JESÚS DE NAZARET
-a) Hay que saberlo todo sobre la vida de Jesús -b) La fe no necesita investigar la vida de Jesús -c) Seguimos buscando al Jesús histórico
* TRES ACTITUDES ANTE LA VIDA DE JESÚS
* EN LOS EVANGELIOS SE ENCUENTRA EL CRISTO DE LA FE Y EL JESÚS DE LA HISTORIA - Valor histórico de los evangelios a) principio general b) aspectos particulares - El Jesús de la historia es el Cristo de la fe
- Datos acerca de Jesús - Se presenta como Mesías - Rasgos excepcionales de Jesús - Obra y mensaje de Jesus - Una historia distinta
¿Existió Jesús? ¿Es
cierto lo que de él nos dicen los evangelios? ¿O éstos nos presentan una figura
idealizada? Estas preguntas pueden
brotar de una actitud de incredulidad (todo es un cuento), o de una actitud de
indiferencia (yo paso de esto), o de una actitud crítica (necesito conocer en
qué se basa mi fe). Cualquier persona
sensata acepta que Jesús existió histórica y realmente, pero que ese tal Jesús
es el Hijo de Dios es una afirmación sólo es posible desde la fe. Estas preguntas, además,
no son nuevas. Algunos cristianos se las formularon hace ya incluso siglos. y,
para responderlas, han ido surgiendo investigaciones, respuestas, nuevas preguntas...
que nos interesan: sobre todo si somos cristianos y nos interesan las cosas de
nuestra fe: saber en quién creemos, saber lo que creemos, saber por qué creemos.
Esto nos exigirá un trabajo serio a lo largo del cual, como en tantos otros trabajos,
tendremos que atenernos a las conclusiones de los especialistas. Pero ya no podemos
conformarnos con una lectura superficial de los evangelios como no nos conformamos
con la superficialidad en otros aspectos de nuestra vida y cultura. la teología
es el fruto de la razón del creyente aplicada a la fe buscando la comprensión
de lo que se cree.
A las preguntas sobre
Jesús se han dado muchas respuestas. y casi todas surgen de los evangelios. Los evangelios fueron
escritos por personas creyentes, es decir, iluminadas por la fe. Lo que escribieron
no fue una reproducción exactísima de los hechos y las palabras de Jesús, sino
que adaptaban su narración, como no podía ser menos, a las circunstancias de los
oyentes: cada evangelio responde a la finalidad que cada evangelista se propuso. Esto no supuso problema
alguno durante mucho tiempo: se aceptaba con naturalidad que los evangelios eran
históricos. Pero en el siglo XVIII, con la ilustración, se plantea el problema:
¿Existió Jesús? ¿Qué hizo en realidad? ¿Qué dijo de verdad? ¿Quién es? A estas preguntas
se han dado muchas respuestas que aquí agrupamos en los tres apartados siguientes.
a) hay que saberlo
todo sobre la vida de Jesús.
En 1778 unos discípulos
de REIMARUS, fallecido diez años antes, publicaron el manuscrito inédito de su
maestro "La intención de Jesús y sus discípulos". En él se afirma que
la intención de Jesús fue puramente política: era el Mesías libertador que el
pueblo de Israel esperaba. Al fracasar Jesús, sus discípulos inventaron la Resurrección,
tratando de convertir el fracaso en triunfo: idealizaron la figura de Jesús al
que consideraron "el Señor" y" Cristo" . Según esta teoría
(llamada "del fraude" ) el Jesús de los evangelios no se parece en nada
al Jesús que realmente vivió. A partir del libro
de Reimarus proliferaron las "Vidas de Jesús". que buscaban presentar
su figura como sólo humana prescindiendo de tantas otras cosas como hay en los
evangelios. Hasta que STRAUS dio un nuevo paso con su "Vida de Jesús enjuiciada
críticamente" (1835/36). Rechazando tanto la antigua manera de ver a Jesús
("sobrenaturalista") como la "racionalista" que acabamos de
ver. Straus piensa que la fe de la primitiva comunidad hizo que se aplicaran a
Jesús mitos anteriores, de modo que Jesús fue convertido en "Cristo";
por eso los evangelios presentan la figura de Cristo. pero ésa no es la imagen
de lo que Jesús fue realmente, sino el resultado de una leyenda poética. Consecuentemente
el núcleo histórico de lo que fue Jesús de Nazaret sólo puede alcanzarse aplicando
la crítica histórica. despojando a los evangelios de todo lo que sea mítico (milagros,
ideas y esperanzas de la época, himnos, largos discursos...). La de Straus es
llamada "teoría del mito". Posteriormente, la
llamada "escuela escatológica" dará por finalizado y fracasado este
intento, que viene desde Reimarus. de "saberlo todo sobre la vida de Jesús".
Se creerá absurdo e Imposible pretender alcanzar una imagen humana de Jesús: "La
vida de Jesús no se puede escribir" (Harnack).
b) La fe no necesita
investigar la vida de Jesús
A la anterior se opone
la postura "fideísta" de Kohler y Bultmann. El primero cree que se pueden
llegar a establecer unos hechos concretos, pero que esto apenas interesa al hombre
de fe: a éste sólo le interesa la interpretación de esos hechos que le da la fe.
El hecho es que Jesús murió; pero lo que de verdad interesa al creyente es que
esa muerte comportó "la reconciliación del hombre con Dios" (2 Cor 5.
19). Bultmann sí cree conveniente
conocer al Jesús histórico. Pero cree que no podemos conocerlo por carecer de
documentos fidedignos, excepto los testimonios de fe. y lo que nos salva no es
conocer al Jesús histórico, sino la proclamación del mensaje, el "kerigma".
En consecuencia, hay que "desmitificar" todo lo posible el mensaje de
Jesús acercándolo a lo que realmente dijo. Utiliza para ello el nuevo método de
la "historia de las formas". Expone que la palabra de Jesús quedó fijada
por escrito en los evangelios después de un periodo de tradición oral, durante
el que ya aparecieron algunos breves escritos; es lógico, pues, intentar retroceder
más allá de los evangelios que conservamos y completar la imagen de Jesús con
la investigación de la tradición oral.
c) Seguimos buscando
al Jesús histórico
Los discípulos de
Bultmann se fueron apartando de su pensamiento. Critican el método de la "historia
de las formas" sobre todo por la excesiva importancia que concede a la creatividad
de la comunidad primitiva, hasta el punto de pensar que la historia era falseada
en nombre de la fe. Y así surge, como hipótesis nueva, la “historia de la redacción”
que subraya la diferencia que hay entre la "forma", transmitida oralmente,
y la "redacción" escrita de esa "forma" por cada evangelista.
El nuevo método trata preferentemente de descubrir cómo entendieron los autores
de los evangelios el dato que recibieron de la tradición, o sea, qué idea se formaba
cada evangelista de los dichos y hechos de Jesús. Y a partir de 1956
empiezan a aparecer nuevas "Vidas de Jesús". Ya no con el objetivo de
ser una auténtica biografía, pero sí apoyadas en criterios de historicidad. El
interés, ahora, es la Persona misma de Jesús.
TRES
ACTITUDES ANTE LA HISTORICIDAD DE JESÚS
Acabamos de plantear
la cuestión de la historicidad de Jesús. Y ante ésta encontramos distintas posturas: ‑Unos dudan.
Se oyen frases, por lo menos ambiguas: como por ejemplo que no sabemos con qué
palabras exactamente instituyó Jesús la Eucaristía, o que los evangelios no ofrecen
una base suficiente para escribir una vida de Jesús... ‑Otros. alarmados
por frases como las anteriores, intentan ceñirse estrictamente a las interpretaciones
tradicionales negando incluso hechos evidentes admitidos ya por los Santos Padres.
interpretando todos los dichos de Jesús como si fuesen una grabación magnetofónica
o una copia taquigráfica. y atribuyendo a las narraciones evangélicas el carácter
de crónica o reportaje o documento de archivo. ‑Otros. Finalmente,
abriendo los ojos, se preguntan cómo explicar las cosas sin caer en los extremos
que acabamos de describir: sin negar el valor histórico de los evangelios ni caer
en la ingenuidad de seguir creyendo que son copia o reportaje exactísimos de las
palabras y los hechos de Jesús.
EN
LOS EVANGELIOS SE ENCUENTRAN EL CRISTO DE LA FE Y EL JESÚS DE LA HISTORIA
Valor histórico de
los evangelios
Partimos
de los siguientes hechos: Una primera conclusión,
pues: los apóstoles tienen un auténtico interés histórico, aunque no en el sentido
grecolatino de exponer una historia razonada y ordenadamente: pero sí tienen intención
de referir y transmitir fielmente. Lógicamente, no hay contradicción entre el
interés histórico y la visión de fe, pues el interés de la fe es precisamente
referir y transmitir fielmente los hechos y dichos de Jesús. Por otra parte, y
a la vez, en los evangelios encontramos los mismos géneros literarios que en la
literatura judaica y que en la helenística; pero estas formas literarias no se
oponen a la veracidad de lo que narran. Por eso podemos concluir que los evangelios,
como la Biblia, son historia. Veamos ahora en qué sentido los evangelios tienen
carácter histórico: a) Principio general: en los evangelios se da una coincidencia sustancial, no una uniformidad
absoluta. Por eso, cuando nos
damos cuenta de las diferencias que presentan los evangelios entre sí (que pueden
llegar a parecernos inexactitudes y hasta contradicciones) es necesario tener
presente: ‑el compromiso
de los apóstoles de atestiguar con toda fidelidad, al menos en cuanto al sentido
de las palabras y a la sustancia de los hechos; ‑los factores,
por otra parte, que favorecen la variedad (por ejemplo, el hecho de tratarse de
una "predicación" en la que cada predicador tiene su visión y estilo
propios); ‑considerando
lo anterior, hay que buscar con sinceridad pero también con calma, teniendo en
cuenta que disponemos de todos los motivos para confiar en estos "testigos
escogidos de antemano por Dios" (Hechos
10,41). b) Aspectos particulares que podrían hacernos dudar del valor histórico de los evangelios son: ‑que los apóstoles
narran después de Pentecostés, con la fe madura que poseen entonces. Y esto puede
ser un peligro de alteraciones en sus relatos: idealizando, tergiversando. Sin
embargo, al analizar los evangelios, descubrimos que los apóstoles no "idealizan":
cuentan las envidias entre ellos (Mc 9,33; Mt 18, 1; Lc 9,46; 22,24‑30),
refieren sus torpezas ante el misterio de la cruz (Mt 18, 22 y ss.; Mc 9,32; Lc
9, 44 y ss.; 18,32 y ss.); incluso en los primeros capítulos de Hechos de los
Apóstoles aparece varias veces la prohibición del Sanedrín de seguir anunciando
el nombre de Jesús, pero nunca se les acusa de falsear los hechos o la personalidad
de Jesús. ‑que las narraciones
y, sobre todo, la doctrina, son expuestas según las necesidades de los oyentes.
Tampoco esto se opone al valor histórico de los evangelios. Porque un auditorio
entendería mejor unos hechos, unas palabras; y otro, otros; a unos les sería descrita
la doctrina con unas palabras, y a otros con otras; pero las aceptaban, y se les
daban, porque eran de Jesús.
El Jesús de la historia
es el Cristo de la fe
Fuera de dudas, los
evangelios tienen un valor histórico. Pero, sobre todo, nos transmiten su fe en
que Jesús de Nazaret, con quien los apóstoles han convivido, es el Cristo en quien
creen y al que anuncian (Hechos 1,21‑22; 2, 22‑24; 3, 13‑16;
4, l0; 4, 18‑20; 13,27‑33...). Por eso no es un atentado contra la
fe el emprender una crítica histórica. Quien cree que Jesucristo es hombre y Dios
encuentra en la historia y en la teología el doble camino hacia su rica personalidad:
la historia le ayudará a conocer el esqueleto de los hechos; la teología revestirá
a ese esqueleto de nervios y de espíritu convirtiendo los hechos en todavía actuales
para nosotros. Pongamos un solo ejemplo: ‑la historia que subyace en los evangelios
nos dice que Jesús anuncia la llegada del Reino (Mc 1, 15), un Reino todavía en
crecimiento (Mt 13,31‑32) y en el que conviven justos y pecadores (Mt 13,
24‑30); él se proclama Rey, pero no acepta ser proclamado Rey (Jn 6, 15);
es decir, no es un rey político ni quiere instaurar un reino como los demás (Jn
18,36); además Jesús presenta una visión religiosa que se funda en una relación
de confianza con el Padre; ni el Templo ni la Ley pueden suplantar el amor a Dios
y al prójimo que se manifiesta en cumplir la voluntad del Padre (Jn 4, 38), servir
a los demás (Mc 10.45); todo esto lleva a Jesús al enfrentamiento con los fariseos,
la clase dirigente; y este enfrentamiento desemboca en una decisión secreta de
condenarlo a muerte; el Sanedrín lo juzga por hechos y palabras que considera
delictivos y, ante la imposibilidad de ejecutar la pena de muerte, lo llevan al
procurador romano Pilato; ante éste cambian las acusaciones religiosas por otras
de tipo político; Pilato confirma la sentencia y es ejecutado clavándolo en una
cruz. y hasta aquí los datos históricos que coinciden con otros ‑pocos‑
de que disponemos en documentos extrabíblicos. ‑la fe y la teología interpretan estos
hechos: Jesús es inocente de los cargos que se le hacen, acepta su propia muerte
porque en ella reconoce la voluntad del Padre, ofrece su vida al Padre en satisfacción
por los pecados de los hombres, por medio de su muerte reconcilia a todos los
hombres con Dios, el mismo que murió ha resucitado.
Datos acerca de Jesús
Vamos a acercarnos
al Jesús que vivió y murió. Será una mirada rápida. pero no una mirada inútil.
Porque ya no nos bastan las respuestas sabidas de antemano. y nos acercarnos a
Jesús con la mirada de la teología ya que tenemos fe. Ésta, muy resumidamente,
es la historia: Hace casi dos mil
años. siendo emperador Tiberio, cuando el imperio de Roma llegaba también a Palestina,
Jesús nació en Belén, de la región de Judea, como había sido profetizado. Pero
su infancia y juventud la pasó en Nazaret, un pueblo de la región de Galilea que,
aunque sometida a los romanos, tenía cierta autonomía. Era conocido como "el
hijo del carpintero" y su madre se llamaba María. Era, pues, judío por nacimiento
y descendiente de David por la rama paterna, pero galileo por residencia. Y, como
artesano, perteneció a la clase media‑baja de su época. Apenas sabemos nada
de su infancia y juventud. Pero ya sabemos bastante de Jesús a partir de su Bautismo
por Juan. En el pobre y dominado país que era Palestina se esperaba como inminente
la llegada del Mesías, el liberador. El Bautista, dejando su retiro monacal, estaba
dejando oír su voz en el desierto: "Algo grande se acerca. Convertíos";
y el signo de la conversión que reclamaba Juan era el Bautismo. Cuando Jesús se
bautizó, sucedió algo especial: el Espíritu de Dios descendió sobre él. Los cuatro
evangelistas conceden especial importancia a este hecho. A partir de aquí. Jesús
inició su ministerio. Pero su anuncio era ya muy diferente del de Juan... Cuando
éste manda preguntar a Jesús si él es el Mesías, ésta fue su respuesta (que nadie
esperaba porque cada uno concebía un Mesías a su medida): "Id a contarle
a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven. los cojos andan. los leprosos
quedan limpios. los sordos oyen. los muertos resucitan, se anuncia a los pobres
la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!" (Mt 11.2‑6).
Se presenta como Mesías
Jesús trae un mensaje
distinto del de Juan: el Reino de Dios. y, a continuación de su Bautismo, "el
Espíritu condujo a Jesús al desierto para que el diablo lo pusiera a prueba".
Nunca sabremos exactamente qué pasó en el desierto, pero el relato de las tentaciones
nos da cuenta perfecta de la decisión de Jesús. En efecto, Jesús decide que él
no iba a ser ni un Mesías materialista que se apoyara en el dinero, ni un Mesías
mago que arrastrara a la gente a base de prodigios, ni un Mesías político que
reinara basándose en el poder, y su decisión llevará a Jesús a la muerte. Porque
el afán de poder, de dinero y de placer son las fuerzas que mueven el mundo. En
el mundo en que vivió Jesús, el poder era detentado por los romanos, los sacerdotes,
los grupos de influencia: el mensaje de Jesús chocará contra éstos. En el mundo
de Jesús el poder económico estaba en manos de unos pocos y, cuando Jesús se ponga
del lado de los pobres y desposeídos, esos pocos colaborarán en su muerte. En
el mundo de Jesús había quienes se movían únicamente tras el placer: los saduceos,
Herodes... también éstos rechazarán el mensaje de Jesús y lo empujarán a la muerte.
y no es que esas fuerzas sean de por sí negativas, pero fácilmente llegan a serio
cuando se convierten en el único norte que guía a las personas y las lleva a que
unas esclavicen a otras. Jesús se presenta
como Mesías. Pero un Mesías distinto al que todos esperaban. y él, hombre libre,
lleva adelante su decisión.
Rasgos excepcionales
de Jesús
* Habla con autoridad.
"Estaban asombrados de su enseñanza porque enseñaba con autoridad, no como
los escribas" (Mc 1,21‑22). Jesús, que quería dejar muy claro su mensaje,
habla como quien sabe muy bien lo que dice y tiene poder para decirlo. Corrige
explicaciones de escribas y fariseos (Mc 7,9‑13), y, aunque no va contra
la Ley (Mt 5, 17 y 55), la corrige y amplía (Mt 5, 21‑48). * Actúa con libertad.
Su libertad nace de la fidelidad al Padre. La voluntad del Padre y su Reinado
es lo único que importa. Por eso Jesús es libre: ‑Ante las personas: no se arrastra ante
los poderosos (Lc 13, 32), se salta los tabúes sociales y escoge personas de diferentes
tendencias para formar los Doce; ‑Ante su familia: a pesar del disgusto
que produce a sus padres, a los doce años permanece en el Templo (Lc 2, 41 y 55.);
sus parientes no quieren que él siga su camino (Mc 3, 20‑21); y antepone
su misión a su familia (Mc 3, 31‑35). Todos dependemos de nuestras familias
y sabemos cuánto cuesta un enfrentamiento...
‑Libre ante los poderes. El poder, de la clase que sea, siempre quiere
manipular a otros. Cuando los fariseos lo acusan de estar endemoniado porque él
se muestra superior al demonio (Mc 3, 22), cuando lo acusan de no cumplir la Ley
por realizar milagros en sábado (Mc. 2, 23‑28), cuando le reprochan que
sus amigos no sean "gente bien" (Mc 2, 15‑17), Jesús sigue obrando
en libertad ante estas presiones. Pilato se siente violento ante Jesús (Lc 23,
1‑7) y, para evitarse problemas en su carrera, primero intenta pasarle el
problema a Herodes ‑ya que Jesús era galileo‑, y finalmente consiente
en su muerte a pesar de que sabe que su reino "no es de este mundo";
también Herodes (Lc 23,8), los saduceos y los herodianos (Mt 22,15‑22 y
23, 33; Jn 8, 1‑11 ), y los zelotas (Mt 22,21), intentan llevar a Jesús
a su terreno. Pero Jesús siempre sigue su camino a pesar de las presiones, de
las trampas. (volver
a índice)
Obra y mensaje de
Jesús
* Jesús, el libre, nos libera. Pues trae una
liberación efectiva: la liberación de la servidumbre de las leyes asfixiantes
(Lc 11 ,38; Mc. 7, 18‑19), de los espíritus impuros que esclavizan a los
hombres interiormente (Mt. 8, 16; 28‑34), de las enfermedades precursoras
de la muerte (Mt 8, 24; Jn 5, 6‑9), de la mismísima muerte (Mt 9, 25; Lc
7,14‑15)... pero, sobre todo, del pecado (Mt 9,2‑6; Lc 7,48; Jn 8,
34‑36). Viene Jesús a liberar a los cautivos y a restituir al hombre su
dignidad perdida (Lc 4, 18; Mc 5, 15). * Un mensaje de justicia. Porque Jesús sabe que
sin justicia no hay libertad: nadie puede ser libre si no deja de ser esclavo.
Jesús destruye las barreras del dinero que levantan la injusticia: se pone decididamente
del lado de los pobres (Lc 6, 21 y ss.) y su manifiesto de las Bienaventuranzas
así lo proclama, ataca a los ricos (Lc 6, 24‑26) porque el dinero es para
compartirlo; y se identifica con los pobres (Mt 25, 34 y 55.): "cuanto hicisteis
a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.. Su enfrentamiento
con los poderes es, a la vez, una toma de partido en favor de los que carecen
de poder. Pero incluso entre los débiles hay clases: es aliado de los más pobres
donde se coloca Jesús: samaritanos, leprosos, prostitutas, pecadores, gentiles,
publicanos, todos los marginados de su tiempo. Y, en una sociedad que relegaba
a la mujer, defiende a éstas del fácil dominio del varón (Mt 19, 3‑12) y
les concede un papel en su grupo. * Hace milagros. Aunque
el número de milagros que se narran en los evangelios deba ser bastante reducido,
es indudable que Jesús realizó milagros, hechos extraordinarios. Y los destinatarios
de éstos fueron sobre todo los pobres... Porque los milagros son signos del Reino
de Dios, anuncios de su liberación, y ponen de manifiesto que el Reino no es una
simple palabra, que realmente ha llegado. * La ley del amor.
Jesús sólo llamó suyo un mandamiento: el del amor. La única exigencia de su Reino
es amar a Dios y al prójimo. Este amor es universal, a todos y no sólo a los amigos
(Mt 5, 43‑47), como universal es su Reino. Y es un amor concreto, no teórico,
que ha de realizarse con hechos. Este mandamiento, antiguo como la Ley de Moisés,
cobra todo su sentido cuando es Jesús el que se propone a sí mismo como modelo:
hasta él se decía "como a ti mismo"; él dirá "como yo os he amado".
Es decir, hasta dar la vida. * Llama a Dios "Padre".
Los judíos designaban a Dios con el nombre de "Yahveh". Pero por respeto
evitaban pronunciarlo y lo sustituían por "Adonai", que marca más la
distancia de Dios respecto al hombre. Jesús, en cambio, lo llama mucho más familiarmente
"Padre". Ésta es la originalidad de Jesús. Esto llama tanto la atención
a sus discípulos que los evangelios, escritos en griego, nos conservan la palabra
aramea que Jesús empleaba, "Abbá". La palabra nuestra que más se acerca,
aun a riesgo de considerarla infantil, es "papá". Pero la connotación
propia de esta palabra no es el infantilismo, sino la familiaridad. Esto muestra
que Jesús concibe a Dios de una manera radicalmente diferente a la de sus contemporáneos;
y que se concibe a sí mismo también de una manera distinta en relación a Dios:
es su Hijo de una manera distinta al resto de los hombres. Esta relación especial
de Jesús con el Padre supone un profundo conocimiento mutuo (Mt 11, 27). De forma
que Jesús se encuentra en íntima y constante relación con Dios, y así nos lo comunican
los evangelios cuando nos indican cómo oraba (Lc 6, 12;11,1).
Una historia distinta
Las
palabras de Jesús y su actuación lo enfrentaron con los poderes: ni el dinero,
ni el placer, ni el poder, concretados en unas personas y en unas clases sociales
determinadas, podían quedarse tan tranquilos ante Jesús. Este enfrentamiento llevó
a Jesús a la muerte. Conocemos sobradamente las circunstancias concretas en que
ésta se produjo. Y sabemos cómo, con su muerte, Jesús nos salva del pecado, de
ese pecado que fue el causante de la muerte de Jesús. Pero lo que ni sus enemigos
imaginaban es que habían matado al verdadero Mesías, un Mesías ni político, ni
mago, ni materialista: un Mesías como el "Siervo de Yahveh" (15 42,1‑4;
52, 13‑53): desprovisto de poder y al servicio de absolutamente todos, sencillo
y al alcance de los sencillos, preocupado por las necesidades de los hombres,
pero abierto, orientado a la riqueza de los bienes y del poder de Dios. (volver
a índice)
A la luz de la Resurrección
Jesucristo se manifiesta como hombre y como Dios. Pero, ¿cómo se unen estas dos
realidades? Veámoslo siguiendo un poco la historia: * En los primeros
siglos, entre los que pensaban que la materia era "mala", resultaba
incomprensible que Dios se hubiera encarnado: para ellos la encarnación no era
más que una apariencia. Los "docetas" (del griego "dokein",
parecer) pensaban que Cristo "parecía" hombre, "parecía" sufrir
y morir; pero en realidad ni padecía ni moría. No es éste el pensamiento de la
Iglesia. Ya en el siglo II decía san Ignacio de Antioquia que Jesucristo salió
realmente de la raza de David, que nació verdaderamente de una Virgen, que fue
realmente atravesado con clavos en su carne por nosotros. * Los adopcionistas,
en cambio, negaban que Cristo fuera Dios: para ellos es sólo un hombre aunque
especialmente "adoptado" por Dios. Y, en la misma línea de los adopcionistas,
Arrio defendía que Cristo no podía ser llamado Dios de la misma manera que el
Padre: aunque Cristo fuera la primera y más perfecta de las criaturas de Dios,
no era un Dios "de primera categoría", como el Padre. Concluimos, pues,
que Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. ¿Cómo se puede ser Dios y hombre
a la vez? * Apolinar (siglo
IV) planteó este problema. Y, para resolverlo, eliminó una de las partes que había
que conjugar. Piensa que no se puede ser Dios y hombre en un solo ser, en una
sola naturaleza. Es decir, que Cristo era Dios completo, pero no un hombre completo:
según Apolinar a Cristo le faltaba el alma para ser hombre totalmente; y el lugar
del alma en Cristo era ocupado por la Persona divina del Verbo. Como hizo notar San
Atanasio, si a Cristo le hubiera faltado el alma no sería no ya hombre completo,
sino ni siquiera hombre: no podría pensar ni amar como hombre. * Yéndose al otro
extremo, Nestorio (siglo V) afirmaba que Cristo era Dios y hombre completo, pero
que ambas realidades estaban como separadas en él, formando dos personas. Para
él María era madre de Cristo, pero no madre de Dios. El Concilio de Éfeso
(siglo V) aclaró que Cristo es una sola persona: la persona divina que ha asumido
perfectamente la naturaleza humana. * Eutiques (siglo
V) pensaba que en Cristo había una sola naturaleza, como pensó Apolinar. Porque
si tuviera naturaleza humana, ésta sería absorbida por la divina "casi como
el agua del mar disuelve y absorbe la gota de miel que cae en él". Es el
"monofisismo" (: una sola naturaleza). El Concilio de Calcedonia
(siglo V) expone así el misterio de Cristo" ..confesamos un solo y mismo
Hijo, nuestro Señor Jesucristo, perfecto en su divinidad, perfecto en su humanidad,
verdadero Dios y verdadero hombre, compuesto de un alma racional y de un cuerpo,
consustancial al Padre por su divinidad, consustancial a nosotros por su humanidad,
en todo semejante a nosotros excepto en el pecado. Engendrado del Padre antes
de todos los siglos, según la divinidad; pero nacido en estos últimos tiempos,
por nosotros y por nuestra salvación, de María, la Virgen, madre de Dios según
la humanidad". En resumen, Jesús
es verdadero Dios y es verdadero hombre. Hemos visto cómo, a lo largo del tiempo,
para conjugar esta difícil antinomia, unos hombres han acentuado más la humanidad
de Cristo; otros, su divinidad; y se han equivocado cuando han querido suprimir
alguna de las dos. Sólo la Iglesia ha mantenido y mantiene lo que constituye nuestra
fe acreditada por la Resurrección: Jesús es Dios y es hombre.
CRISTO
PLENITUD DE LA HISTORIA
Ahora, en nuestro
presente, estamos en el tiempo que va desde la Resurrección hasta la Parusía.
Es el tiempo que los teólogos llaman "de la Iglesia" porque nuestra
historia es el espacio de realización del Cuerpo Místico. La parusía es el término
último de la historia. Que no tiene por qué ser una acontecimiento catastrófico
y que puede coincidir con el punto de "máxima maduración" de la humanidad
la cual, por eso mismo, sería capaz de abrirse plenamente a Dios. Este es el mensaje
fundamental de Teilhard de Chardin: la evolución ha saltado desde la "cosmogénesis"
(cuya finalidad fue alcanzar un cosmos habitable) hasta la "antropogénesis"
(en la que el hombre va perfeccionándose); pero no cesa aquí: sigue hasta la "cristogénesis"
(de forma que la evolución, por la acción de Dios, converge en Cristo y Cristo
da sentido nuevo a la evolución). En esta línea, el progreso de la humanidad,
lejos de ser un acontecimiento indiferente u hostil para un cristiano, es condición
necesaria, aunque no suficiente, para el advenimiento escatológico del Reino de
Dios: el cristiano, por serlo, tiene que interesarse en el desarrollo del hombre
más que el científico, o el marxista, o... Dejando de lado la
compleja problemática teológica, filosófica y científica que la visión de Teilhard
plantea, hay que reconocer que, en su pensamiento, ciencia y religión, evolución
y cristianismo, dejan de mirarse con ojos enemigos para descubrir, mutuamente
admirados, la coincidencia de sus perspectivas. Otras personas buscarán, sin duda
legítimamente, esta coherencia por otros caminos. Teilhard cree encontrarla no
separando los distintos dominios, sino uniéndolos en el hombre: "La ciencia
sola no puede descubrir a Cristo, pero Cristo colma los deseos que nacen en nuestro
corazón en la escuela de la Ciencia". J.C. Sampedro, M. Riquelme, G. Pardo y F. R. Trives: Nosotros, nuestro mundo, nuestra fe. Aguaclara, Valencia 1990. (Apéndice 2º) |