JESÚS Y LOS MARGINADOS:

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Los pecadores

La primera categoría de marginados en la sociedad judía contemporánea de Jesús la forman los pecadores. ¿Quiénes podían considerarse como tales? Desde luego todos aquellos que quebrantaban la Ley de Moisés de manera grave y notoria. En esta condición estaban las rameras, los adúlteros, los ladrones y los bandidos.

Además de estos pecadores por transgresión hay otros que lo son por razón de su oficio. Según la opinión de los judíos algunos profesionales faltaban a la justicia en el ejercicio de su quehacer. Así estaban calificados los pastores, porque era inevitable que entraran con sus ovejas a pastar en campos ajenos. Lo mismo hay que decir de los publicanos, que eran los encargados de recaudar la contribución para Roma. Contrataban una cantidad global con el gobernador romano y des­pués hacían la recaudación por su cuenta.

pastor

Ya sabían ellos lo que tenían que hacer para no perder nada y ganar mucho: abusar de su cargo. En efecto, en ocasiones hacían pagar a los contribuyentes más cantidad de dinero de la que exigía el impuesto, con lo cual se hacían muy ricos. Los judíos despreciaban y aborrecían a los publicanos y les recortaban sus derechos civiles; por ejemplo, no podían ser ni jueces ni testigos. Y obraban así no sólo por el odio que les inspiraba su complicidad con los romanos, sino por considerarlos hombres injustos y ladrones.

JESUS Y LOS PECADORES¿Cuál fue la postura de Jesús con los pecadores? En primer lugar tiene para ellos palabras de aliento y esperanza: "no he venido a buscar a los justos, sino a los pecadores"; "tus pecados quedan perdonados". Y al buscar un símbolo para retratarse, y a la vez dibujar el rostro de Dios, se fija en el pastor que carga con gozo sobre sus hombros a la oveja descarriada; o se asemeja al padre misericordioso, que abre su corazón y su casa al hijo pródigo y libertino. Con razón llamaban a Jesús "amigo de publicanos y pecadores".

Además, el evangelio nos habla del gesto acogedor, que comprende y perdona, hasta defender a una mujer pública en contra de la opinión del fariseo Simón. En lugar de condenar, como implícitamente le pedían los judíos más puritanos, salva y rehabilita a la mujer adúltera. Pone también como modelo de oración la súplica contrita de un publicano. Y se aloja en casa de Zaqueo y come a su mesa; ese detalle puede parecer trivial a una mentalidad occidental, pero entre los orientales era signo de la mayor amistad. Por último, destacamos que elige a uno de ellos (Mateo – Leví) como apóstol.

Esta opción de Jesús en favor de los pecadores llama la atención y es muy significativa. La sociedad israelita estaba montada teocráticamente; era un pueblo religioso, elegido por Dios, llamado a ser santo. La palabra pecador no designaba sólo la dimensión espiritual del hombre, sino que era también una calificación so­cial: los pecadores estaban mal vistos, no tenían sitio en aquella sociedad, ocupaban los estratos más bajos, estaban marginados y excluidos de la misma. Por eso la postura de Jesús, poniéndose cerca de los pecadores, resultaba chocante y hasta escandalosa.

¿Qué dirían los judíos fervorosos, los que se creían perfectos, cuando oyeran proclamar a Jesús que "los publicanos y las rameras irían delante de ellos en el reino de Dios"?

FARISEOS Y SADUCEOS

 

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