1.2. En la Tradición 
A través de su misión evangelizadora, los apóstoles
y sus sucesores relataron muchos hechos y dichos sobre Jesús que
no han quedado transmitidos por escrito (Jn 21,25). Este conjunto de enseñanzas
recibe el nombre de Tradición. No se trata de algo aislado o pasajero,
ni siquiera accesorio en la doctrina cristiana, sino que supone una explicación,
adaptada a cada circunstancia histórica, y una continuidad del
mensaje del evangelio. No hay ciertamente más "palabra de
Dios" después de la Escritura. Pero la misión profética
de la Iglesia consiste en descubrir en cada momento la voluntad de Dios
sobre su pueblo, a partir de la escucha y de la interpretación
de la palabra.
"Recibe y venera la Iglesia con igual sentimiento de piedad
y reverencia todos los libros, tanto del Antiguo como del Nuevo
Testamento, pues unos y otros tienen por autor al mismo y único
Dios; igualmente, las tradiciones referentes, bien a la fe, bien
a las costumbres, por cuanto han sido dictadas ya oralmente por
Cristo, ya por el Espíritu Santo, y conservadas por la Iglesia
católica ininterrumpidamente."
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(Concilio de Trento.)
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La Tradición no termina, pues, en la enseñanza de los apóstoles.
La Iglesia, por medio de la predicación, la liturgia y la oración,
transmite la palabra de Dios de generación en generación
hasta nosotros. A esto también lo llamamos Tradición. Pues
el Espíritu Santo, mediante el ejercicio de la autoridad de la
Iglesia, hace más comprensible el mensaje bíblico. Los obispos,
fieles a la Tradición formada progresivamente a través de
la historia, interpretan y enseñan el conjunto de la Sagrada Escritura.
Por eso puede afirmar el Concilio Vaticano II:
"La Tradición y la Sagrada Escritura están
estrechamente unidas y compenetradas; manan de la misma fuente,
se unen en un mismo caudal, corren hacia el mismo fin."
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(Constitución dogmática sobre la divina revelación,
núm. 9.)
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