JESÚS Y EL PADRE:

« Anterior |

 

La oración filial de Jesús

El tercer aspecto que completa la fisonomía de Jesús en su relación con Dios es su oración. Se trata de una realidad íntima y personal, de un secreto interior en el que no siempre es dado penetrar. Pero algo podemos barruntar, apoyándonos en algunos pasos del evangelio.

Hay ocho momentos, que pertenecen a distintos instantes de su vida, en los que la oración de Jesús ha quedado transcrita con palabras. En todos ellos (a excepción de "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27,46), cita literal del salmo 22), comienza con el mismo vocablo: abba, padre. Pues bien, para aproximarnos a lo que era la oración de Jesús, tendremos que calar en la entraña de ese término tan repetido: Padre.

Esa palabra "padre", que introduce y colorea toda la oración de Jesús, resultó desconcertante para los apóstoles. Tal vez por ello, en algunos pasajes del Nuevo Testamento, se ha conservado en la lengua original que hablaba Jesús, el arameo: abba. ¿Qué significa este vocablo, que a veces no quisieron traducir, quizá para no debilitar la fuerza de su uso original?

Los dos primeros vocablos que aprende a balbucir un niño hebreo son, en tiempo de Jesús, abba e imma. Abba es el término familiar para dirigirse al padre; imma es el que emplean para llamar a su madre. Ahora podemos entender qué quería decir Jesús cuando, para dirigirse al Padre en la oración, la iniciaba con ese vocablo que, sin duda, repetía incesantemente. Cuando un niño judío, mirando el rostro de su padre, dice abba, aloja en esa palabra un fondo de confianza, de cariño, de gratitud y de entrega. Jesús, cuando ora, está vivenciando lo que es la médula y el cogollo de su vida de Hijo. Abba es la palabra de la cercanía, de la intimidad amorosa, de la confianza total, del abandono sin límites. Cuando Jesús ora, lo hace como Hijo; su plegaria florece en los labios, pero tiene sus raíces en el corazón y en la vida.

« Anterior |