Vida Religiosa (breve perspectiva histórica)

Es bien conocido de todos el fenómeno de la vida religiosa en el catolicismo actual. Personas de ambos sexos consagran su vida a Dios y a promover los valores del reino de Dios, mediante los votos de obediencia, castidad y pobreza. Otros añadirán un cuarto voto específico. Todos sabemos lo que son las órdenes y congregaciones religiosas. Sus orígenes, sin embargo, son menos conocidos. Sin embargo en todos los casos se trata de la respuesta de personas dentro de la Iglesia que quieren vivir con más intensidad la llamada del cristianismo en las circustancias y la sociedad que les rodea.

 

El monacato: la vida contemplativa

Sucedió, ya durante la persecución de Decio y luego durante la de Diocleciano, que algunos cristianos de Egipto, ante la amenaza de muerte que pesaba sobre ellos, se retiraron a vivir en los desiertos del sur de Egipto, en la zona de Tebas concretamente. Pasadas las persecuciones, continuaron viviendo en aquellas soledades una vida apartada de las preocupaciones mundanas, entregados a la meditación y al ejercicio de una vida austera. Nacía así la vida eremítica.

Por otro lado, después del Edicto de Tesalónica que hacía del cristianismo la religión oficial del imperio romano, cuando la Iglesia ya estaba "bien establecida" la vida religiosa y moral de la cristiandad empezó a decaer en comparación con la época de los mártires: la comodidad de la fe, los honores, los títulos… no hacían fácil el seguir auténticamente a Cristo; la sociedad se hizo un poco mejor y más cristiana, pero la Iglesia se hizo un poco más sociedad y menos comunidad.

En ese contexto surge, dentro de la propia Iglesia, una reacción: el monacato. Como la sociedad no parece realizar el primitivo ideal cristiano, se piensa que ese ideal no se puede realizar en la sociedad y hay que retirarse de ella (huir del mundo o "fuga mundi") para buscar un seguimiento más radical de Jesús y una vuelta a las formas de vida fraternales y comunitarias de los primeros cristianos (una vuelta a los orígenes). El monacato también fue una reacción contra la crisis socioeconómica del momento…

La vida monástica se originó del anterior punto de partida que fue la vida eremítica. Fue San Pacomio (muerto a mediados del siglo IV) el que escribió el primer reglamento de una vida en comunidad de los antiguos solitarios. Modelos diferentes de vida monástica se dieron en Palestina, Asia Menor y, finalmente, en Occidente. San Benito de Nursia (480-547) fue quien dio una organización estable y definitiva al monacato occidental con su "Regla" cuyo lema era el "ora et labora". Según la Regla de San Benito, las notas distintivas del monacato son:
. El trabajo manual: así se cultivaron campos hasta entonces baldíos alrededor de los monasterios. Y, con el tiempo, los monasterios se convertirán en centros y guardianes de cultura y en transmisores de las técnicas de trabajo manual.
. El Voto de estabilidad: por el que el monje se comprometía a vivir y morir en el monasterio en el que profesaba.
. La devoción a la persona de Cristo: imitándolo y convirtiéndose así Cristo en centro de la vida del monasterio y de las relaciones entre los monjes.

Había nacido la Orden Benedictina que iba a tener un protagonismo excepcional en todo el Medievo. La evolución posterior del monacato iba a determinar el nacimiento de otras órdenes religiosas y, luego, de las modernas congregaciones, apostólicas y contemplativas.

Para valorar la importancia que tuvo la vida eremítica y monástica para el cristianismo, hay que fijarse en algunos elementos de juicio: con la paz de Constantino dejó de haber mártires, y desapareció también el ideal del martirio como máxima realización de la fe, permanecía vivo como ideal del pasado, pero no entraba ya como posibilidad real en el horizonte existencial de la vida de un cristiano; con las conversiones en masa que se dieron, el nivel de la vida religiosa y moral de una sociedad ya cristiana tuvo que descender peligrosamente. En esta coyuntura, el ideal de vida protagonizada por eremitas y monjes pasó entonces a hacerse y a ser valorado como la suprema entrega a la fe. Eremitas y monjes, por el hecho de su simple existencia en la Iglesia, estaban señalando a todos que los valores del reino de Dios eran los supremos valores del cristiano. El siglo IV es el siglo del monacato: muchos hombres se alejaron de la sociedad para poder seguir a Jesús. Y el monacato, en la ya cercana Edad Media, será una de las fuerzas conductoras de la historia de los hombres...

El monacato, como otras cosas en la Iglesia, llevará caminos paralelos en Oriente y en Occidente; aquí la orden benedictina marcará la pauta durante siglos con su evolución y sus reformas de donde surgirán los cluniacenses y los cistercienses. Los benedictinos y los cistercienses (los monjes negros y los monjes blancos) han llegado hasta nuestros días.

 

Las Órdenes Mendicantes: Un ideal cristiano de vida renovado

Se trata de un nuevo fenómeno de "vida religiosa" que surge en la Edad Media. Habíamos visto cómo la vida eremítica desembocó en la vida monástica. El monje vivía en un monasterio integralmente dedicado a la oración, al trabajo y al estudio. No poseía bienes, los poseía el monasterio que atendía a sus necesidades. Sabemos que las propiedades de los monasterios medievales eran importantes y contribuyeron de forma no desdeñable al desarrollo de la economía medieval.

El mismo ideal de llevar una vida apartada de las preocupaciones de este mundo y dedicada a Dios hizo surgir, avanzado el medievo (principios del s. XIII) y con el cambio de la situación social, demográfica, cultural y económica, un nuevo modo de vivir los "consejos evangélicos" de pobreza, castidad y obediencia: las órdenes Mendicantes.; para acercarse más a las poblaciones que crecen y responder a las nuevas necesidades. Esas órdenes mendicantes tratan de imitar la vida apostólica, evangelizando a los pueblos de modo itinerante con un desprendimiento de bienes materiales. La modificación más importante consistía en la práctica total de la pobreza. Las nuevas órdenes religiosas no poseían propiedades ni vivían de ellas. Vivían de la caridad pública, mendigarían el sustento. Ese es el motivo por el que son conocidas como órdenes mendicantes. Desligados de toda preocupación terrena, los miembros de estas órdenes se dedicarían a la oración, a la predicación del evangelio entre los cristianos y no cristianos y también a la práctica de la caridad hacia los necesitados.

San Francisco de Asís (1181-1226) el enamorado de la "hermana pobreza" y Santo Domingo de Guzmán (1170-1221), el predicador que trabajó en la conversión de albigenses y cátaros, fueron los fundadores de las dos órdenes mendicantes conocidas como la de los Franciscanos y Dominicos. Mercedarios y Trinitarios surgen también es esta época. Es a partir de aquí cuando las órdenes religiosas van a añadir "el cuarto voto" que sumado a los de pobreza, castidad y obediencia va a concretar el "carisma" o peculiaridad de cada congregación: La pobreza de los franciscanos, el combate de la herejía de los dominicos (llamados Orden de Predicadores), la redención de cautivos de los Mercedarios y Trinitarios…

No hay que pensar que, con el surgir de las Ordenes Mendicantes, los antiguos monasterios cluniacenses y cistercienses desaparecieran, continuaron su vida tradicional y siguen presentes todavía en la Iglesia de hoy. De la misma manera, las nuevas Ordenes religiosas que surgieron posteriormente, cortadas sobre el patrón de las antiguas Ordenes Mendicantes, no sustituyeron a éstas, sino que fueron enriqueciendo la vida cristiana con nuevas formas de vida religiosa y de consagración a Dios con modalidades variadas.

 

La Contrarreforma

Más adelante (s. XVI) en la convulsa época de la reforma protestante y la contrarreforma católica, paralelamente a la labor de clarificación doctrinal realizada por el Concilio de Trento, se fue llevando a cabo un serio intento de restauración de la vida cristiana en la que intervinieron muchos personajes e instituciones. Hay que citar a:

San Ignacio de Loyola y la Compañía de Jesús: San Ignacio (1491-1556) fue uno de los que más influyeron en la reforma católica de la Iglesia. Fue el fundador de la Compañía de Jesús.

La Compañía de Jesús se organizó en torno a una primera regla aprobada por el papa Paulo III. Se trataba, en el fondo, de una nueva orden religiosa, cuyos miembros se dedicaban al apostolado, a la atención de los enfermos de cuerpo o de espíritu, no practicaban penitencias excesivas, tenían una libertad grande de acción y practicaban una estricta obediencia al papa y a sus superiores (éste es su cuarto voto). Ya en vida de San Ignacio, atendieron a la llamada del rey de Portugal que pedía sacerdotes para el apostolado en las Indias. San Francisco Javier fue el primer misionero jesuita que, tras una gesta impresionante por el Oriente lejano, murió en la isla de San Chan en 1552. Esto fue sólo el comienzo de una labor misionera que pronto iba a extenderse también por todas las conquistas españolas en América.

Otro campo de acción al que la Compañía de Jesús se dedicó con fuerza fue el de la educación de la juventud y el cultivo de las ciencias filosóficas y teológicas. Los colegios para jóvenes comenzaron a aparecer y a extenderse por toda Europa. En el Concilio de Trento, hubo eminentes teólogos jesuitas. La práctica de los Ejercicios Espirituales, inaugurada con S. Ignacio de Loyola, constituyó un elemento importante que contribuyó a la restauración de la vida cristiana en el catolicismo.


Santa Teresa de Jesús o Teresa de Cepeda Ahumada (1515-1582) fue de los más grandes místicos de la Iglesia. Llevó a cabo la reforma de la orden carmelitana femenina y escribió obras importantes, como su propia biografía, el libro de las fundaciones o El castillo interior.

San Juan de la Cruz o Juan de Yepes y Álvarez (1542-1591), fue también otro de los grandes místicos de la Iglesia y poeta excepcional. Inició la reforma de la Orden Carmelita masculina y colaboró estrechamente con Santa Teresa de Jesús en la reforma del Carmelo.


La Edad Moderna y Contemporánea

Con el paso del tiempo y el cambio de las circustancias socioculturales y económicas, la vida religiosa se fue adaptando a las nuevas necesidades que van apareciendo, van surgiendo así congregaciones que ponen el acento en la práctica concreta de las obras de caridad, como el cuidado de los enfermos (los Camilos), la enseñanza (Salesianos, Marianistas, Escolapios…), asistencia a los necesitados (Hijas de la Caridad de S. Vicente de Paul, Hermanitas de los pobres…) etc.

Hoy, todas estas formas de "vida religiosa" conviven en la Iglesia actual. Vulgarmente se suele distinguir entre los religiosos de vida "contemplativa": los representantes del monacato que suelen vivir "alejados del mundo" y en clausura y los de vida activa: Los continuadores de las órdenes mendicantes y congregaciones posteriores que viven su carisma de apostolado y caridad en medio de la sociedad y sus necesidades.

 

 

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