Sectas

 

Grupo de personas unidas por una doctrina común, escindidas de un cuerpo social y/o doctrinal mayor respecto del cual son, en general, más o menos críticas. Etimológicamente deriva de la raíz latina «sequor» (marchar detrás de, tomar por guía a), de «secedo» (apartarse, alejarse), o de la derivación «seco secui sectum» (cortar, partir, amputar).

La relativa imprecisión del término secta, así como la constatación de que el conjunto de intereses que inspira a sus miembros va más allá de lo estrictamente religioso, le acerca con frecuencia al concepto de sociedad secreta, nombre bajo el que se agrupan una gran variedad de asociaciones y organizaciones caracterizadas por imponer a sus miembros ritos iniciáticos específicos, uso de insignias o símbolos a modo de signos de reconocimiento, reglas y costumbres muy estrictas, y algún tipo de lenguaje particular y diferenciador.

Orígenes

La presencia de sectas se detecta en todo tipo de sociedades desde los orígenes de la humanidad. Las religiones mistéricas del antiguo Egipto, Grecia y Roma, o ciertas escuelas filosóficas como el pitagorismo o el neoplatonismo, son ejemplos de esas primeras sectas. También puede incluirse como tal al primitivo cristianismo, generado dentro del judaísmo y luego escindido y enfrentado a él, así como los centenares de heterodoxias cristianas que han ido apareciendo con el paso de los siglos (un proceso que también ha sido común en todas las religiones y sistemas filosóficos aparecidos hasta hoy).

Muchas sectas han conformado asociaciones beneficiosas para sus adeptos y para su entorno social, pero eso no supone, ni mucho menos, una norma generalizable. En todas las culturas y a lo largo de toda la historia han existido sectas cuya finalidad estructural ha sido la de controlar y explotar a sus adeptos y/o llevar a cabo actuaciones delictivas de distinto orden hasta llegar a constituirse en auténticas organizaciones criminales, tal como ha sido el caso de, por ejemplo, la Camándula, que se nutrió del submundo del bandolerismo del medioevo o, más recientemente, de la Camorra y la Mafia italianas, o del Ku Klux Klan, organización racista norteaméricana.

En la actualidad, la inmensa mayoría de las sectas existentes se encuadra dentro de contextos religiosos y, con inusitada pujanza, en el amplio y etéreo mundo de la «autorrealización» en cualquiera de sus formas y posibilidades destinadas a la hipotética mejora del cuerpo, del alma y/o de las relaciones sociales. En lo religioso, predominan los grupos que se acogen a interpretaciones fundamentalistas de textos religiosos clásicos y los que inventan nuevas religiones a partir de elaboraciones sincréticas generalmente de escasa o nula profundidad filosófica. En el campo de la autorrealización, destacan los grupos basados en técnicas y doctrinas orientales, los que se estructuran alrededor de aspectos del mundo de la magia, del ocultismo y del curanderismo, y el muy amplio y diverso

conglomerado de la llamada New Age (Nueva Era), un reciente movimiento originado en Estados Unidos y extendido a todo el mundo que, pese a definirse como «la nueva espiritualidad», no pasa de ser un inteligentísimo montaje de marketing con fines claramente comerciales.

Sectas destructivas

SECTAS-2Entre el sectarismo actual, hay que distinguir entre el que resulta inócuo y/o positivo para sus adeptos, y el que se convierte en una dinámica lesiva para su personalidad y entorno social. Éste último es el propio de las denominadas sectas destructivas, que los expertos definen como todo grupo que, en su dinámica de captación y/o adoctrinamiento, utilice técnicas de persuasión coercitiva que propicien la destrucción (desestructuración) de la personalidad previa del adepto o la dañen severamente; cuya dinámica vital ocasione la destrucción total o severa de los lazos afectivos y de comunicación efectiva del sectario con su entorno social habitual y consigo mismo; y cuya dinámica de funcionamiento le lleve a destruir, a conculcar, derechos jurídicos inalienables en un Estado de Derecho.

Las sectas destructivas, caracterizadas por la explotación a que someten a sus adeptos, su afán por la riqueza ajena, y la generación de diversidad de problemas de índole psicosocial y penal, vienen protagonizando episodios muy graves en todo el mundo desde finales de la década de los años sesenta. Entre los casos más conocidos figuran el suicidio de un millar de adeptos del Templo de Pueblo, la masacre provocada por el enfrentamiento entre los davidianos y la policía, la prostitución «doctrinal» de los seguidores de los Niños de Dios o de Ceis, la corrupción de menores en Edelweiss, los abusos económicos y de poder característicos de Cienciología, etc.

El auge de las sectas destructivas está en relación directa con las situaciones de conflicto y de crisis social, actualmente agravadas por la pérdida general de referencias y valores, el fracaso en que se debaten los marcos ideológicos clásicos (religiones, partidos políticos, etc.), la crisis global del sistema familiar y del sistema educativo-formativo, y por la reacción ante una sociedad cada vez más compleja, agresiva, insolidaria, deshumanizada, falta de afecto y comunicación. Una situación difícil de soportar, en especial para los sujetos más frágiles e inmaduros (jóvenes o no), que son los adeptos habituales de estas sectas.

Tipología del adepto

Mientras que en el origen de una secta destructiva es fundamental la personalidad -muy a menudo psicopatológica- y proceso biográfico de su fundador y líder, en la génesis del sectario son determinantes los problemas de formación/maduración debidos a pautas de actuación erróneas dentro de la familia y, subsidiariamente, los conflictos de relación social. Según los expertos, existe una serie de elementos de riesgo, que definen la llamada personalidad pre-sectaria, adquiridos básicamente dentro de la familia -y que en España, por ejemplo, están presentes en un 13% de los jóvenes-, que determinan en buena medida la posibilidad de ser captado o no por alguna secta. Este tipo de personalidad tiene, según los expertos, muchísimos puntos en común con la génesis de un toxicómano, por eso algunos especialistas tratan esta cuestión como otro tipo más de dependencia autodestructiva.


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