Tomamos la palabra «mito» en el sentido de historia o relato sagrado, fundamental en una religión. Decir que algo es un mito no significa negar su verdad histórica: por ejemplo, la muerte de Jesús en la cruz es un mito, y lo seguirá siendo aunque los historiadores puedan comprobar que efectivamente sucedió. Lo que define al mito no es que lo que cuenta no haya sucedido nunca o haya sucedido alguna vez, sino su fuerza como símbolo: se cuenta algo que el hombre religioso no vive como «sucedido una vez», sino como «sucediendo siempre», puesto que recoge aspectos esenciales de la vida humana. Por seguir con el ejemplo anterior: la crucifixión de Jesús y su posterior resurrección importan al creyente no tanto por haber ocurrido hace dos mil años, sino porque cree que él mismo, si muere como Cristo. también resucitará como él. Pero esto que acabamos de decir no es exclusivo del cristianismo: en otras religiones encontramos una serie de mitos sobre dioses que mueren y resucitan (Tammuz. Osiris, Dioniso, Attis...), y en todos ellos el creyente intentaba repetir en su vida la muerte del dios para participar también de su inmortalidad. Por consiguiente, tanto si hablamos de mitos de muerte y resurrección como de otro tipo de mitos, se trata siempre de relatos simbólicos que hablan al creyente de su propia vida, aunque para ello den un rodeo y le cuenten una historia que aparentemente no tiene nada que ver con ella. |
La religión y sus mediaciones
2- MITOS E HISTORIAS SAGRADAS
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