4. COMPROMISO DEL CRISTIANO EN
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El Concilio Vaticano II plantea una verdad incuestionable: en el pueblo
de Dios todos sus miembros son activos. La transmisión del don
recibido, la fe, es una consecuencia del bautismo en todo adulto libre
y responsable. Esta misión, pues, no es exclusiva del papa y de
los obispos; ni siquiera de los sacerdotes y religiosos de vida apostólica
(en hospitales, centros de enseñanza o misiones); es obra de la
Iglesia entera: cada cristiano debe participar en ella según su
carisma y sus posibilidades de integración social. El Concilio
dedica dos documentos íntegros a despertar la conciencia evangelizadora
de todos los cristianos: el "Decreto sobre el apostolado de los seglares"
y la "Declaración sobre la educación cristiana de la
juventud". y apela a la responsabilidad de cada creyente para que
tome muy en serio su instrucción y profundización en la
fe a fin de poder transmitirla a los demás, dentro del más
amplio pluralismo de formas y de ambientes, sin caer en el error doctrinal
y sin utilizar sus conocimientos para manipular las mentes de los ignorantes.
También en esta tarea hay que trabajar en comunión con la
Iglesia y con su magisterio, pensando siempre que el evangelio anunciado
no puede ser otro más que el de Jesús. Además, la fe conocida y transmitida debe entrar en diálogo
permanente con la cultura, en un mundo que actúa movido por opciones
ideológicas y morales muy diversas. Y sólo desde la realidad
viva del hombre de hoy puede la Iglesia, por medio de todos los cristianos,
proseguir la misión de Cristo en la tierra. |
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