3. La Iglesia de Inglaterra

A primera vista, la separación de la Iglesia de Inglaterra es, de todas las divisiones religiosas que se producen en el siglo XVI, la que menos responde a motivos verdaderamente religiosos: el rey Enrique VIII, deseoso de obtener el divorcio de Catalina de Aragón (hija de los Reyes Católicos) para casarse con Ana Bolena, reclama al Papa la anulación del matrimonio, y, al no concedérsela, decide separarse de Roma y declararse él mismo cabeza de la Iglesia de Inglaterra.

A esta corriente del cristianismo, separada de Roma, se le llama desde entonces anglicanismo.

Pero, aparte de los caprichos del rey y los intereses políticos en juego, es evidente que la desobediencia a Roma fue aceptada sin demasiadas resistencias debido a que, como en Alemania, existía entre la Iglesia y el pueblo un malestar frente al Papado que aprovechó la ocasión para manifestarse.

El caso más conocido de oposición a la separación de Roma fue el del humanista y amigo personal del rey Tomás Moro, quien hubo de pagar con su vida dicha oposición.

 

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