Los israelitas estuvieron muchos años dominados por diferentes países extranjeros. En este relato se cuenta la historia de varios israelitas, entre los que destaca Daniel. Se hicieron famosos por mantenerse fieles a Dios. A pesar de los castigos que sufrieron, Dios siempre los salvó. El segundo año de su reinado, Nabucodonosor, rey de Babilonia, tuvo un sueño. Entonces llamó a todos los sabios y adivinos y les dijo: -He tenido un sueño; os ordeno que me digáis qué sueño fue y lo interpretéis. Si no, os mataré. Ellos replicaron: -Majestad, ningún sabio es capaz de hacer lo que pides. Cuéntanos tu sueño y nosotros lo interpretaremos. Al oírlos, el rey se enfureció y mandó matar a todos los sabios de Babilonia. Luego mandó llamar a Daniel, un israelita, para que le dijera su sueño. Este le pidió un poco de tiempo y fue a contarles a sus compañeros, Ananías, Azarías y Misael, lo Que el rey le había pedido. Ellos invocaron la misericordia de Dios y, esa misma noche, Daniel tuvo una visión nocturna en la que se le revelaba el sueño. Daniel bendijo a Dios y a continuación fue a buscar a Arioc, jefe de la guardia real, y le dijo: -No des muerte a los sabios de Babilonia; llévame en presencia del rey y le explicaré el sentido del sueño. Cuando estuvo ante Nabucodonosor, le dijo: -Tú, rey, viste una estatua majestuosa, de un brillo extraordinario con un aspecto impresionante. Tenía cabeza de oro fino, el pecho y los brazos de plata, el vientre y los muslos de bronce, las piernas de hierro y los pies de hierro mezclado con barro. En tu visión una piedra se desprendió sin intervención humana, chocó con los pies de hierro y barro de la estatua y la hizo pedazos. El rey se quedó impresionado, pues efectivamente ese había sido su sueño. Entonces Daniel prosiguió: - Ahora te explicaré su sentido: tú, majestad, rey de reyes, a quien el rey del cielo ha concedido el reino y el poder, eres la cabeza de oro. A ti te sucederá un reino de plata, menos poderoso. Después vendrá un tercer reino, de bronce, que dominará todo el mundo. A continuación vendrá un cuarto reino fuerte como el hierro, que destrozará a todos. -¿y qué significan los pies de hierro mezclado con barro? -Representan un reino dividido, débil y poderoso a la vez. En cuanto a la piedra, significa que durante esos reinados el Dios del cielo levantará un reino que nunca será destruido mientras que los otros reinos se destruirán. Nabucodonosor nombró a Daniel gobernador de toda la provincia de Babilonia y lo llenó de honores y riquezas. Luego mandó hacer una estatua de oro enorme y la colocó en la vega de Dura. Una vez hecha la estatua, convocó a todos sus ministros, consejeros, gobernadores, tesoreros y magistrados y les dijo: -Cuando oigáis tocar la trompa y los demás instrumentos, os postraréis para adorar la estatua que ha levantado el rey Nabucodonosor. El que no lo haga, será arrojado a un horno encendido. A los pocos días, algunos fueron a decirle al rey Que tres judíos encargados del gobierno de Babilonia se negaban a adorar la estatua. Estos judíos eran Sidrac, Misac y Abdénago. El rey los mandó llamar y les preguntó: -¿Es cierto Que no adoráis la estatua? Ellos contestaron: -Sí, Majestad, así es; nosotros adoramos únicamente a nuestro Dios del cielo, él nos librará del horno encendido y de tus manos. El rey, lleno de ira, mandó encender el horno siete veces más fuerte Que de costumbre y ordenó arrojarlos atados. Como las llamas eran tan fuertes, abrasaron a los que conducían a Sidrac, Misac y Abdénago, mientras Que ellos permanecieron intactos, pues un ángel bajó del cielo y expulsó las llamas. Al enterarse Nabucodonosor de lo que sucedía, les mandó salir y les dijo: -Bendito sea vuestro Dios, que envió un ángel para salvar a sus siervos. A Nabucodonosor le sucedió su hijo Baltasar. Este decidió celebrar un gran banquete para los nobles del reino y mandó traer los vasos de oro y plata que su padre había robado del templo de Jerusalén. Estaba bebiendo el vino en los vasos, cuando aparecieron unos dedos humanos que empezaron a escribir sobre el muro del palacio. El rey se puso pálido de miedo y mandó llamar a Daniel, pues su padre lo había nombrado jefe de sabios y adivinos. Daniel le dijo: -Majestad, el Dios del cielo concedió poder y gloria a tu padre, Nabucodonosor. Pero él se endiosó y se llenó de soberbia, hasta que reconoció que el Dios Altísimo coloca en el poder a quien quiere. Y tú, que eres su hijo y sabes esto, te has rebelado contra el Dios del cielo y has hecho traer los vasos de su templo. Luego desveló lo que había escrito la mano en el muro: que el reinado del rey Baltasar se iba a acabar pronto. Esa misma noche el rey fue asesinado y Darío le sucedió en el trono. Daniel fue uno de los ministros del nuevo rey. Los demás ministros, por envidia, decidieron acusarlo de algo. Pero, al no encontrar nada de que acusarlo, tramaron el siguiente plan: hacer que el rey se autoproclamara dios y promulgara un decreto para que nadie adorara a ningún otro dios, y quien lo desobedeciera sería arrojado al foso de los leones. Daniel, tal y como esperaban los otros ministros, siguió orando a su Dios tres veces al día. Entonces lo acusaron ante el rey y este mandó arrojarlo al foso de los leones diciéndole: -Que te salve ese Dios a quien tú veneras con tanta fidelidad. Una vez que lo arrojaron al foso, taparon la entrada con una piedra y el rey la selló para que nadie la abriera. Pero el rey pasó la noche sin poder dormir. Por la mañana se acercó al foso y gritó: -¡Daniel! ¿Ha podido salvarte de los leones tu Dios? Daniel le respondió: -¡Viva siempre el rey! Mi Dios envió a su ángel a cerrar las fauces de los leones. El rey se alegró mucho y mandó sacarlo del foso. Entonces el rey Darío ordenó que todos los de su imperio respetaran al Dios de Daniel.
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