1- UN AUTÉNTICO PUEBLO

 

Los que pertenecen a un pueblo se sienten a sí mismos unidos a ese pueblo porque comparten una serie de cosas que les son comunes: una misma historia, unas mismas costumbres, unas mismas fiestas, unas mismas instituciones, una misma cultura: una manera semejante de verla vida. En resumen. Por el hecho de ser hombres, pertenecer a un pueblo, y saber a qué pueblo se pertenece, es algo necesario e inevitable para estar centrado en la vida. Carecer de pueblo, o no querer pertenecer a ninguno, es vivir tan en el aire como un árbol sin raíces. Los que pertenecen a un mismo pueblo, además de sentirse unidos entre ellos, son identificados fácilmente por los extraños según su lenguaje, sus costumbres, tradiciones..., pero sobre todo por su manera especial de ver la vida: su idea del hombre, del trabajo, de la muerte, del amor...

La Iglesia es un pueblo. Un pueblo auténtico. Pero un pueblo muy distinto de los demás. Sin fronteras de espacio ni de tiempo, es capaz de asimilar todas las lenguas y todas las culturas. Lo mismo que los miembros de un pueblo se sienten pertenecer a ese pueblo, los que siguen a Jesús se sienten pertenecientes a la Iglesia: comparten una misma fe, tienen como ley el amor y aceptan la misma organización jerárquica. Así son identificados y reconocidos fácilmente por los extraños.

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