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ORDEN SACERDOTAL

Es el sacramento que se confiere a los obispos, sacerdotes y diáconos. No ha sido instituido para mandar o para tener poder, sino para servir a la comunidad. Los obispos, sacerdotes y diáconos tienen una importante tarea dentro de la Iglesia: servir a los demás ofreciéndose como colaboradores de Jesús en la predicación de la Palabra, haciendo los gestos de Jesús, alimen­tando la fe de los fieles y haciendo crecer el número de los creyentes. 

Jesús escogió directamente a los apóstoles. Después continuó la elección a través de estos apóstoles. Éstos, por mandato del Espíritu Santo, escogieron diferentes colaboradores para que les ayudasen en las tareas de su ministe­rio. Entre estos colaboradores se encuentran los siete diáconos y numerosos presbíteros (sacerdotes) de los que habla el Nuevo Testamento. Recibieron el encargo de continuar la obra de los apóstoles cuando éstos murieron. Así pues, muy pronto surgieron en la Iglesia, no solo los obispos -sucesores de los apóstoles-, sino también los colaboradores de estos obispos: los presbíte­ros y los diáconos. 

A través de los sacerdotes, el mismo Jesús sigue reuniendo a la comuni­dad de creyentes. Cuando el sacerdote consagra el pan y el vino, perdona los pecados, bautiza... prolonga en el tiempo la misma acción que un día realizó Jesús. El sacerdote no actúa en nombre propio, sino en el de Jesús. Incluso aunque la vida del sacerdote no sea fiel, Jesús sigue actuando a través de él. 

orden

El gesto común para la consagración de obispos, sacerdotes y diáconos, es el mismo: la imposición de las manos. La fórmula (texto) que se pronuncia es diferente en cada una de las órdenes sagradas. Hay también gestos diferen­tes en cada uno de los tres ritos. 

El obispo es consagrado por otro obispo, que debe estar acompañado, como mínimo, por otros dos obispos consagrantes. Los obispos asistentes extienden la mano sobre el elegido mientras dicen: “Infunde ahora sobre este siervo tuyo que has escogido la fuerza que proviene de ti, el Espíritu de soberanía que diste a tu Hijo Jesucristo...”. El obispo consagrante le unge la cabeza, le da el libro de los evangelios, le pone el anillo, le impone la mitra y le da el báculo. 

El sacerdote es consagrado por un obispo. El momento central de la ordenación es cuando el obispo, con las manos extendidas sobre el escogido dice: "Te pedimos, Padre todopoderoso, que des a este siervo la dignidad del presbiterado; renuévale con el espíritu de santidad...

Los diáconos son ordenados por un obispo, que con las manos extendi­das sobre los escogidos, dice: "Envía sobre ellos, Señor, el Espíritu Santo, para que fortalecidos con sus siete dones, lleven a cabo su ministerio con fidelidad".