* Persecución alegalMientras los cristianos eran un grupo o corriente dentro del judaísmo, gozaron de los privilegios que éste tenía: por ejemplo, a los judíos se les permitía no dar culto al emperador, obligación a la que estaban sometidos todos los demás ciudadanos del Imperio. Sin embargo, en el año 64 los cristianos de Roma aparecen ya como un grupo diferenciado de los judíos, que además despierta muy pocas simpatías populares; en consecuencia, el emperador Nerón, para desviar de sí mismo la indignación provocada por el incendio de Roma, apresa, manda torturar y ejecuta a cientos de cristianos. En adelante, la situación de los cristianos en el Imperio se define por la inseguridad. Por lo general, no eran molestados, pero bastaba un motivo cualquiera para que se desatara una persecución. La consigna oficial durante los dos primeros siglos era: dejar en paz a los cristianos, pero, si alguien los denuncia, obligarlos a dar culto a los dioses paganos; si se niegan, someterlos a tortura, y, si persisten en su negativa, condenarlos a muerte (carta del emperador Trajano al gobernador Plinio). Esta postura, contradictoria en sí misma (consideraba al cristianismo como un delito, pero mandaba que las autoridades no llevaran la iniciativa en su persecución), dio lugar a fluctuaciones: desde emperadores tolerantes e incluso próximos al cristianismo (Alejandro Severo, Felipe el Árabe...) hasta otros como Marco Aurelio, filósofo que considera el cristianismo como una superstición bárbara que había que perseguir, o Septimio Severo, que prohíbe bajo pena de muerte las conversiones al cristianismo. |
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