3- LA TRADICIÓN DE ESTE PUEBLO

 

Como un auténtico pueblo, la Iglesia tiene un origen y una tradición. La Iglesia nace de la Palabra, así, con mayúscula. De la Palabra que es Jesús mismo: Palabra de Dios hecho hombre. Esa Palabra se manifestó a los hombres. Los discípulos de Jesús, primeros testigos presenciales, fueron enviados como mensajeros de la Palabra. La Iglesia continúa la misión de los Apóstoles, transmite esa Palabra que ha recibido, hecha doctrina, culto, vida: por eso decimos que es apostólica. La Iglesia es enviada a todas las razas y culturas de todos los tiempos: por eso decimos que es católica, universal.

En la primera generación cristiana, entre los muchos escritos que decían recoger los hechos y dichos de Jesús y de los Apóstoles, la Iglesia fue reconociendo los que transmitían fielmente el testimonio de los Apóstoles. Así se formó la colección de libros sagrados que llamamos Nuevo Testamento.

La fe, que nace de Cristo, llega conservada en la Escritura hasta nosotros, transmitiéndose. Esta transmisión, y lo que se transmite, es la tradición viva de la Iglesia. Pero el mensaje y la obra de Jesús se presentan, en realidad, como el cumplimiento y la plenitud de lo que preparaban y anunciaban "la Ley, los Profetas y los Salmos" (Lc 24), la "Escritura" del Pueblo de Israel. Este pueblo de la Antigua Alianza era, por tanto, el precursor y el anuncio del Pueblo que Cristo convocaba; y la Iglesia de Cristo era en realidad la Iglesia de la Nueva Alianza. Así la Iglesia, al mismo tiempo que formó la colección de libros que llamamos Nuevo Testamento, asumió como igualmente inspirados por Dios los libros sagrados del pueblo de Israel, a los que llamamos Antiguo Testamento. En ellos descubría las raíces de lo que en Cristo había llegado a su plena floración.

La revelación de Dios, esa grandiosa manifestación unitaria de Dios que encuentra en Cristo su plenitud, alcanza a las sucesivas generaciones a través de la Iglesia. Ésta permanece fiel al testimonio de los Apóstoles, los primeros testigos, en un proceso que no es mera conservación estática de lo transmitido, sino progreso en su comprensión, profundización y aplicación a la vida. En esta tradición, la Biblia no es un libro cerrado y frío, sino que nace y vive en el seno del Pueblo de Dios. Cuando los cristianos de cada generación nos acercamos a este libro, es la misma Palabra Viva, Cristo Resucitado, quien nos sale al encuentro. No es una simple palabra impresa que se deja manipular por quien la lee. La Iglesia cree en la Palabra de Dios, pero cree aceptando las verdades y haciéndolas vida propia: se cree, se celebra, se vive, se transmite.

Ésta es la tradición de este pueblo, la gracia recibida y la tarea por cumplir. Por ello no se confunde:

-ni con tradicionalismo, o actitud de aferrarse a la repetición estéril del pasado; la Iglesia no es inmovilista;
-ni con las tradiciones concretas o costumbres religiosas, que pueden servir en determinados momentos como vehículos de la tradición, pero que también pueden ser un obstáculo en otros momentos y que, en definitiva, no llegan nunca a agotar la corriente vital que nos une a Cristo a través del testimonio apostólico.


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La Iglesia permanece fiel a su fundador y los apóstoles en un proceso que no es mera conservación de lo transmitido, sino progreso en su comprensión y aplicación ala vida: La fe, que nace de la palabra, se cree, se celebra, se vive, se transmite...