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2.2. En los "símbolos de fe"La Iglesia es una comunidad cuyos miembros, pese a sus múltiples y profundas diferencias (culturales, históricas, generacionales, ideológicas, etc.), participan de un vínculo común: la profesión de fe en un solo Señor, Cristo Jesús, encarnado, muerto y resucitado. Fiel a su misión, la Iglesia, desde sus orígenes, siempre ha procurado definir concretamente su fe para mostrar su identidad propia ante el mundo en cada momento histórico. Para evitar el confusionismo y la dispersión de creencias, los papas, los obispos, los Padres de la Iglesia y los concilios han ido transmitiendo progresivamente al pueblo cristiano una serie de fórmulas, que sintetizan aquellas afirmaciones fijadas como esenciales, en defensa muchas veces del tesoro de la fe, fundamentada en la Sagrada Escritura y en la Tradición, frente a los movimientos heréticos que han interpelado a la Iglesia y han amenazado su unidad.
Ya en el Nuevo Testamento encontramos algunas fórmulas de fe, primitivas y sencillas: "Jesús es el Señor" (1 Co 12,3),. "Jesús es el Cristo"; (1 Jn 2,22),. "Jesús es el Hijo de Dios"; (Hch 8,36),' etc. A partir del siglo II se va generalizando progresivamente en la comunidad cristiana una nueva forma de expresión más compleja, aunque sigue siendo sintética. Son los "credos" (llamados así porque comenzaban siempre con el verbo latino "credo"). Más que recopilaciones doctrinales, su finalidad era resumir la catequesis prebautismal; por eso se proclamaban públicamente antes de recibir los adultos el sacramento del bautismo, que los admitía definitivamente en esa comunidad de fe que es la Iglesia. Esta costumbre sigue manteniéndose hoy, extendiéndose también a la celebración eucarística, especialmente los domingos y días festivos. Los concilios de Nicea (325) y I de Constantinopla (381) fueron quienes
fijaron el credo que hoy proclamamos los cristianos. |
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