JESÚS DE NAZARET

 

ÍNDICE:

* PREGUNTAS Y RESPUESTAS

 

* ¿QUÉ SABEMOS DE JESÚS?

-a) Hay que saberlo todo sobre la vida de Jesús

-b) La fe no necesita investigar la vida de Jesús

-c) Seguimos buscando al Jesús histórico

 

* TRES ACTITUDES ANTE LA VIDA DE JESÚS

 

* EN LOS EVANGELIOS SE ENCUENTRA EL CRISTO DE LA FE Y EL JESÚS DE LA HISTORIA

- Valor histórico de los evangelios

a) principio general

b) aspectos particulares

- El Jesús de la historia es el Cristo de la fe

 

*JESÚS, UNA HISTORIA DISTINTA

- Datos acerca de Jesús

- Se presenta como Mesías

- Rasgos excepcionales de Jesús

- Obra y mensaje de Jesus

- Una historia distinta

 

* CRISTO, DIOS Y HOMBRE

 

* CRISTO, PLENITUD DE LA HISTORIA.

 

 

 

PREGUNTAS y RESPUESTAS

 

¿Existió Jesús? ¿Es cierto lo que de él nos dicen los evangelios? ¿O éstos nos presentan una figura idealizada?

Estas preguntas pueden brotar de una actitud de incredulidad (todo es un cuento), o de una actitud de indiferencia (yo paso de esto), o de una actitud crítica (necesito conocer en qué se basa mi fe).

Cualquier persona sensata acepta que Jesús existió histórica y realmente, pero que ese tal Jesús es el Hijo de Dios es una afirmación sólo es posible desde la fe.

Estas preguntas, además, no son nuevas. Algunos cristianos se las formularon hace ya incluso siglos. y, para responderlas, han ido surgiendo investigaciones, respuestas, nuevas preguntas... que nos interesan: sobre todo si somos cristianos y nos interesan las cosas de nuestra fe: saber en quién creemos, saber lo que creemos, saber por qué creemos. Esto nos exigirá un trabajo serio a lo largo del cual, como en tantos otros trabajos, tendremos que atenernos a las conclusiones de los especialistas. Pero ya no podemos conformarnos con una lectura superficial de los evangelios como no nos conformamos con la superficialidad en otros aspectos de nuestra vida y cultura. la teología es el fruto de la razón del creyente aplicada a la fe buscando la comprensión de lo que se cree. (volver a índice)

 

¿QUÉ SABEMOS DE JESÚS?

 

A las preguntas sobre Jesús se han dado muchas respuestas. y casi todas surgen de los evangelios.

Los evangelios fueron escritos por personas creyentes, es decir, iluminadas por la fe. Lo que escribieron no fue una reproducción exactísima de los hechos y las palabras de Jesús, sino que adaptaban su narración, como no podía ser menos, a las circunstancias de los oyentes: cada evangelio responde a la finalidad que cada evangelista se propuso.

Esto no supuso problema alguno durante mucho tiempo: se aceptaba con naturalidad que los evangelios eran históricos. Pero en el siglo XVIII, con la ilustración, se plantea el problema: ¿Existió Jesús? ¿Qué hizo en realidad? ¿Qué dijo de verdad? ¿Quién es?

A estas preguntas se han dado muchas respuestas que aquí agrupamos en los tres apartados siguientes. (volver a índice)

 

a) hay que saberlo todo sobre la vida de Jesús.

 

En 1778 unos discípulos de REIMARUS, fallecido diez años antes, publicaron el manuscrito inédito de su maestro "La intención de Jesús y sus discípulos". En él se afirma que la intención de Jesús fue puramente política: era el Mesías libertador que el pueblo de Israel esperaba. Al fracasar Jesús, sus discípulos inventaron la Resurrección, tratando de convertir el fracaso en triunfo: idealizaron la figura de Jesús al que consideraron "el Señor" y" Cristo" . Según esta teoría (llamada "del fraude" ) el Jesús de los evangelios no se parece en nada al Jesús que realmente vivió.

A partir del libro de Reimarus proliferaron las "Vidas de Jesús". que buscaban presentar su figura como sólo humana prescindiendo de tantas otras cosas como hay en los evangelios. Hasta que STRAUS dio un nuevo paso con su "Vida de Jesús enjuiciada críticamente" (1835/36). Rechazando tanto la antigua manera de ver a Jesús ("sobrenaturalista") como la "racionalista" que acabamos de ver. Straus piensa que la fe de la primitiva comunidad hizo que se aplicaran a Jesús mitos anteriores, de modo que Jesús fue convertido en "Cristo"; por eso los evangelios presentan la figura de Cristo. pero ésa no es la imagen de lo que Jesús fue realmente, sino el resultado de una leyenda poética. Consecuentemente el núcleo histórico de lo que fue Jesús de Nazaret sólo puede alcanzarse aplicando la crítica histórica. despojando a los evangelios de todo lo que sea mítico (milagros, ideas y esperanzas de la época, himnos, largos discursos...). La de Straus es llamada "teoría del mito".

Posteriormente, la llamada "escuela escatológica" dará por finalizado y fracasado este intento, que viene desde Reimarus. de "saberlo todo sobre la vida de Jesús". Se creerá absurdo e Imposible pretender alcanzar una imagen humana de Jesús: "La vida de Jesús no se puede escribir" (Harnack).

 

b) La fe no necesita investigar la vida de Jesús

 

A la anterior se opone la postura "fideísta" de Kohler y Bultmann. El primero cree que se pueden llegar a establecer unos hechos concretos, pero que esto apenas interesa al hombre de fe: a éste sólo le interesa la interpretación de esos hechos que le da la fe. El hecho es que Jesús murió; pero lo que de verdad interesa al creyente es que esa muerte comportó "la reconciliación del hombre con Dios" (2 Cor 5. 19).

Bultmann sí cree conveniente conocer al Jesús histórico. Pero cree que no podemos conocerlo por carecer de documentos fidedignos, excepto los testimonios de fe. y lo que nos salva no es conocer al Jesús histórico, sino la proclamación del mensaje, el "kerigma". En consecuencia, hay que "desmitificar" todo lo posible el mensaje de Jesús acercándolo a lo que realmente dijo. Utiliza para ello el nuevo método de la "historia de las formas". Expone que la palabra de Jesús quedó fijada por escrito en los evangelios después de un periodo de tradición oral, durante el que ya aparecieron algunos breves escritos; es lógico, pues, intentar retroceder más allá de los evangelios que conservamos y completar la imagen de Jesús con la investigación de la tradición oral.

 

c) Seguimos buscando al Jesús histórico

 

Los discípulos de Bultmann se fueron apartando de su pensamiento. Critican el método de la "historia de las formas" sobre todo por la excesiva importancia que concede a la creatividad de la comunidad primitiva, hasta el punto de pensar que la historia era falseada en nombre de la fe. Y así surge, como hipótesis nueva, la “historia de la redacción” que subraya la diferencia que hay entre la "forma", transmitida oralmente, y la "redacción" escrita de esa "forma" por cada evangelista. El nuevo método trata preferentemente de descubrir cómo entendieron los autores de los evangelios el dato que recibieron de la tradición, o sea, qué idea se formaba cada evangelista de los dichos y hechos de Jesús.

Y a partir de 1956 empiezan a aparecer nuevas "Vidas de Jesús". Ya no con el objetivo de ser una auténtica biografía, pero sí apoyadas en criterios de historicidad. El interés, ahora, es la Persona misma de Jesús. (volver a índice)

 

TRES ACTITUDES ANTE LA HISTORICIDAD DE JESÚS

 

Acabamos de plantear la cuestión de la historicidad de Jesús. Y ante ésta encontramos distintas posturas:

‑Unos dudan. Se oyen frases, por lo menos ambiguas: como por ejemplo que no sabemos con qué palabras exactamente instituyó Jesús la Eucaristía, o que los evangelios no ofrecen una base suficiente para escribir una vida de Jesús...

‑Otros. alarmados por frases como las anteriores, intentan ceñirse estrictamente a las interpretaciones tradicionales negando incluso hechos evidentes admitidos ya por los Santos Padres. interpretando todos los dichos de Jesús como si fuesen una grabación magnetofónica o una copia taquigráfica. y atribuyendo a las narraciones evangélicas el carácter de crónica o reportaje o documento de archivo.

‑Otros. Finalmente, abriendo los ojos, se preguntan cómo explicar las cosas sin caer en los extremos que acabamos de describir: sin negar el valor histórico de los evangelios ni caer en la ingenuidad de seguir creyendo que son copia o reportaje exactísimos de las palabras y los hechos de Jesús. (volver a índice)

 

EN LOS EVANGELIOS SE ENCUENTRAN EL CRISTO DE LA FE Y EL JESÚS DE LA HISTORIA

 

Valor histórico de los evangelios

 

Partimos de los siguientes hechos:
a) La primitiva comunidad cristiana no es una comunidad anónima, sino una comunidad bien conocida e identificada, guiada por los apóstoles como autorizados testigos oculares.
b) Estos testigos son muy conscientes de su responsabilidad en la conservación y transmisión exacta de lo que han de atestiguar (Lc 1, 1‑4: Hechos 2, 32; 3,15; 5, 32; 10, 39).
c) No sólo transmiten fielmente, sino que controlan para que lo transmitido sea conservado sin alteraciones (Hechos 8,14: 19 Cor 11, 23‑35: 15, 1‑9: Gal l, 11).
d) A estos controles hay que añadir el control mutuo de las diferentes comunidades. que acentúa el carácter conservador propio de los ambientes en que prevalece la tradición oral.

Una primera conclusión, pues: los apóstoles tienen un auténtico interés histórico, aunque no en el sentido grecolatino de exponer una historia razonada y ordenadamente: pero sí tienen intención de referir y transmitir fielmente. Lógicamente, no hay contradicción entre el interés histórico y la visión de fe, pues el interés de la fe es precisamente referir y transmitir fielmente los hechos y dichos de Jesús.

Por otra parte, y a la vez, en los evangelios encontramos los mismos géneros literarios que en la literatura judaica y que en la helenística; pero estas formas literarias no se oponen a la veracidad de lo que narran. Por eso podemos concluir que los evangelios, como la Biblia, son historia. Veamos ahora en qué sentido los evangelios tienen carácter histórico:

a) Principio general: en los evangelios se da una coincidencia sustancial, no una uniformidad absoluta.

Por eso, cuando nos damos cuenta de las diferencias que presentan los evangelios entre sí (que pueden llegar a parecernos inexactitudes y hasta contradicciones) es necesario tener presente:

‑el compromiso de los apóstoles de atestiguar con toda fidelidad, al menos en cuanto al sentido de las palabras y a la sustancia de los hechos;

‑los factores, por otra parte, que favorecen la variedad (por ejemplo, el hecho de tratarse de una "predicación" en la que cada predicador tiene su visión y estilo propios);

‑considerando lo anterior, hay que buscar con sinceridad pero también con calma, teniendo en cuenta que disponemos de todos los motivos para confiar en estos "testigos escogidos de antemano por Dios"  (Hechos 10,41).

b) Aspectos particulares que podrían hacernos dudar del valor histórico de los evangelios son:

‑que los apóstoles narran después de Pentecostés, con la fe madura que poseen entonces. Y esto puede ser un peligro de alteraciones en sus relatos: idealizando, tergiversando. Sin embargo, al analizar los evangelios, descubrimos que los apóstoles no "idealizan": cuentan las envidias entre ellos (Mc 9,33; Mt 18, 1; Lc 9,46; 22,24‑30), refieren sus torpezas ante el misterio de la cruz (Mt 18, 22 y ss.; Mc 9,32; Lc 9, 44 y ss.; 18,32 y ss.); incluso en los primeros capítulos de Hechos de los Apóstoles aparece varias veces la prohibición del Sanedrín de seguir anunciando el nombre de Jesús, pero nunca se les acusa de falsear los hechos o la personalidad de Jesús.

‑que las narraciones y, sobre todo, la doctrina, son expuestas según las necesidades de los oyentes. Tampoco esto se opone al valor histórico de los evangelios. Porque un auditorio entendería mejor unos hechos, unas palabras; y otro, otros; a unos les sería descrita la doctrina con unas palabras, y a otros con otras; pero las aceptaban, y se les daban, porque eran de Jesús.

 

El Jesús de la historia es el Cristo de la fe

 

Fuera de dudas, los evangelios tienen un valor histórico. Pero, sobre todo, nos transmiten su fe en que Jesús de Nazaret, con quien los apóstoles han convivido, es el Cristo en quien creen y al que anuncian (Hechos 1,21‑22; 2, 22‑24; 3, 13‑16; 4, l0; 4, 18‑20; 13,27‑33...). Por eso no es un atentado contra la fe el emprender una crítica histórica. Quien cree que Jesucristo es hombre y Dios encuentra en la historia y en la teología el doble camino hacia su rica personalidad: la historia le ayudará a conocer el esqueleto de los hechos; la teología revestirá a ese esqueleto de nervios y de espíritu convirtiendo los hechos en todavía actuales para nosotros.

Pongamos un solo ejemplo:

     ‑la historia que subyace en los evangelios nos dice que Jesús anuncia la llegada del Reino (Mc 1, 15), un Reino todavía en crecimiento (Mt 13,31‑32) y en el que conviven justos y pecadores (Mt 13, 24‑30); él se proclama Rey, pero no acepta ser proclamado Rey (Jn 6, 15); es decir, no es un rey político ni quiere instaurar un reino como los demás (Jn 18,36); además Jesús presenta una visión religiosa que se funda en una relación de confianza con el Padre; ni el Templo ni la Ley pueden suplantar el amor a Dios y al prójimo que se manifiesta en cumplir la voluntad del Padre (Jn 4, 38), servir a los demás (Mc 10.45); todo esto lleva a Jesús al enfrentamiento con los fariseos, la clase dirigente; y este enfrentamiento desemboca en una decisión secreta de condenarlo a muerte; el Sanedrín lo juzga por hechos y palabras que considera delictivos y, ante la imposibilidad de ejecutar la pena de muerte, lo llevan al procurador romano Pilato; ante éste cambian las acusaciones religiosas por otras de tipo político; Pilato confirma la sentencia y es ejecutado clavándolo en una cruz. y hasta aquí los datos históricos que coinciden con otros ‑pocos‑ de que disponemos en documentos extrabíblicos.

     ‑la fe y la teología interpretan estos hechos: Jesús es inocente de los cargos que se le hacen, acepta su propia muerte porque en ella reconoce la voluntad del Padre, ofrece su vida al Padre en satisfacción por los pecados de los hombres, por medio de su muerte reconcilia a todos los hombres con Dios, el mismo que murió ha resucitado. (volver a índice)

 

JESÚS, UNA HISTORIA DISTINTA

 

Datos acerca de Jesús

 

Vamos a acercarnos al Jesús que vivió y murió. Será una mirada rápida. pero no una mirada inútil. Porque ya no nos bastan las respuestas sabidas de antemano. y nos acercarnos a Jesús con la mirada de la teología ya que tenemos fe. Ésta, muy resumidamente, es la historia:

Hace casi dos mil años. siendo emperador Tiberio, cuando el imperio de Roma llegaba también a Palestina, Jesús nació en Belén, de la región de Judea, como había sido profetizado. Pero su infancia y juventud la pasó en Nazaret, un pueblo de la región de Galilea que, aunque sometida a los romanos, tenía cierta autonomía. Era conocido como "el hijo del carpintero" y su madre se llamaba María. Era, pues, judío por nacimiento y descendiente de David por la rama paterna, pero galileo por residencia. Y, como artesano, perteneció a la clase media‑baja de su época.

Apenas sabemos nada de su infancia y juventud. Pero ya sabemos bastante de Jesús a partir de su Bautismo por Juan. En el pobre y dominado país que era Palestina se esperaba como inminente la llegada del Mesías, el liberador. El Bautista, dejando su retiro monacal, estaba dejando oír su voz en el desierto: "Algo grande se acerca. Convertíos"; y el signo de la conversión que reclamaba Juan era el Bautismo. Cuando Jesús se bautizó, sucedió algo especial: el Espíritu de Dios descendió sobre él. Los cuatro evangelistas conceden especial importancia a este hecho. A partir de aquí. Jesús inició su ministerio. Pero su anuncio era ya muy diferente del de Juan... Cuando éste manda preguntar a Jesús si él es el Mesías, ésta fue su respuesta (que nadie esperaba porque cada uno concebía un Mesías a su medida): "Id a contarle a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven. los cojos andan. los leprosos quedan limpios. los sordos oyen. los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!" (Mt 11.2‑6). (volver a índice)

 

Se presenta como Mesías

 

Jesús trae un mensaje distinto del de Juan: el Reino de Dios. y, a continuación de su Bautismo, "el Espíritu condujo a Jesús al desierto para que el diablo lo pusiera a prueba". Nunca sabremos exactamente qué pasó en el desierto, pero el relato de las tentaciones nos da cuenta perfecta de la decisión de Jesús. En efecto, Jesús decide que él no iba a ser ni un Mesías materialista que se apoyara en el dinero, ni un Mesías mago que arrastrara a la gente a base de prodigios, ni un Mesías político que reinara basándose en el poder, y su decisión llevará a Jesús a la muerte. Porque el afán de poder, de dinero y de placer son las fuerzas que mueven el mundo. En el mundo en que vivió Jesús, el poder era detentado por los romanos, los sacerdotes, los grupos de influencia: el mensaje de Jesús chocará contra éstos. En el mundo de Jesús el poder económico estaba en manos de unos pocos y, cuando Jesús se ponga del lado de los pobres y desposeídos, esos pocos colaborarán en su muerte. En el mundo de Jesús había quienes se movían únicamente tras el placer: los saduceos, Herodes... también éstos rechazarán el mensaje de Jesús y lo empujarán a la muerte. y no es que esas fuerzas sean de por sí negativas, pero fácilmente llegan a serio cuando se convierten en el único norte que guía a las personas y las lleva a que unas esclavicen a otras.

Jesús se presenta como Mesías. Pero un Mesías distinto al que todos esperaban. y él, hombre libre, lleva adelante su decisión. (volver a índice)

 

Rasgos excepcionales de Jesús

 

* Habla con autoridad. "Estaban asombrados de su enseñanza porque enseñaba con autoridad, no como los escribas" (Mc 1,21‑22). Jesús, que quería dejar muy claro su mensaje, habla como quien sabe muy bien lo que dice y tiene poder para decirlo. Corrige explicaciones de escribas y fariseos (Mc 7,9‑13), y, aunque no va contra la Ley (Mt 5, 17 y 55), la corrige y amplía (Mt 5, 21‑48).

* Actúa con libertad. Su libertad nace de la fidelidad al Padre. La voluntad del Padre y su Reinado es lo único que importa. Por eso Jesús es libre:

     ‑Ante las personas: no se arrastra ante los poderosos (Lc 13, 32), se salta los tabúes sociales y escoge personas de diferentes tendencias para formar los Doce;

     ‑Ante su familia: a pesar del disgusto que produce a sus padres, a los doce años permanece en el Templo (Lc 2, 41 y 55.); sus parientes no quieren que él siga su camino (Mc 3, 20‑21); y antepone su misión a su familia (Mc 3, 31‑35). Todos dependemos de nuestras familias y sabemos cuánto cuesta un enfrentamiento...

     ‑Libre ante los poderes. El poder, de la clase que sea, siempre quiere manipular a otros. Cuando los fariseos lo acusan de estar endemoniado porque él se muestra superior al demonio (Mc 3, 22), cuando lo acusan de no cumplir la Ley por realizar milagros en sábado (Mc. 2, 23‑28), cuando le reprochan que sus amigos no sean "gente bien" (Mc 2, 15‑17), Jesús sigue obrando en libertad ante estas presiones. Pilato se siente violento ante Jesús (Lc 23, 1‑7) y, para evitarse problemas en su carrera, primero intenta pasarle el problema a Herodes ‑ya que Jesús era galileo‑, y finalmente consiente en su muerte a pesar de que sabe que su reino "no es de este mundo"; también Herodes (Lc 23,8), los saduceos y los herodianos (Mt 22,15‑22 y 23, 33; Jn 8, 1‑11 ), y los zelotas (Mt 22,21), intentan llevar a Jesús a su terreno. Pero Jesús siempre sigue su camino a pesar de las presiones, de las trampas. (volver a índice)

 

Obra y mensaje de Jesús

 

*  Jesús, el libre, nos libera. Pues trae una liberación efectiva: la liberación de la servidumbre de las leyes asfixiantes (Lc 11 ,38; Mc. 7, 18‑19), de los espíritus impuros que esclavizan a los hombres interiormente (Mt. 8, 16; 28‑34), de las enfermedades precursoras de la muerte (Mt 8, 24; Jn 5, 6‑9), de la mismísima muerte (Mt 9, 25; Lc 7,14‑15)... pero, sobre todo, del pecado (Mt 9,2‑6; Lc 7,48; Jn 8, 34‑36). Viene Jesús a liberar a los cautivos y a restituir al hombre su dignidad perdida (Lc 4, 18; Mc 5, 15).

*  Un mensaje de justicia. Porque Jesús sabe que sin justicia no hay libertad: nadie puede ser libre si no deja de ser esclavo. Jesús destruye las barreras del dinero que levantan la injusticia: se pone decididamente del lado de los pobres (Lc 6, 21 y ss.) y su manifiesto de las Bienaventuranzas así lo proclama, ataca a los ricos (Lc 6, 24‑26) porque el dinero es para compartirlo; y se identifica con los pobres (Mt 25, 34 y 55.): "cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.. Su enfrentamiento con los poderes es, a la vez, una toma de partido en favor de los que carecen de poder. Pero incluso entre los débiles hay clases: es aliado de los más pobres donde se coloca Jesús: samaritanos, leprosos, prostitutas, pecadores, gentiles, publicanos, todos los marginados de su tiempo. Y, en una sociedad que relegaba a la mujer, defiende a éstas del fácil dominio del varón (Mt 19, 3‑12) y les concede un papel en su grupo.

* Hace milagros. Aunque el número de milagros que se narran en los evangelios deba ser bastante reducido, es indudable que Jesús realizó milagros, hechos extraordinarios. Y los destinatarios de éstos fueron sobre todo los pobres... Porque los milagros son signos del Reino de Dios, anuncios de su liberación, y ponen de manifiesto que el Reino no es una simple palabra, que realmente ha llegado.

* La ley del amor. Jesús sólo llamó suyo un mandamiento: el del amor. La única exigencia de su Reino es amar a Dios y al prójimo. Este amor es universal, a todos y no sólo a los amigos (Mt 5, 43‑47), como universal es su Reino. Y es un amor concreto, no teórico, que ha de realizarse con hechos. Este mandamiento, antiguo como la Ley de Moisés, cobra todo su sentido cuando es Jesús el que se propone a sí mismo como modelo: hasta él se decía "como a ti mismo"; él dirá "como yo os he amado". Es decir, hasta dar la vida.

* Llama a Dios "Padre". Los judíos designaban a Dios con el nombre de "Yahveh". Pero por respeto evitaban pronunciarlo y lo sustituían por "Adonai", que marca más la distancia de Dios respecto al hombre. Jesús, en cambio, lo llama mucho más familiarmente "Padre". Ésta es la originalidad de Jesús. Esto llama tanto la atención a sus discípulos que los evangelios, escritos en griego, nos conservan la palabra aramea que Jesús empleaba, "Abbá". La palabra nuestra que más se acerca, aun a riesgo de considerarla infantil, es "papá". Pero la connotación propia de esta palabra no es el infantilismo, sino la familiaridad. Esto muestra que Jesús concibe a Dios de una manera radicalmente diferente a la de sus contemporáneos; y que se concibe a sí mismo también de una manera distinta en relación a Dios: es su Hijo de una manera distinta al resto de los hombres. Esta relación especial de Jesús con el Padre supone un profundo conocimiento mutuo (Mt 11, 27). De forma que Jesús se encuentra en íntima y constante relación con Dios, y así nos lo comunican los evangelios cuando nos indican cómo oraba (Lc 6, 12;11,1).

 

Una historia distinta

 

Las palabras de Jesús y su actuación lo enfrentaron con los poderes: ni el dinero, ni el placer, ni el poder, concretados en unas personas y en unas clases sociales determinadas, podían quedarse tan tranquilos ante Jesús. Este enfrentamiento llevó a Jesús a la muerte. Conocemos sobradamente las circunstancias concretas en que ésta se produjo. Y sabemos cómo, con su muerte, Jesús nos salva del pecado, de ese pecado que fue el causante de la muerte de Jesús. Pero lo que ni sus enemigos imaginaban es que habían matado al verdadero Mesías, un Mesías ni político, ni mago, ni materialista: un Mesías como el "Siervo de Yahveh" (15 42,1‑4; 52, 13‑53): desprovisto de poder y al servicio de absolutamente todos, sencillo y al alcance de los sencillos, preocupado por las necesidades de los hombres, pero abierto, orientado a la riqueza de los bienes y del poder de Dios. (volver a índice)

 

CRISTO, DIOS Y HOMBRE

 

A la luz de la Resurrección Jesucristo se manifiesta como hombre y como Dios. Pero, ¿cómo se unen estas dos realidades? Veámoslo siguiendo un poco la historia:

* En los primeros siglos, entre los que pensaban que la materia era "mala", resultaba incomprensible que Dios se hubiera encarnado: para ellos la encarnación no era más que una apariencia. Los "docetas" (del griego "dokein", parecer) pensaban que Cristo "parecía" hombre, "parecía" sufrir y morir; pero en realidad ni padecía ni moría. No es éste el pensamiento de la Iglesia. Ya en el siglo II decía san Ignacio de Antioquia que Jesucristo salió realmente de la raza de David, que nació verdaderamente de una Virgen, que fue realmente atravesado con clavos en su carne por nosotros.

* Los adopcionistas, en cambio, negaban que Cristo fuera Dios: para ellos es sólo un hombre aunque especialmente "adoptado" por Dios. Y, en la misma línea de los adopcionistas, Arrio defendía que Cristo no podía ser llamado Dios de la misma manera que el Padre: aunque Cristo fuera la primera y más perfecta de las criaturas de Dios, no era un Dios "de primera categoría", como el Padre.

Concluimos, pues, que Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. ¿Cómo se puede ser Dios y hombre a la vez?

* Apolinar (siglo IV) planteó este problema. Y, para resolverlo, eliminó una de las partes que había que conjugar. Piensa que no se puede ser Dios y hombre en un solo ser, en una sola naturaleza. Es decir, que Cristo era Dios completo, pero no un hombre completo: según Apolinar a Cristo le faltaba el alma para ser hombre totalmente; y el lugar del alma en Cristo era ocupado por la Persona divina del Verbo.

Como hizo notar San Atanasio, si a Cristo le hubiera faltado el alma no sería no ya hombre completo, sino ni siquiera hombre: no podría pensar ni amar como hombre.

* Yéndose al otro extremo, Nestorio (siglo V) afirmaba que Cristo era Dios y hombre completo, pero que ambas realidades estaban como separadas en él, formando dos personas. Para él María era madre de Cristo, pero no madre de Dios.

El Concilio de Éfeso (siglo V) aclaró que Cristo es una sola persona: la persona divina que ha asumido perfectamente la naturaleza humana.

* Eutiques (siglo V) pensaba que en Cristo había una sola naturaleza, como pensó Apolinar. Porque si tuviera naturaleza humana, ésta sería absorbida por la divina "casi como el agua del mar disuelve y absorbe la gota de miel que cae en él". Es el "monofisismo" (: una sola naturaleza).

El Concilio de Calcedonia (siglo V) expone así el misterio de Cristo" ..confesamos un solo y mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, perfecto en su divinidad, perfecto en su humanidad, verdadero Dios y verdadero hombre, compuesto de un alma racional y de un cuerpo, consustancial al Padre por su divinidad, consustancial a nosotros por su humanidad, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado. Engendrado del Padre antes de todos los siglos, según la divinidad; pero nacido en estos últimos tiempos, por nosotros y por nuestra salvación, de María, la Virgen, madre de Dios según la humanidad".

En resumen, Jesús es verdadero Dios y es verdadero hombre. Hemos visto cómo, a lo largo del tiempo, para conjugar esta difícil antinomia, unos hombres han acentuado más la humanidad de Cristo; otros, su divinidad; y se han equivocado cuando han querido suprimir alguna de las dos. Sólo la Iglesia ha mantenido y mantiene lo que constituye nuestra fe acreditada por la Resurrección: Jesús es Dios y es hombre. (volver a índice)

 

CRISTO PLENITUD DE LA HISTORIA

 

Ahora, en nuestro presente, estamos en el tiempo que va desde la Resurrección hasta la Parusía. Es el tiempo que los teólogos llaman "de la Iglesia" porque nuestra historia es el espacio de realización del Cuerpo Místico. La parusía es el término último de la historia. Que no tiene por qué ser una acontecimiento catastrófico y que puede coincidir con el punto de "máxima maduración" de la humanidad la cual, por eso mismo, sería capaz de abrirse plenamente a Dios.

Este es el mensaje fundamental de Teilhard de Chardin: la evolución ha saltado desde la "cosmogénesis" (cuya finalidad fue alcanzar un cosmos habitable) hasta la "antropogénesis" (en la que el hombre va perfeccionándose); pero no cesa aquí: sigue hasta la "cristogénesis" (de forma que la evolución, por la acción de Dios, converge en Cristo y Cristo da sentido nuevo a la evolución). En esta línea, el progreso de la humanidad, lejos de ser un acontecimiento indiferente u hostil para un cristiano, es condición necesaria, aunque no suficiente, para el advenimiento escatológico del Reino de Dios: el cristiano, por serlo, tiene que interesarse en el desarrollo del hombre más que el científico, o el marxista, o...

Dejando de lado la compleja problemática teológica, filosófica y científica que la visión de Teilhard plantea, hay que reconocer que, en su pensamiento, ciencia y religión, evolución y cristianismo, dejan de mirarse con ojos enemigos para descubrir, mutuamente admirados, la coincidencia de sus perspectivas. Otras personas buscarán, sin duda legítimamente, esta coherencia por otros caminos. Teilhard cree encontrarla no separando los distintos dominios, sino uniéndolos en el hombre: "La ciencia sola no puede descubrir a Cristo, pero Cristo colma los deseos que nacen en nuestro corazón en la escuela de la Ciencia". (volver a índice)

J.C. Sampedro, M. Riquelme, G. Pardo y F. R. Trives: Nosotros, nuestro mundo, nuestra fe. Aguaclara, Valencia 1990. (Apéndice 2º)