y el tiempo guarda en sus graneros.

Vamos por un camino largo

Que en cada pisada nos crea.

Hermano Camino:

¡Encuéntrame!

¡Muéstrame el sentido!

¡Imprégname de tu polvo

enamorado!

 

¡Vamos, toma el camino, compañero!

¡Y avanza!

¡Y avancemos!

En Cánticos elementales, Editorial CCS, Madrid 1994, 31-34