La Iglesia, a la que todos estamos llamados, no alcanzará su perfección
hasta la otra vida: hasta que llegue el tiempo final de la restauración
de todas las cosas en Cristo.
Pero esa restauración comenzó ya en Cristo, es impulsada
por la misión del Espíritu, y por el Espíritu continúa
en la Iglesia. De esta manera, mientras esperamos la vida futura, descubrimos
el sentido de nuestra vida temporal y la vivimos como Jesús nos
enseñó con sus palabras y mostró con sus hechos.
La Iglesia va caminando a lo largo de la historia arrastrando sus imperfecciones
y trabajando por el Reino, mientras vive su esperanza en el Reino perfecto
que vendrá.
Esta Iglesia, universal en el espacio y en el tiempo, va incluso más
allá del espacio y del tiempo humanos: está y se siente
unida a todos aquellos hombres que murieron en amistad con Cristo; ellos
son miembros vivos de la Iglesia, la "Iglesia celestial".
Nos sentimos unidos por el recuerdo con todos los hombres que dieron
testimonio de su fe en Cristo y, con su vida, fueron difundiendo el Reino
de Dios. Pero no sólo estamos unidos por el recuerdo: sabemos que
ellos viven ya unidos a Cristo que resucitó y los resucitó;
nosotros, seguidores hoy de Cristo, además de recordarlos, estamos
y nos sentimos vitalmente unidos con ellos.
|
La Iglesia no alcanzará su perfección
hasta la restauración de todas las cosas en Cristo.
Pero esa restauración ya ha comenzado.
|
|