4. COMPROMISO DEL CRISTIANO EN
LA TRANSMISIÓN DE LA FE

 

"En estos tiempos no es infrecuente que sintamos vergüenza. Hablamos de cualquier tema antes que de la fe. Incluso con los amigos. Puede ser por respeto, puede ser porque aguardamos el momento oportuno. Pero, ¿no tendrá también su parte el apuro de declararnos abiertamente cristianos? Podemos incluso hablar de los curas, de la jerarquía, de la Iglesia: hoy son temas sociales y se habla de ellos como de otros problemas. Pero, ¿de la fe misma?, ¿de nuestra experiencia de creyentes?, ¿de Jesús? esto ya es más difícil. Quizás, ni entre nosotros mismos hablamos de esto fuera de las reuniones."

(LOIDI, F. y LONGA, M.: Catequesis para la comunidad cristiana: adultos. Vol. II. Tema III. Desclée de Brouwer. Bilbao, 1975.)

El Concilio Vaticano II plantea una verdad incuestionable: en el pueblo de Dios todos sus miembros son activos. La transmisión del don recibido, la fe, es una consecuencia del bautismo en todo adulto libre y responsable. Esta misión, pues, no es exclusiva del papa y de los obispos; ni siquiera de los sacerdotes y religiosos de vida apostólica (en hospitales, centros de enseñanza o misiones); es obra de la Iglesia entera: cada cristiano debe participar en ella según su carisma y sus posibilidades de integración social. El Concilio dedica dos documentos íntegros a despertar la conciencia evangelizadora de todos los cristianos: el "Decreto sobre el apostolado de los seglares" y la "Declaración sobre la educación cristiana de la juventud". y apela a la responsabilidad de cada creyente para que tome muy en serio su instrucción y profundización en la fe a fin de poder transmitirla a los demás, dentro del más amplio pluralismo de formas y de ambientes, sin caer en el error doctrinal y sin utilizar sus conocimientos para manipular las mentes de los ignorantes. También en esta tarea hay que trabajar en comunión con la Iglesia y con su magisterio, pensando siempre que el evangelio anunciado no puede ser otro más que el de Jesús.

Además, la fe conocida y transmitida debe entrar en diálogo permanente con la cultura, en un mundo que actúa movido por opciones ideológicas y morales muy diversas. Y sólo desde la realidad viva del hombre de hoy puede la Iglesia, por medio de todos los cristianos, proseguir la misión de Cristo en la tierra.

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