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El reino de Dios, utopía de la paz

Al lado de la justicia, y sin que pueda separarse de ella, los profetas del Antiguo Testamento han soñado con un mundo en el que reine la paz. El pueblo de Israel, asolado por tantas guerras, víctima sucesiva de la violencia de los poderosos, cautivo de Egipto, Asiria y Babilonia, dominado por los imperios de Persia, de Grecia y de Roma, suspiraba por una época pacífica, en la que cada uno pudiera sentarse tranquilo a la sombra de su parra y de su higuera.

Los profetas han imaginado el mundo como un retorno al paraíso, donde ni siquiera los animales más feroces se harían la guerra. El lobo y el cordero pacerían juntos, el león y el buey comerían en el mismo montón de paja (Is 11,1-9). Las espadas se convertirán en rejas para el arado y del hierro de las lanzas se harán hoces y podaderas (Is 2,2-5). Es un modo poético de anunciar la gran reconciliación que pretende hacer Dios: entre Él y los hombres, y entre unos hombres y otros.