JESÚS

 

« Anterior | Siguiente »

 

Jerusalén, la "asesina de los profetas"

He venido a encender un fuego en la tierra” (Lc 12,49), es decir, incordiar, interpelar y regenerar por el soplo divino. Esta afirmación adquiere todo su sentido cuando Jesús decide “subir” a Jerusalén. Miles de peregrinos llegan a Jerusalén en las distintas fiestas y peregrinaciones. BORRIQUITA En la fiesta de los Ramos Jesús entra en Jerusalén, montado en un asno, escoltado por una gran multitud que lleva palmas y le aclaman como rey. Como dice la Escritura (Zac 9,9): “Dile a la hija de Sión; he aquí que tu rey viene a ti, justo y victorioso, humilde, montado en un pollino, una cría de asno”.  Cuando las autoridades intentan hacer callar a sus partidarios, Jesús les replica: “Si ellos callan, clamarán las piedras”  (Lc 19,40). Jesús pasa a la acción: el Templo es el lugar de los sacrificios, del cobro de los impuestos, del comercio de toda clase. Armado con un látigo vuelca las mesas de los cambistas, arremete contra los mercaderes y los animales condenados al sacrificio: “Sacad todo esto de aquí, no hagáis un mercado de la casa de mi padre” (Jn 2,16). El poder religioso y financiero de los sacerdotes es así claramente criticado. Jesús quiere significar que el Templo, el de verdad, es él y su evangelio y no ese edificio del que anuncia su destrucción como anuncia la ruina de Jerusalén. Jesús y los suyos se saben en peligro, condenados.

EXPULSIÓN DE LOS MERCADERES DEL TEMPO (EL GRECO)

« Anterior | Siguiente »