LA VIDA RELIGIOSA

LOS RELIGIOSOS EN LA IGLESIA

a) La vida religiosa es, junto con el sacerdocio, una forma reconocida de vivir el celibato en la Iglesia. Pero mientras que el sacerdocio se sitúa en la línea jerárquica de la Iglesia como institución, la vida religiosa pertenece al ámbito carismático, pues este estilo de vida no comporta en sí ningún ministerio jerárquico en la Iglesia. El cristiano que recibe esta llamada de Dios:

"Hace una total consagración de sí mismo a Dios, amado sobre todas cosas, de manera que se ordena al servicio de Dios y a su gloria por un título nuevo y especial... Pretende, por la profesión de los consejos evangélicos, liberarse de los impedimentos que podrían apartarle del fervor, de la caridad y de la perfección del culto divino, y se consagra más íntimamente al servicio de Dios."(L.G. 44)

Es el Espíritu Santo quien hizo y hace brotar este deseo en los bautizados. El querer seguir más de cerca a Cristo, imitar su vida y la de la primera comunidad son los motivos determinantes de esta vida. La Iglesia, a través de los siglos, ha reconocido oficialmente diversas formas de organizarla y ha regulado las diversas maneras de vivir comunitariamente el Evangelio. Estas formas reconocidas son las diferentes órdenes y congregaciones religiosas.

b) Por eso la vida religiosa en la Iglesia tiene un carácter de signo. Pretende vivir el Evangelio de una forma radical. Su ideal son las Bienaventuranzas y la imitación intensa de la vida de Jesús. Por eso es signo de que el reino que éste predicó está ya entre nosotros, que es posible vivir ya, de una manera anticipada, exclusivamente para Dios. Así da testimonio en la vida práctica de la eficacia de la redención de Cristo y es un anuncio constante del reino de los cielos.

c) Este carácter de signo muestra bien que la vocación religiosa no es distinta de la de todo cristiano. Todos estamos llamados a la santidad. Se suele contraponer la vida del religioso a la del seglar, como si la vocación del primero fuera más santa, y el seglar fuera un cristiano de segunda categoría. Esto no es cierto:

"Todos los cristianos están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad." (L.G.40)

Son dos vocaciones complementarias: el seglar está llamado a vivir la fe construyendo en la vida diaria el reino por medio de su trabajo, su vida familiar, etc., lo que le pide que use los bienes que Dios nos ha dado. El religioso renuncia al uso de esos bienes para dar testimonio de que Dios es, por encima de todo, el valor supremo del hombre y merece la pena dejarlo todo por seguirlo. Así, entre ambos, dan testimonio de la realidad entera de la Iglesia: está en el mundo sin ser del mundo; se construye aquí abajo, pero espera el encuentro pleno con el Señor.


PROFESIÓN DE LOS CONSEJOS EVANGÉLICOS

a) A lo largo de todo el Evangelio encontramos palabras de Jesús que nos invitan a aceptar una determinada manera de ver y hacer las cosas. Son como grandes actitudes que el discípulo debe asumir para vivir de una manera evangélica. Son constantes que dibujan el estilo de vida cristiano. Por ejemplo:

- la hospitalidad, con sus enojos y riesgos;
- la ayuda al más pobre que nosotros;
- la acogida a todo hombre, sea el que sea, procurando descubrir en él el rostro de Cristo;
- la corrección fraterna;
- la renuncia a los derechos personales y colectivos en provecho de la paz;
- la oración por los enemigos;
- el de "sí, sí; no, no", que es vivir en la verdad, excluyendo la doblez y el cálculo;
- la prioridad del espíritu sobre la ley;
- el perdón de las ofensas.

b) En la vida religiosa se han privilegiado tres consejos evangélicos. El religioso se compromete públicamente ante Dios y la Iglesia mediante los votos a guardar: la pobreza, la castidad y la obediencia en una congregación de una forma estable.

. El celibato configura su vida con la de Cristo, Hijo de Dios. Éste pertenece y hace referencia total al Padre. El religioso consagra su vida y su amor totalmente a Dios y al reino de Dios. Por eso el celibato es realmente el fundamento de la vida religiosa (cfr. P.C. 12).

. La obediencia es la expresión de su pertenencia a Dios. Como Cristo, vive para hacer la voluntad del Padre, y a través de la obediencia se pone al servicio total del reino y de sus hermanos (cfr. P.C. 14).

. La pobreza religiosa le asemeja a Cristo, que, siendo rico, se hizo pobre por amor a nosotros (2 Cor 8,8-9). Se entrega confiado a la providencia del Padre y comparte su vida con los pobres (cfr. P.C. 13).


EL PROYECTO DE VIDA DE LOS RELIGIOSOS

Vemos, pues, que el religioso renuncia, por el reino de los cielos, a tres bienes dados por Dios a todos: el vivir el amor en una familia, el uso de su libertad y el uso de los bienes del mundo. Pero estas renuncias no las hace por ganas de fastidiarse, sino por ponerse en una situación de profunda libertad, que le va a permitir articular su vida en torno a tres ejes fundamentales:

a) La búsqueda de Dios

El religioso renuncia a valores tan excelentes como el matrimonio, los bienes materiales, la independencia, para dedicarse enteramente a Dios ya su reino.

No sólo los monjes de los monasterios, sino todos los religiosos de vida activa, dan un lugar privilegiado en sus vidas al encuentro con Dios en la oración. Así se subraya la relación personal directa con Dios y la gratuidad del género de vida al que han sido llamados. Su vida no se mide por el rendimiento y la eficacia. De ahí brota el verdadero sentido y la valorización de las realidades humanas. Los religiosos son los testigos de Dios en nuestro mundo secularizado. Este mundo obsesionado por la riqueza, el poder, la búsqueda de placer, recibe su denuncia profética: "sólo una cosa es necesaria" (Lc 10,42), "sólo Dios basta" (santa Teresa).

b) La construcción de la fraternidad (vida de comunidad)

Los religiosos viven en una comunidad de hermanos que tienen todo en común y buscan juntos a Dios. Muestran así que el Evangelio no es una bella utopía, sino una fuerza que transforma la vida de los hombres y de las comunidades.

El deseo de Cristo, "que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17,20), se va haciendo poco a poco realidad entre los hombres. Personas de diversas procedencias se sienten hermanos en Cristo y dan testimonio de su amor.

c) Al servicio de la Iglesia

La Iglesia se debe al Evangelio, a la predicación de la palabra, a la formación en la fe de los creyentes, a la preparación del reino entre los hombres. Los religiosos, gracias a la profesión religiosa, están totalmente disponibles para las tareas del reino.

En la evangelización de los cinco continentes los religiosos han sido, y continúan siéndolo, misioneros de vanguardia. Su presencia en la catequesis, en las obras caritativas y de promoción humana, es también significativa. De esa manera aparece patente que su consagración a Dios no los separa de sus hermanos los hombres, sino que comparten su vida y su destino.

Por eso, la vida religiosa, aunque comporta renuncias muy importantes, favorece la realización de la persona, la acerca a los problemas de sus hermanos, todos los hombres, y presta un servicio de caridad y testimonio que no puede faltar nunca en la Iglesia (cfr. L.G. 46).

 

 

Cfr. L. Amigo et alii. Los cristianos. SM 1983


L.G. = Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen Gentium.
P.C. = Concilio Vaticano II, Decreto Perfectae Caritatis.

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