* Persecución sistemática

La situación cambia a partir del siglo III: si hasta entonces, por lo general, los emperadores se habían "lavado las manos", a partir de ahora empiezan a ver en la nueva religión un peligro para el Estado.

En consecuencia, las persecuciones contra los cristianos dejan de ser el resultado de tumultos populares para organizarse desde el centro mismo del poder: no se actúa a ciegas, sino sistemáticamente, golpeando allí donde el daño puede ser mayor. De todas las persecuciones, la más brutal fue la última, ordenada por el emperador Diocleciano a principios del siglo IV.