La entrada de Jesús en el mundo se sintetiza en estas palabras: "aquí estoy para hacer tu voluntad". El término de su vida significa la coronación de la tarea que el Padre le ha confiado: "Padre, he concluido la obra que me encomendaste" (Jn 17,4). Y entre el punto de llegada y de partida transcurre la vida entera de Jesús, siempre bajo la única guía de la voluntad del Padre. El eje que taladra su existencia no es buscar su propia gloria ni hacer su voluntad, sino glorificar y obedecer al Padre.
¿Qué significa esto para Jesús? La palabra que mejor revela su ser íntimo, en cuanto obediente al Padre, la pronuncia delante de sus discípulos, después de hablar con la samaritana. Jesús cansado, sediento y con hambre, queda solo junto al pozo, mientras los suyos van a buscar algo que comer. El diálogo con la mujer no viene dictado sólo por el deseo de calmar su sed, sino por el ansia de cumplir la misión salvadora que el Padre le ha dado. La samaritana, con el germen de la fe en Jesús, marcha al pueblo. Y cuando regresan los discípulos y le piden que coma, Jesús responde: "Yo tengo una comida que vosotros no conocéis. Mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado" (Jn4,32.34).
¿Qué quiere decir esto? Lo siguiente: "mi comida, lo que me alimenta y recrea mis fuerzas, es hacer la voluntad del Padre. Es el único alimento por el que siento hambre devoradora, la única comida sin la que no me puedo pasar. Lo que para vosotros es la comida, una necesidad vital, algo sin lo cual os amenaza la muerte, eso es para mí la obediencia al Padre. Escuchar su voz y hacer su voluntad es una necesidad vital, algo sin lo cual yo no puedo vivir. Obedecer al Padre es el fondo de mi ser. Yo soy el Hijo, el que vivo en la intimidad del Padre. Y todo hijo se define por el amor, la confianza y la unión con su padre. Si yo me saliera de la órbita de mi Padre, dejaría de ser quien soy, el Hijo amado y predilecto, que cumple siempre la voluntad del Padre".