El cristianismo(1)

  Amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios (1 Jn 4,7).

1. Definición

2. La autenticidad de los evangelios

3. El evangelio

4. La vida de Jesucristo

5. Credo

a) Catecismos

b) La fe cristiana

6. Culto

a) Sacramentos

b) La misa católica

c) Liturgia y fiestas

7. Moral

8. La Iglesia

a) Su Historia

- Primitiva

- Período romano antes de Constantino

- Período constantiniano

- La Iglesia medieval

- La Iglesia de los tiempos modernos

b) Su organización

- El Papa

- Concilios y sínodos

- Sacerdocio y ministerio sacerdotal

9. Herejías y cismas

a) La ortodoxia

b) El protestantismo

10. El ecumenismo

11. Problemas actuales

a) El ecumenismo

b) El reto de las vocaciones

c) La expresión de la fe hoy

d) La identidad cristiana y eclesial





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1. Definición



El cristianismo es la religión de los que creen que Jesucristo es hijo de Dios, muerto y resucitado, que vino a anunciar a los hombres la buena nueva de su salvación.

Este mensaje de un enviado de Dios, divino él mismo, tiene su fuente en el libro del judaísmo: la Biblia. Como dice Daniel Sibony, es un "estallido crístico" de la misma. Es entonces la afirmación de que los tiempos predichos por el Antiguo Testamento han llegado ya, de que el reino de Dios anunciado por los profetas está ya en medio de nosotros. La letra se ha cumplido, porque ella se ha encarnado en el Mesías(2), hijo de Dios.

Es también un "escándalo para los judíos" y para los musulmanes, que no pueden admitir que el Dios único no sea UNO, que Dios pueda tener un hijo, o que un hombre tenga la audacia sacrílega de pretender ser "hijo de Dios".

La fe judía se basaba en la palabra de Dios conservada en la Biblia. La fe cristiana tiene su fundamento en las palabras, en la enseñanza, los gestos y la vida de un hombre-dios, cuya historia se nos narra en cuatros libros que tienen por autores a Marcos, Mateo, Lucas y Juan. Es la "religión de una persona y no de un libro". Por otra parte, los primeros creyentes, las jóvenes comunidades cristianas vivieron más de treinta años sin tener ningún texto.

Esta comunidad que se da unas reglas de funcionamiento, que va fijando progresivamente sus hábitos, sus creencias y ritos, es la Iglesia primitiva. A lo largo de los siglos se convertirá en una institución conquistadora, perseguida unas veces y otras poderosa, y también a veces dividida: la Iglesia.

Para estudiar el cristianismo, hemos de examinar sucesivamente:

- la credibilidad de los textos fundadores: los evangelios;

- la vida, la persona y el mensaje de Jesús;

- el credo de la iglesia y su culto; su moral;

- su historia y su funcionamiento;

- sus divisiones (herejías(3), cismas);

.- el protestantismo;

.- la ortodoxia;

- el ecumenismo y los problemas contemporáneos.

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2. La autenticidad de los evangelios


Durante bastante tiempo, en el siglo XIX, los historiadores dudaron de la existencia de un "tal Jesús". Hoy, esta existencia histórica no la discute nadie.

La atestiguan varios historiadores antiguos: Thallus, liberto de Tiberio (+ antes del 60); Flavio Josefo, historiador judío; Tácito; Suetonio. Hubo ciertamente en Judea, bajo el principado de Tiberio, un judío llamado Jesús; lo llamaban Mesías; enseñaba al pueblo y fue enviado al suplicio, siendo procurador Poncio Pilato...

Los textos de origen cristiano -el Nuevo Testamento- son fechados actualmente por las cartas del apóstol(4) Pablo. Dos hechos que se nos narran en los Hechos de los apóstoles permiten fecharlas: el encuentro de Pablo con el procónsul Lucio Junio Galión en Corinto, a final del año 51, y su comparecencia ante el procurador Festo en el 59-60.

Habiendo sido crucificado Jesús probablemente el año 30, se confirma por lo tanto la existencia de comunidades de creyentes unos veinte años después de su muerte. Y las cartas de Pablo dan al mismo tiempo datos sobre la existencia de Jesús y sobre la fe de las primeras Iglesias(5) cristianas.

La redacción de los relatos de los hechos y gestos de Jesús; es decir, de los evangelios, es posterior a las cartas de Pablo. El evangelio más antiguo es el de Marcos. Fue escrito seguramente en Roma, entre la persecución de Nerón y la toma de Jerusalén por Tito, es decir entre el 64 y el 70. el texto de Mateo redactado al parecer en Siria, se sitúa alrededor de los años 80-90, mientras las jóvenes comunidades cristianas se oponían a los judíos tradicionales.

Lucas se dirige más bien hacia los paganos. Dispone de los documentos escritos u orales que ha recogido. Se cree que los puso en forma después de la toma de Jerusalén, lo más tarde en los años 80. seguramente Lucas había escrito ya bastante antes los Hechos de los apóstoles, probablemente antes del martirio de Pablo, hacia el año 63.

En cuanto a Juan, tenemos un papiro egipcio de su capítulo 18, que es seguramente de la primera mitad del siglo II; esto demuestra que el texto primitivo podría haber sido escrito hacia el año 90. Algunos exegetas lo hacen incluso remontar alrededor del año 70.

¿Qué dicen entonces estos libros designados por la palabra "evangelio", buen mensaje o buena noticia?.

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3. El evangelio


Se impone una primera observación: los evangelios no son ni la exposición de una doctrina, ni una biografía. Lo esencial no es el relato anecdótico y edificante de la existencia de un hombre extraordinario. Ni tampoco la colección de los recuerdos de algunos que lo conocieron y trataron con él.

Su testimonio responde a una intención y a una petición.

a) La intención

Es el deseo de compartir con los lectores la convicción de los redactores: ese hombre, cuyas ideas y cuyas acciones hacen revivir, es el Mesías anunciado por los profetas, el hijo de Dios. Desde su resurrección, están seguros de ello: lo han visto.

Los evangelios son el despliegue de un acto de fe. El que Pablo proclama desde su primera carta a los Corintios (1 Cor 15): "Cristo ha vivido, ha muerto y ha resucitado".

b) La petición es doble

Es la de los predicadores que no habían conocido a Jesús de Nazaret y que necesitaban datos, testimonios cada vez más numerosos para nutrir sus anuncios y sus exhortaciones. El evangelio es un opúsculo misionero.

Y es la petición de las primeras comunidades, hambrientas de saber cada vez más sobre Jesús a quien les presentan como Dios y salvador. Así se pasa del discurso al libro.

Esto explica que no haya más que un solo evangelio, es decir, un único mensaje, pero cuatro libros diferentes por la personalidad de sus autores y más aún por la finalidad que se asignan, por el público a quién va dirigido. Sin embargo, su primer objetivo es recordar la vida y la enseñanza de Jesús, el Cristo.

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4. La vida de Jesucristo


 

Nacimiento: año 6 ó 5 antes de nuestra era.
Predicación de Juan Bautista: otoño, 27 de nuestra era.
Bautismo de Jesús: invierno 28.
Pascua en Jerusalén: abril 28.
Jesús atraviesa Samaría: verano 28.
Multiplicación de los panes: cerca de pascua del 29.
Jesús en Jerusalén (fiesta de las tiendas): septiembre 29.
Resurrección de Lázaro: marzo 30.
Cena: abril 30.
Muerte de Jesús: 7 abril 30 (viernes 14 Nisán).
Resurrección: 9 abril 30.


Marcos ve en Jesús, sobre todo, a un hombre paradójico, al mismo tiempo obrador de milagros y "sirviente doliente", un hombre que cuestiona: "¿Quién soy yo?¿Quién dices que soy yo?".

Mateo reconoce más bien en él a un nuevo Moisés, que enseña y que renueva la alianza por su muerte.

Para Lucas, Jesús es aquel que, a imagen de Díos amó particularmente a los pobres, a los pecadores, a las mujeres, a los marginados.

Juan, finalmente se muestra sensible en esta vida a las palabras, a los milagros, a los gestos, a través de los cuales descubre el símbolo de una verdad espiritual: Jesús es el Verbo de Díos.

En los evangelios y en las cartas, por consiguiente el relato no es tanto una biografía histórica como el testimonio de una creencia compartida. Lo esencial, sin embargo, está corroborado por documentos judíos y paganos. Se resumen en lo siguiente: el judío Jesús, llamado "mesías", realizaba prodigios. Fue condenado al suplicio de la cruz por el procurador Poncio Pilato, pero de su enseñanza nació una secta, la de los cristianos, que existía ya en Roma veinte años después de su muerte.

Tradicionalmente, la existencia de este Jesús nacido en Belén, la ciudad de David, el año 6 ó 5 antes de nuestra era, durante un censo ordenado por el emperador Augusto, se divide en cuatros períodos: la vida oculta, la vida pública, la vida dolorosa y la vida gloriosa.

-La vida oculta se extiende desde el nacimiento y la infancia hasta el bautismo por Juan el bautista a orillas del Jordán, en el invierno del año 28. Los episodios más destacados son la circuncisión, la presentación en el templo, la adoración de los magos, la huida a Egipto, la vuelta a Nazaret, el viaje a Jerusalén...

-La vida pública, muy corta (primavera 28 - primavera 30), comienza realmente con las tentaciones en el desierto y luego con el milagro de las bodas Caná. Es el tiempo de las primeras visitas a Jerusalén, de la predicación y los milagros en Galilea, a orillas del lago de Tiberíades, en Fenicia y en la Decapólis.

-La vida dolorosa dura una semana. Después de la entrada triunfal en Jerusalén (marzo 30), un complot de los judíos, al que se adhiere Judas, uno de sus discípulos, Jesús es detenido, juzgado sucesivamente por los sumos sacerdotes y el procurador romano, y condenado a muerte por pretender ser Díos de los judíos. Crucificado y sepultado en la tumba de José de Arimatea, no se encuentra en ellas cuando las mujeres discípulas acuden allá después del sábado.

-Comienza entonces una breve vida gloriosa: aparición a los discípulos en el camino de Emaús, luego a los apóstoles en el cenáculo, en Galilea, y finalmente en el monte de los olivos, desde donde se eleva por los aires y desaparece a su vista.

a) Su divinidad

Pero, más allá de este relato, esta vida plantea la cuestión capital: ¿es Jesús el hijo de Díos?.

La respuesta no es fácil. Si todos están de acuerdo en ver en él un modelo de perfección humana y hasta un gran profeta, un gigante espiritual o un revolucionario, la afirmación de su divinidad es discutida no sólo por los ateos, sino por los creyentes monoteístas judíos y musulmanes y por los cristianos arrianos del siglo IV.

Conviene observar también que, durante mucho tiempo, los contemporáneos de Jesús de Nazaret, sus discípulos y hasta los evangelistas, no tuvieron conciencia de haber conocido al mesías, al hijo de Díos. Fue sobre todo a la luz de la resurrección cuando se iluminaron para ellos las palabras que les había dicho en vida.

En cuanto al mismo Jesús, parece en ocasiones como si esta convicción solo se le hubiera ido imponiendo progresivamente. Sea de ello lo que fuere, el no cristiano puede por el momento, concluir que Jesús fue un hombre consciente de ser el hijo único de Díos. Consciente de haber sido enviado a los hombres por su Padre, hizo que compartieran su convicción los discípulos que fundaron la Iglesia.

Para los cristianos, no cabe duda del acierto del acto de fe de los evangelistas. La cosa es más probable todavía si se tiene en cuenta que a ellos mismos les costó procesar esta fe. Escribieron sus evangelios para afirmarlo y ese acto de fe prologa o encuadra los evangelios.

Marcos anunció con claridad: "Comienzo del evangelio de Jesucristo, hijo de Díos", y concluye, como Mateo y como Lucas, enviando en misión a sus discípulos "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Juan proclama: "El Verbo era Díos; el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros y nosotros hemos contemplado su gloria, la gloria que recibe de su Padre, como hijo único lleno de gracia y de verdad". Y desde su carta a los romanos, Pablo se afirma "servidor de Cristo Jesús, apóstol del evangelio de Díos y de su Hijo".

Finalmente, entre otras declaraciones, es en los momentos más solemnes de su vida cuando Jesús anuncia su filiación divina. Es la respuesta a Pedro que, en nombre de los demás, acaba de proclamar: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Díos vivo"-"Bienaventurado eres, Simón, porque no es la carne ni la sangre las que te lo han revelado, sino mi Padre del cielo". Según Juan, en la tarde de la cena, como en un testamento, explica a Tomás y a Felipe:"El que me ve, ve también al padre...Es el Padre el que mora en mí y hace sus obras. Creedme, yo estoy en el Padre y el Padre en mí". Y con peligro de su vida confiesa firmemente ante el sumo sacerdote que le intima a que diga si es el Cristo, el hijo de Díos: "Dices bien; lo soy". En este punto fundamental están de acuerdo todos los evangelistas (cf. Mt 26; Mc14, 62-64; Lc 22, 70 ). Y su último grito es:"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46).

Esta es finalmente la constatación del centurión romano: "Realmente, este hombre era Hijo de Díos" (Mc 15, 39). Por otra parte, ¿no fue acaso esta pretensión blasfema la que los sacerdotes judíos quisieron castigar con la muerte?.

b) Su mensaje

Esta "buna nueva" de la paternidad de un Díos que envía a su Hijo a los hombres constituye evidentemente el corazón del mensaje de Jesús. Está implícita o afirmada explícitamente en las palabras, las parábolas y los actos de Jesús.

*Significa ante todo una promesa de salvación.

Jesús es "el que viene", el enviado de Díos para "curara a los enfermos" y "salvar a los pecadores". Es el mesías anunciado por la Biblia, esperado para liberar a Israel, de sus pecados y restablecer la justicia para los pobres de Yahvé.

"No hay salvación más que en él, porque no hay bajo el cielo otro nombre ofrecido a los hombres que sea necesario para nuestra salvación" (Hch 4, 12). Es lo que Pablo explica a los Romanos:"Díos nos atestigua su amor en que Cristo ha muerto por nosotros, cuando éramos todavía pecadores..." (Rom 5, 8).

El signo de esta salvación es la resurrección de Jesús, fundamento de la fe cristiana (cf. 1 Cor 15, 12-14): "Con él nos ha resucitado y nos ha hecho sentar en los cielos en Jesucriasto". "Por tanto, ya no hay condenación alguna para los que son en Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu que da la vida en Jesucristo me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte...". En adelante, "¿Quién condenará? Díos justifica. Jesucristo muerto y resucitado..., él es el que está a la derecha de Díos intercediendo por nosotros".

La salvación es liberación del pecado y de la muerte.

¿El destino del creyente? "Estaremos siempre con el Señor" (1 Tes 4, 17), porque "Jesús es el primogénito de entre los muertos" (Col 1, 18). La salvación es la vida eterna junto a Díos.


* El mensaje de Jesús es también el anuncio del reino de Díos.

Lo proclama desde su entrada en Galilea: "Se ha cumplido el tiempo, y el reino de Díos está cerca" (Mc 1, 14-15). Y continúa hablando también de él durante los cuarenta días que siguen a su resurrección (Hch 1, 3). Son numerosas las parábolas que le están consagradas. El reino de Díos es semejante al "grano de mostaza que se hace árbol en donde se posan las aves"; es "La levadura que hace fermentar la masa"; "el tesoro oculto en un campo"; "La perla de gran valor"; "la red que recoge peces de toda especie"; "el campo en donde crecen juntos las cizañas y el buen grano" (Mt 13).

Todas estas parábolas manifiestan que este reino , eterno y universal, reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino "de justicia, de amor y de paz", es el futuro misterioso de la conversión de los corazones. "Porque el reino de Díos está dentro de vosotros". Instaurado por Cristo, construido por todos los que viven según la voluntad de Díos, "alcanzará su perfección cuando el Señor vuelva".

Este reino, a la vez interior y colectivo, venido y por venir, no obedece a las leyes humanas. Hecho visible por Jesucristo, esperanza de los hombres que se esfuerzan en establecerlo y obra de Díos en el mundo, se resume en el reinado del amor."Viene a todas las partes en donde el pobre es tratado como un hombre, a todas las partes en que los enemigos se reconcilian, a todas las partes en que se promueve la justicia, a todas las partes en que se establece la verdad, en que la belleza y el bien engrandecen al hombre".

Es el cumplimiento, en el presente y en el futuro, de la inversión de valores proclamada por las bienaventuranzas. No es la fuerza la que lo impone, sino el poder del amor. Ese es el corazón del mensaje evangélico. La revolución del evangelio. La carta magna del reino.

No es la supresión de la ley, sino su cumplimiento, su perfección. No basta con no matar, con no cometer adulterio, etc. Es preciso "amar al enemigo", "no mirar codiciosamente a una mujer", "ponerse de acuerdo con el adversario". Porque, " si vuestra justicia no va más allá que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos" (Mt 5, 20).

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5. Credo

CREDO NICENO (325)
  Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador de las cosas visibles y de las invisibles, Y en un solo Señor Jesucristo, hijo de Dios, engendrado Hijo único de Dios, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero nacido del Dios verdadero, engendrado, no creado, consustancial con el Padre, por el que todo se hizo en el cielo y en la tierra; que, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó, se encarnó y se hizo hombre, sufrió y resucitó al tercer día, subió al cielo y vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. Y en el Espíritu Santo. Los que dicen: "Hubo un tiempo en que no era" y dicen que fue sacando de la nada o de otra sustancia o esencia, o que el Hijo de Dios es capaz de conversión o de cambio, son anatematizados por la Iglesia católica y apostólica.

CREDO DE CALCEDONIA (451)
  Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles. Y en el único Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero del Dios verdadero, engendrado, no creado, consustancial con el Padre, por el que todas las cosas han sido hechas; que, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó de los cielos y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de la virgen María, que se hizo hombre, fue crucificado por nosotros bajo Poncio Pilato; sufrió, fue enterrado y resucitó al tercer día según las Escrituras; subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre y de nuevo volverá con gloria para juzgar a los vivos y a los muertos, y su reino no tendrá fin. Y en el Espíritu Santo, Señor y Vivificador, salido del Padre, adorado y glorificado con el Padre y el Hijo, que habló por los profetas. (Creemos) en una sola Iglesia católica y apostólica. Profesamos un solo bautismo para el perdón de los pecados. Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.

Este mensaje al que habría que añadir el " Padrenuestro" y la ley confiada a Moisés, es el que ha formulado la iglesia bajo la forma de credo y de catecismo(6).

En los credos, se trata para las comunidades cristianas de expresar bajo una forma racional, aceptada por todos, lo esencial de lo que creen. Esta expresión codificada se ha ido haciendo a lo largo de los siglos en la lengua y la cultura de cada época.

A pesar del tiempo transcurrido, el modelo de credo sigue siendo el que elaboraron los padres de los concilios de Nicea en el año 325 y de Constantinopla en el 381.

Los dos están centrados en la afirmación de un Dios en tres personas y de una Iglesia que lo manifiesta y le sirve. Durante diez siglos por lo menos, el Credo, el Padrenuestro y luego el Avemaría(7) han constituido lo esencial de lo que todo cristiano tiene que conocer de su fe.

A este resumen de la fe cristiana hay que añadir los dogmas(8), por los que los concilios y los teólogos han querido explicitarlo, teniendo en cuenta la experiencia de los cristianos y las tradiciones de las Iglesias. En el siglo XVI, tanto Lutero como el concilio de Trento (1545) creyeron que era posible fijar el conjunto de las verdades que creer en un catecismo.

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a). Catecismos

El más importante es el catecismo romano (1566) de san Carlos Borromeo, cardenal arzobispo de Milán (1538-1584). Dio luego origen a la mayor parte de los catecismos católicos que se han conocido en las diversas naciones. Se presentaba en tres partes que, por "preguntas y respuestas", contenía "un resumen de la religión cristiana": las verdades que creer, los mandamientos que practicar, los sacramentos que recibir.

--Las verdades que creer: Es un "creo en Dios" o "símbolo de los apóstoles" desarrollado por la definición de los grandes misterios: trinidad, pecado original, encarnación, redención, resurrección, divinidad de Jesucristo, ascensión, comunión de los santos, perdón de los pecados y fines últimos de hombre. Y también la Iglesia, "instituida por Jesucristo y gobernada por los obispos bajo la autoridad del papa".

-- Los diez mandamientos de Dios y los de la Iglesia se van detallando, explicando y ordenando ampliamente en torno a la moral y a las virtudes teologales -fe, esperanza y caridad- y morales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza...

-- Finalmente, el catecismo presenta la oración y los siete sacramentos(9), los siete sacramentos, "signos sagrados instituidos por Nuestro Señor... para producir y aumentar la gracia en nuestras almas". La "gracia", ese "don sobrenatural" que Dios nos concede por pura bondad, gratuitamente, como indica su nombre.

Estos catecismos diocesanos con preguntas y respuestas se inscribían en la sucesión de textos que van desde Euquerio (430) hasta Bourdoise (1612), pasando por Gerson (1403) y Erasmo (1514-1533). No eran, según la crítica de un obispo en el año 1906, más que un "compendio de teología, un residuo de enseñanza sabia". Y no sólo eso, sino que "no se oía en ellos para nada la voz de Jesús", por lo que el catecismo desbordaba y asustaba a los niños, que "sabían" las respuestas, pero no "creían".

De estas observaciones nació en Francia, hacia el año 1950, un movimiento catequético más preocupado al la vez de una pedagogía adaptada a la psicología infantil y de un retorno a las fuentes bíblicas. Las Iglesias protestantes están viviendo un proceso similar.

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b) La fe cristiana

Los catecismos y los credos constituyen las piedras vivas (título de un "nuevo" catecismo usual en Francia) de la fe cristiana.

-- Esto significa, en primer lugar, que "la fe cristiana es un dinamismo que se ve continuamente llevado a superarse en sus convicciones, sus realizaciones y sus expresiones". Porque si es certeza vital, la fe no deja por eso de verse cuestionada por el mundo, por los creyentes y por la fe misma.

Esto quiere decir también que un credo no es nada si no remite a la vida de los hombres, de los más probados y de los más reprobados. Un credo no es nada si no invita a compartirlo todo en una comunidad de fe. Porque "símbolo" es puesta en común. Nadie cree separado de los otros. Pero, además, el credo remite a la infinita riqueza de la vida divina; es decir, confiesa humildemente que lo que el hombre dice es siempre inadecuado frente a la verdad de Dios:

"De Dios no puede decirse nada. Sin embargo, hay que hablar de él, para no olvidarlo"(Gregorio de Nisa).

-- Finalmente, el credo comunitario de la Iglesia, si ha de ser acogido filialmente, no es nunca el dictado imperativo de las "autoridades" eclesiales. Es el fruto de un intercambio y de un consentimiento entre los obispos y los fieles. Es la aquiescencia de la conciencia personal la que lo ratifica.

La fe cristiana es "misterio*"(10). Es simultáneamente afirmación de un Dios Padre, Hijo encarnado y Espíritu, y rechazo de todas las representaciones de ese Dios. Es fe en la primacía del amor: amor de Dios a todos los hombres, de los hombres a Dios y entre sí, según la palabra de Jesús: "Amarás a Dios con todas tus fuerzas y a tu prójimo como a ti mismo" (frase recogida de la ley de Moisés; pero Jesús insiste en "Amaos los unos a los otros como yo os he amado")

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6. Culto

Mas todavía que el credo, el culto cristiano es el producto de una historia, la de las primeras comunidades, tal como las evocan los Hechos de los apóstoles y las cartas de Pablo, unos 30 años después de la muerte de Jesús.

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a) Sacramentos

-En los orígenes, había dos ritos esenciales que unían a los cristianos: el bautismo(11) y la cena.

- El primero no es solamente recuerdo del bautismo de Juan en el Jordán. Es sobre todo signo de la fe en la resurrección de Cristo y , al mismo tiempo, promesa del cristiano que en él ha muerto "al hombre viejo" y que en adelante "se pone al servicio de Dios" (Rom 6,12-14). Definido por el canon 849 como "puerta de los sacramentos", el bautismo está fundamentalmente ligado a la resurrección pascual: significa la "muerte al pecado" y la fe en una vida nueva con Cristo.

- La segunda, o "celebración eucarística", recuerda la "fracción del pan" en la última cena del Señor. Pero muy pronto este "memorial" tomó el sentido de un banquete fraternal, no sólo entre los hermanos, sino con el Señor misteriosamente presente. Es una "comunión(12) con el cuerpo de Cristo" (1 Cor 10,16-17) .

Transforma a los que comparten ese pan en miembros de Jesucristo llamados a vivir de su vida.

- A estos dos sacramentos fundamentales, la Iglesia, a lo largo de los siglos, especialmente entre el X y el XIII, sumó otros cinco definidos por el concilio de Trento: la confirmación, el orden(13), el matrimonio, la penitencia(14) y la unción de los enfermos.

Todos ellos representan gestos de Jesús descritos en los evangelios y utilizan productos naturales, tradicionalmente simbólicos en la antigüedad: el agua, el aceite, el pan, el vino.

Así, la confirmación emplea la imposición de manos y el aceite perfumado (el crisma) con que se ungían los atletas. Es una invocación al Espíritu para que dé al cristiano la fuerza de ser libre y responsable. Confirma una conversión, un compromiso en el camino de Cristo y anima a seguirle.

También el orden se practica con la unción de aceite, la imposición de manos y el soplo que significa el Espíritu. Confiere al que lo recibe el poder de ejercer una función eclesiástica, un "ministerio ordenado", a imitación del de los apóstoles.

- Desde el siglo IV, por la intervención de un sacerdote, el matrimonio consagra el amor de una pareja. Es signo de alianza entre Dios y su Iglesia, proclamación de que el amor humano revela el amor de Cristo al hombre... Según los ritos, el velo, la corona, el anillo nupcial marcan esta doble alianza: la de un hombre y una mujer, y la de Dios y la humanidad.

La penitencia es a la vez reconocimiento de culpabilidad, certidumbre de perdón, expresión de la reconciliación del pecador con Dios y con sus hermanos. Se arraiga en la victoria de Cristo sobre las tentaciones y sobre el pecado, en sus llamadas a la conversión y en su afirmación del "perdón de los pecados".

En la Iglesia primitiva, la confesión de los pecados era pública. Sólo a partir del siglo VI en Irlanda y más tarde en el siglo IX en el resto de Europa se hizo la confesión individual a un sacerdote con una absolución* personal... Actualmente, cada vez se pone más el acento en la "reconciliación" consigo mismo, con Dios y con la humanidad para un "mejor servicio de la justicia y de la paz".

La unción de los enfermos convierte el aceite, que desinfecta y cicatriza las heridas, en signo del remedio del alma. Recuerda las curaciones realizadas por Cristo, a Dios que se compadece de los sufrimientos de los hombres y que garantiza la permanencia de la vida en el seno de las aflicciones, incluso más allá de la muerte.

* Evolucionan las formas de los sacramentos

Es lo que ocurre especialmente en la penitencia controvertida. El ritual de 1974 aceptaba un rito no sacramental sin sacerdote, un rito comunitario con confesión y absolución individuales, pero también colectivas; pero esto provocó o acentuó la deserción de los confesionarios. Juan Pablo II ha insistido en la vuelta a "la práctica de la confesión individual". Lo que sigue en pie es que los sacramentos, lejos de ser actos mágicos, no tienen sentido más que por la fe de una comunidad. Piden la cooperación del que los recibe y el compromiso de la comunidad para vivir su sentido. Son signos de la vida de Cristo, que transforman a los cristianos en signos vivientes del amor de Dios a los hombres.

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b) La misa católica

En la Iglesia católica, la liturgia culmina en la misa. Celebrada "el primer día de la semana" (Hch 20, 7), el domingo, día del Señor, una especie de pascua semanal, es la reunión de los cristianos convocados por la Iglesia.

Desde los orígenes, cuando los fieles se encontraban "en la casa" de uno de ellos, practicaban la "fracción del pan" y "alababan a Dios con corazón alegre". Esta fue muy pronto la liturgia de la Iglesia, cuyo corazón era este culto dominical, llamado sucesivamente: sacrificio de la mesa, asamblea dominical, celebración eucarística. Sus tiempos fuertes eran: la reunión marcada por plegarias de acogida, de penitencia y de alabanza; proclamación de la palabra (lectura del evangelio, homilía y oración universal); celebración eucarística (oración, consagración y distribución del "pan de vida", con el Padrenuestro y el rito de la paz); finalmente, bendición y despedida para que cada uno se hiciera lo que había recibido.

Desde el siglo XVI hasta el Vaticano II (en 1962), la misa se celebró en latín, según el rito de san Pío V. Si desde entonces se autorizan las lenguas nacionales y una lección más libre de lecturas, de oraciones y de cánticos, lo esencial queda sin cambiar. La misa comprende siempre dos partes: la primera la ocupa la liturgia de la palabra, precedida por la petición de perdón y por la glorificación de Dios; la segunda está centrada en la consagración(15) y la comunión enmarcadas por el credo, las oraciones del "canon" y el saludo de paz.

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c) Liturgia y fiestas

Aunque es su manifestación más importante, la celebración litúrgica no agota toda la liturgia.

"Los salmos, los signos, los cánticos" que aconsejaba ya el apóstol Pablo siempre han formado parte de ella. Exaltaban el misterio de Jesús, Dios encarnado.

A ello se añadían numerosas y variadas plegarias, personales o comunitarias. Son a la vez de alabanza, de acción de gracias, de ofrenda y de petición. La primera es la que el mismo Jesús enseñó a los discípulos que deseaban saber cómo orar: "Padre nuestro...". Otras muchas, de las fórmulas que él había empleado, o bien ciertos pasajes de las cartas y de los concilios, o alabanzas compuestas por los santos, enseñadas por los catequistas, fueron puntuando la jornada y los grandes momentos de la vida de los cristianos: el Confiteor, actos de fe, de esperanza y de caridad, acto de contrición, el Ángelus, oraciones antes o después de la comida, la Salve Regina, el De profundis, son otras tantas plegarias recitadas por generaciones de católicos.

La liturgia pone ritmo a la semana y al año con sus fiestas y sus colores. Su centro es la pascua, con los tres momentos esenciales del jueves santo (la cena), el viernes santo (la crucifixión) y la noche pascual, seguidos del día de pascua (la resurrección).

Sigue el tiempo pascual (cuarenta días) con la fiesta de ascensión (vuelta del Señor a los cielos) y la de pentecostés (bajada del Espíritu Santo sobre los apóstoles). La pascua está precedida por un periodo de otros cuarenta días (la cuaresma), que comienza el miércoles de ceniza: llamada a la conversión. Finalmente, la navidad (aniversario del nacimiento de Cristo) está preparada por el tiempo de adviento, espera de la venida de Jesús y de su retorno.

Pero la liturgia no se limita a recordar los acontecimientos pasados.

Los actualiza en la vida de los fieles. Es invitación a dejarse transformar por el Espíritu para convertirse en el cuerpo mismo de Cristo vivo. Otras muchas fiestas y ritos secundarios, más o menos localizados en el tiempo y en el espacio, han jalonado la devoción de los cristianos católicos: fiestas de la Virgen (asunción, el 15 de agosto; inmaculada concepción, el 8 de diciembre); fiestas de los santos, culto al Sagrado Corazón desde 1865; ceremonias de los funerales, visitas al Santísimo Sacramento, víacrucis; oración del "Avemaría", instituida en el concilio de Efeso en el año 421; rezo del rosario traído por los cruzados y codificado por santo Domingo en el siglo XII; peregrinaciones...

Pero, a ejemplo de Jesús que se retiraba a orar a su Padre "en secreto", la oración personal sigue siendo la comunicación privilegiada entre el cristiano y su Dios.

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7. Moral cristiana

Conformarse al ejemplo de Jesús es imitarle en su comportamiento. O, si se prefiere, vivir según una moral cristiana.

Pues bien, en este terreno se presentan y parecen oponerse dos actitudes.

La primera es la de la ley. Se inspira en el decálogo, fue concretada por san Agustín en el siglo IV y se ha inscrito durante siglos en los mandamientos de Dios y de la Iglesia.

Se distinguían entre virtudes teologales-fe, esperanza, caridad-, centradas en Dios; cardinales, fundamento de la moral-justicia, prudencia, fortaleza, templanza-, y morales - humildad, generosidad, castidad, sobriedad, mansedumbre, sentido del deber...

Se catalogaban igualmente los pecados, "desobediencia voluntaria a la ley de Dios..., por pensamientos, deseos, palabras, acciones y omisiones". El pecado mortal, cometido " en materia grave con plena conciencia", merecía las penas del infierno. El pecado venial merecía " penas temporales en este mundo o en el otro ": La contrición, la confesión y el propósito de la enmienda borran el pecado, con la gracia de Dios.

El orgullo, la avaricia, la lujuria, la envidia, la gula, la ira, la pereza, esos que se llaman pecados capitales o vicios, no son mas que inclinaciones a cometer el pecado, inclinaciones que se derivaban de la primera desobediencia de Adán y Eva, el pecado original.

En el catecismo francés de 1937, mas de la tercera parte de las preguntas (214 entre 607) van asociadas a la moral, a los mandamientos, al pecado y a sus consecuencias. Esta moral de prohibiciones ha sido muchas veces criticada como "moral judeocristiana".

La segunda actitud tiene su fuente en el "mandamiento nuevo" dado por Jesús: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado" (Jn 15, 12). Es la moral del amor.

El "sermón de la montaña" constituye su carta magna. Sin "abrogar la ley y las Escrituras", Jesús va mas allá de la letra para alcanzar el espíritu. No deja de repetir a sus discípulos: "Habéis oído que se dijo a los antiguos... Pero yo os digo" (Mt 5). "Si vuestra justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entrareis en el reino de los cielos".

Tal es la exigencia evangélica: una llamada a la perfección del amor.-"Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial"-. Esta llamada es repetida por el apóstol Pablo: "Aunque tuviera todos los dones... y distribuyera todos mis bienes a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, de nada me sirve" (1 Cor 13). Y también: "Ama y haz lo que quieras". "El amor es el cumplimiento pleno de la ley".

En este sentido, no hay moral cristiana. Pero la propuesta incesante de ir más lejos hacia la perfección, de "hacerse prójimo" de los más pobres, de los más extraños, es lo que constituye el alma del seguimiento de Cristo.

El Vaticano II ha vuelto a poner el acento en esta moral de las bienaventuranzas. Exige que se las encarne con audacia y discernimiento ante el reto de la sociedad contemporánea.

Desde el siglo XIX, los papas, con sus encíclicas, se han ido preocupando progresivamente de recordar las exigencias de una moral colectiva: moral de justicia social ( Rerum novarum, 1891; Quadragesimo anno, 1931), de desarrollo de los pueblos (Populorum progressio, 1967), o de los derechos del hombre (Redemptor hominis, 1979)... Mas que nunca, la llamada a una paz, que tiene por nombre "desarrollo" y "derechos de los hombres"; resuena en las declaraciones y viajes pontificios. Se hace eco de los problemas, inquietudes y aspiraciones de "los hombres de buena voluntad".

Es sin duda en el terreno de la sexualidad donde la moral católica esta mas lejos de las concepciones generalmente aceptadas por el mundo moderno. Si bien la Iglesia reconoce el valor de la sexualidad, condena sin embargo vigorosamente el aborto, el divorcio, la homosexualidad, así como la contracepción, la masturbación o las relaciones sexuales extramatrimoniales.

Pero, al mismo tiempo que recuerda estas posiciones tradicionales de la Iglesia católica, Juan Pablo II repite la admirable expresión de Pablo: "Dios es rico en misericordia".

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8. La iglesia

a) Su historia

* Primitiva

La Iglesia, en su origen, no es más que la comunidad de los doce apóstoles escogidos por Jesús, separados del grupo de discípulos y de la sinagoga. Muy pronto, Simón Pedro fue considerado como el jefe de la misma. Por eso se la llama "apostólica".

Desde Pentecostés, creció en varios millares de convertidos, discípulos, judíos, palestinos, extranjeros presentes en Jerusalén. Debido a las persecuciones y gracias a las misiones de Pablo y de los apóstoles, treinta años más tarde se habían creado asambleas cristianas en Judea, en Samaría, en Siria, en Macedonia, en Grecia, en Egipto y hasta en Roma, donde fue ejecutado el año 65.

Hasta la toma de Jerusalén por Tito en el año 70, los cristianos seguían la liturgia del templo. Su destrucción marca la ruptura de la Iglesia naciente y del judaísmo. Sin embargo, como dice Pablo, la diversidad de estas Iglesias locales constituye ya una sola Iglesia de Jesucristo.

Diecinueve siglos de una historia tormentosa le han dado su doble rostro, humano y divino, como la persona de su fundador. Ella es a la vez un "misterio" y una institución. Su carácter universal y milenario no le impide verse condicionada por las culturas, las sociedades y los regímenes políticos en los que tiene que vivir.

Su "santidad" no excluye ni sus fallos ni sus yerros.

Tiene una historia que suele presentarse en cuatro períodos.

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* El período romano antes de Constantino

Es la época que, desde Nerón hasta Constantino (60 a 311), ve a la Iglesia apostólica extenderse y estructurarse en el imperio romano, pero al mismo tiempo ésta se presenta como una secta a menudo despreciada y a veces perseguida. Por una parte, hay un "pastor" reconocido, el obispo de Roma. Clemente I (90-100) fija y difunde sus escritos "sagrados", unifica su liturgia, instituye los servicios y ministerios(16) en las comunidades...

Por otra parte, se eleva en nombre de su fe contra ciertas prácticas religiosas o sociales del imperio. Los cristianos, en especial, rechazan el culto al emperador y se niegan incluso a pagarle el impuesto que le debían en otro tiempo los judíos; a veces rechazaban también el servicio militar. Por eso son considerados como ateos y asociales.

Este es el motivo por el que, en varias ocasiones, sobre todo en el reinado Septimio Severo y de Diocleciano, los cristianos fueron perseguidos. Ellos, por su parte, lo aceptan con la alegría de estar así más cerca de Jesús, que se había "ofrecido como víctima por los pecados de los hombres".

Tal como se había planteado en el judaísmo, la cuestión de la relación del cristianismo con la cultura dominante de una época atormenta a los cristianos del imperio romano.¿Hay que rechazar una civilización "impura" que, globalmente, contradice al evangelio? Eso es lo que piensan y lo que hacen los mártires. ¿Hay que intentar asimilar sus elementos "válidos"? ¿Apoyar de algún modo la evangelización en lo que se llamaría más tarde "piedras que esperan", presentes en todas las culturas? Es lo que dicen, a partir del siglo II, algunos pensadores cristianos. La conjunción entre su sabiduría y los deseos de un emperador condujo a la Iglesia constantiniana.

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*El período constantiniano

Algunos lo limitan al reinado de Constantino y de sus sucesores Valentiniano, Teodosio y Justiniano. Es el período que va del edicto de Milán en el 313 hasta la muerte de Justiniano en el 565. Otros piensan que esta "era constantiniana" se prolonga hasta "la separación de la Iglesia y del Estado", que comenzó a principios del siglo XX.

Es que esta entrada en el "constantinismo" es ambigua. Puede ser convergencia y una especie de simbiosis del mensaje evangélico con lo que hay de mejor y profundamente humano en toda cultura. Pero corre el peligro de hacerse compromiso y hasta corrupción de la originalidad del evangelio con las reglas y los falsos valores de una filosofía y de una política. Así es como se define generalmente el constantinismo: contaminación del cristianismo por aquello que es precisamente contrario a su ausencia. Jerarquización piramidal de las funciones, juridicismo moral e institucional, inclinación a la idolatría y al fasto en las ceremonias. Todos estos reproches se resumen en una prioridad concedida a la institución y a sus estructuras autoritarias.

Es verdad que, en los hechos, los edictos de Constantino y Teodosio contribuyeron no solamente a dar a los cristianos la libertad de culto, sino a hacer del cristianismo una nueva religión de Estado. En adelante, estarán los cristianos pertenecientes a la "ciudad de Dios", y los paganos, es decir, los aldeanos que están fuera. La Iglesia, ayer perseguida, se convierte en dueña de la sociedad. El imperio es un Estado cristiano. Y el emperador, el "administrador" de la sociedad, de la que la Iglesia gobierna las almas. La sociedad tiene dos cabezas: el papa y el emperador . La Iglesia es el reino de Dios ya aquí, cuyo rey temporal no es otro sino el emperador. Al convertirse, éste se ha constituido en el representante de Dios en la tierra. Reina sobre los cuerpos lo mismo que la Iglesia sobre las almas.

Entonces, los clérigos pueden consagrarse por entero a los sacramentos, al culto y a la defensa de la ortodoxia. Esta, por otra parte, tienen necesidad de ellos. En efecto, la época constantiniana es la de las grandes herejías: montanismo, macedonianismo, nestorianismo, monofisismo.

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*La Iglesia medieval

Las invasiones, que rompen el imperio romano, acaban de destrozar la unidad de una Iglesia ya dividida entre el occidente latinizado y el oriente griego, entre Roma y Bizancio.

En occidente, tras un momento de pánico, la Iglesia latina es lo suficientemente fuerte para bautizar y asimilar a los invasores-como Clodoveo en el 496- y convertirlos en nuevos protectores suyos. Prolonga el recuerdo del imperio y de su estabilidad. En el año 800, la coronación de Carlomagno, emperador de occidente, marca esplendorosa la supremacía del papa, pontífice y soberano de Toma. Es la Iglesia la que dirige la sociedad, y los poderes civiles están a su servicio.

Como había adoptado las estructuras imperiales sacraliza el sistema feudal de los tres estados jerarquizados. Se hace ella misma piramidal, poniéndose en la cima gracias a su poder sacramental. Fuera de ella no hay salvación, ni hasta existencia. No hay más sociedad que la cristiana. Es lo que se llama la cristiandad. Es el reflejo del orden querido por Dios: el de los monjes, los caballeros y los trabajadores.

Al mismo tiempo, grandes pensadores como Agustín(17) hacen la síntesis entre las concepciones de Aristóteles y la teología cristiana. La doctrina se solidifica en torno al "pecado original", es decir, de la corrupción de la naturaleza, de la permanencia del mal vinculado al cuerpo, aun cuando la gracia -solo la gracia de Dios- es capaz de curarlo.

De esta época quedan al menos ciertos vestigios y a veces ciertas nostalgia: creencia en el dualismo, práctica de la jerarquía y de la autoridad, inferioridad de los laicos...

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*La Iglesia de los tiempos modernos

A partir del Renacimiento, a finales del siglo XV, los príncipes, los reyes, los filósofos, sobre todo en el siglo XVIII, y finalmente la burguesía sacuden la tutela de la Iglesia. Se dice que la sociedad se seculariza o que el Estado se separa de la Iglesia. El mundo económico, político, social, cultural adquiere su autonomía. La religión pasa a ser un asunto privado.

La Iglesia católica lo acepta mal e intenta una triple defensa. Primero, el endurecimiento de sus posiciones dogmáticas propias; luego, el repliegue defensivo contra el mundo, el ateísmo, el laicismo, el modernismo; finalmente, un intento de adaptación a los cambios.

El concilio de Trento (1545) señala el comienzo de un periodo de fijación doctrinal. El Syllabus de Pío IX (1864), condenando los "errores" de la "civilización moderna", fue su último respiro.

En ese mismo movimiento, la Iglesia creyó que se fortalecía consolidando la autoridad jerárquica que desciende del papa a los fieles, dirigidos por sus pastores, obispos y sacerdotes. El Vaticano I, al instituir la infalibilidad pontificia, señala el apogeo de este endurecimiento de autodefensa. Y, para el catecismo francés de 1937, la Iglesia todavía se sigue definiendo como"la sociedad de los fieles instituida por Jesucristo y gobernada por el papa, y los obispos bajo la autoridad del papa".

Finalmente, la Iglesia intento reformarse a sí misma y ajustarse a los tiempos nuevos. Progresivamente fue comprendiendo que los cambios eran una llamada y una oportunidad para ella de recobrar su primera vocación: convertirse en la levadura evangélica en medio de la masa del mundo. Por otra parte, a lo largo de los tiempos, tanto en los siglos XII y XIII de plena cristiandad como en el corazón del "modernismo", algunos cristianos no han dejado de lanzar la llamada evangélica. Se han llamado Etienne de Muret, Francisco de Asís, Jacques de Vitry, Lacordaire, Lamennais, Ozanam, Chevrier, Cardijn...

Pero al mismo tiempo, como en la era constantiniana en que la Iglesia se dejó identificar con el Estado, primero imperial y luego monárquico, incluso cuando disputaba al emperador el poder, hasta el siglo XX, no siempre ha sabido resistir a la tentación de evangelizar por la política. A veces ha confundido su presencia en el mundo con la instauración de un régimen político conforme con sus principios.

Así ha ocurrido, en algunos países, con la doctrina social de la Rerun novarum o de la Quadragesimo anno, que han desembocado en partidos católicos, como la democracia cristiana.

¡Una sola fe, una sola Iglesia, un solo partido!

Sin embargo, el lento caminar del redescubrimiento evangélico llevó al "aggiornamento" del Vaticano II (1962). La Iglesia contemporánea se reconoce "pueblo de Dios", pueblo en medio del gran pueblo de todos los hombres, respetuoso de cada una de sus culturas y de la diversidad de su caminar. Pueblo el mismo unido en sus diferencias para dar testimonio del reino que anuncia.

La Iglesia renacida del último concilio no quiere más que "servir al hombre, sea cual fuere su condición, su miseria y sus necesidades. La Iglesia, por así decirlo, se ha proclamado servidora de la humanidad" (Pablo VI). Porque "el hombre es el camino fundamental del evangelio" (Juan Pablo II). Viviendo el evangelio en el mundo de este tiempo es como existe la Iglesia.

Estas reacciones sucesivas han coincidido a veces por otra parte con un momento en el que se plantean tendencias contradictorias. Todavía hoy hay algunos que piensan que, al querer demasiado "abrirse al mundo" actual, la Iglesia corre el peligro de seguirle o de disolverse en él. Hablan de "desviación del concilio", y hasta de "decadencia" y de una "restauración" necesaria. Otros piensan, por el contrario, que el concilio no ha dado aún todos sus frutos y que es precioso sacar de el todas las consecuencias prácticas. Este debate es uno de los principales problemas con el que se enfrenta, más bien que la Iglesia, el cristianismo contemporáneo.

Vaticano II (1962-1965)
 

Es la conclusión de una larga búsqueda de los "signos de los tiempos", una nueva concentración en la encarnación.

A través de sus cuatro constituciones, sus nueve decretos y tres declaraciones (la libertad religiosa, las relaciones de la Iglesia con las religiones cristianas, y la educación cristiana) se dibuja un profundo giro.

+ La Iglesia se define ante todo como:
.- comunidad de creyentes;
.- pueblo de Dios en el mundo de este tiempo; (secundariamente como institución ).
+ Está al servicio del hombre y de sus derechos a la autonomía, a la responsabilidad, a la libertad.
+ La autoridad es un servicio.
+ La fe es un acto libre.

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b/ Su organización

Reunión de comunidades de creyentes en Jesucristo, la Iglesia es también una institución.

Hay mucha distancia entre aquellas pequeñas asambleas primitivas, pobres, que practicaban la ayuda mutua y que hasta compartían sus bienes, y la poderosa organización de la Iglesia católica romana. ¿Podía acaso ser de otro modo, desde que la historia ha hecho de ella una sociedad numerosa, mundial, con múltiples servicios?

Centralizado, el sistema eclesial es administrado desde la cumbre por el papa rodeado del sagrado colegio de cardenales(18) y de los dicasterios pontificios, subdivididos en congregaciones, tribunales, oficios, comisiones permanentes y secretariados.

En la base, desde el Vaticano II, las Iglesias nacionales están guiadas por las conferencias episcopales. En cada diócesis(19), el obispo(20), asistido de un coadjutor y de un vicario general, es responsable de unas zonas pastorales y de unos arciprestazgos que comprenden varias parroquias. Al frente de cada parroquia(21) hay un párroco.

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* El papa

En la antigua iglesia, todos los obispos eran llamados "papas", es decir, padres. Fue sólo en el siglo VI cuando este termino se reservó para el obispo de Roma: Hay que decir que, desde los primeros siglos, la Iglesia de Roma tuvo conciencia de su responsabilidad particular, reconocida por ejemplo por Irineo, Cipriano y hasta por las Iglesias de oriente.-¿Acaso no era en la capital del imperio, el sucesor de aquel a quien Jesús había dicho:"Tú eres Pedro y sobre esta piedra levantaré mi Iglesia"?-.

Sin embargo, esta primacía no implicaba una monarquía papal. Hasta el siglo XI, el papa era elegido por los fieles de la diócesis de Roma, y luego por los otros obispos. A partir de 1274, fue un conclave de cardenales, recluidos en un lugar cerrado, el que escogió de entre ellos al "Santo Padre".

Anteriormente, en conformidad con las costumbres feudales que ligaban la autoridad con la posesión de un territorio, el papa se convirtió también en "soberano" el "soberano pontífice" de los Estados Pontificios (año 756). Comenzó a querer ser, no sólo la cabeza de la Iglesia, sino del mundo. Y, en el siglo XIII, sometió incluso al poder real. "Lo mismo que los reyes deben seguir a los eclesiásticos, los laicos deben seguir a sus príncipes por el vínculo de la Iglesia y de su patria"

En el Renacimiento llega a su punto culminante esta concepción del papa príncipe de la Iglesia y príncipe sin más, mecenas o caudillo militar(22). Finalmente, el concilio Vaticano I (1869-1870) le reconoció el poder ya tradicional de la infalibilidad. De hecho, ésta se limita a unos cuantos casos particulares de fe y de costumbres. Significa que el Espíritu asiste fielmente a su Iglesia, especialmente en los concilios.

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* Concilios y sínodos

Un concilio es una asamblea de pastores legítimos de la Iglesia, llamados a regular ciertos asuntos relativos a la fe, las costumbres o la disciplina eclesiástica. Se les llama ecuménicos cuando representan a la Iglesia universal, es decir, cuando se reúnen todos los obispos. Desde el de Nicea, en el 325, se cuenta 21.

No se trata ya de preguntarse si la autoridad suprema pertenece al papa o la concilio,"Ciertamente, el concilio solamente es convocado validamente por el papa y sus decisiones son promulgadas por él. Pero es fundamentalmente el fruto de un trabajo colectivo de los obispos, ayudados por el inmenso esfuerzo de los cristianos en general y de los teólogos en particular". Desde 1967 ha aparecido otra instancia: el sínodo(23).

El sínodo es una asamblea consultiva formada por los obispos elegidos por las conferencias episcopales, los representantes de las Iglesias orientales y de los dicasterios romanos, y finalmente de religiosos elegidos y de miembros designados por el papa . Juan Pablo II veía en él "un laboratorio de comunión" y un medio de "hacer cada vez más profunda y poco a poco más orgánica la unión de la Iglesia". Todos los bautizados están invitados a participar en la elaboración de los documentos preparativos. A él hay que añadir los sínodos extraordinarios, que reúnen en torno al papa a los presidentes de las conferencias episcopales; y finalmente los sínodos diocesanos.

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* Sacerdocio y ministerio sacerdotal

El Vaticano II ha reafirmado que, por el bautismo, todo cristiano ejerce el sacerdocio(24). Pero desde os orígenes(25), algunos de ellos han sido ordenados para un servicio particular: un ministerio. Y un sacramento, el orden, confiere al sacerdote que lo recibe "un poder sagrado para formar y conducir al pueblo sacerdotal, para realizar, representando a Cristo, el sacrificio eucarístico y ofrecerlo a Dios en nombre de todo el pueblo santo".

La formación de los sacerdotes, las etapas hacía el sacerdocio ministerial, los signos, han cambiado a lo largo de los siglos.

Aunque periódicamente discutida, ha permanecido en pie vinculada al sacerdocio una obligación: la del celibato. A imitación de las ordenes monásticas, tomó forma en el concilio de Arles en el 314. En su carta a los sacerdotes en 1979, el papa Juan Pablo II ha insistido en este ministerio, no ya delegado por la comunidad, sino don que Dios le concede. Esto significa reafirmar la única constante del sacerdocio: Jesucristo es el único sacerdote. Es él el que bautiza, perdona o celebra la eucaristía. Entre los clérigos y los bautizados no hay diferencia jerarquía, sino de servicio.

Es lo que ha afirmado con claridad la constitución dogmática Lumen gentium (1962). Define a los laicos "como el conjunto de los cristianos que no son miembros del orden sagrado ni del estado religioso", pero que," incorporados a Cristo por el bautismo, integrados en el pueblo de Dios... participan a su modo de la función sacerdotal, profética y real da Cristo... Ejercen por su parte, en la Iglesia y en el mundo la misión propia de todo el pueblo cristiano".

Igualmente, los religiosos no son super-cristianos. Solamente en algunos momentos de su historia en que la Iglesia parecía traicionar a su misión, surgieron algunos hombres y mujeres para recordarles a todos las exigencias evangélicas. A veces se retiraron del mundo, incluso en el desierto; ordinariamente, fundaron comunidades u órdenes reunidas por una regla de vida evangélica.

Así lo hicieron Antonio, Basilio y sobre todo Benito (hacía el 530) En el siglo XIII, San Francisco, imitador de Jesucristo, recuperó el sentido de la pobreza , de la simplicidad y de la paz. Santo Domingo fundó a los hermanos predicadores, mendicantes en aquella época (1215). Santa Teresa de Ávila en el siglo XVI reformó la orden del Carmen (reformada por primera vez en 1247), centrada en la contemplación. Poco antes, Ignacio de Loyola fundó la Compañía de Jesús (los jesuitas) para sostener al papado... En los siglos XVIII y XIX nacieron otras muchas ordenes. desde los redentoristas, predicadores de Alfonso de Ligorio, hasta los salesianos de san Juan Bosco (1864) para el apostolado popular y sobre todo entre los niños y los jóvenes.

Hoy se cuentan 221 institutos religiosos masculinos, que agrupan a más de 247.000 miembros, y 1.175 femeninos con 950.000 religiosas.

Así es al Iglesia, institución organizada para el servicio de las comunidades cristianas que le componen, cada vez mas diversas entre sí.

Reflejando más o menos las civilizaciones en que tuvo que dar testimonio de Jesucristo, es tanto más fiel al mensaje que transmite cuanto más se deja transformar por el Espíritu que, a lo largo de los siglos, ha soplado entre los bautizados.

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ALGUNAS GRANDES ENCÍCLICAS


- León XIII: Immortale Dei, sobre la democracia y la autoridad de la Iglesia (1889).
Rerum novarum, sobre la condición obrera (1891)

- Pío X: Gravíssimo officii, contra la separación de la Iglesia y del Estado de Francia (1906)

- Pío XI: Casti connubii, sobre el matrimonio cristiano (1930).
Quadregesimo anno, sobre la doctrina social (1931).
Mit brennender Sorge, sobre el nazismo (1937).
Divini Redemptoris, sobre el comunismo ateo (1937).

- Pío XII: Summí pontificatus, contra los principios totalitarios (1943).
Humani generis, contra ciertas tesis antropológicas (1950)

- Juan XXIII: Mater el magistra, sobre los problemas sociales (1961).
Pacem in terris
, sobre la paz (1963).

- Pablo VI: Eclesiam suam, sobre la Iglesia (1963).
Popularum progressio, sobre el desarrollo de los pueblos (1967).

- Juan Pablo II: Redemptor hominis, sobre la dignidad y los derechos del hombre(1979).
Laborem exercens, sobre el trabajo (1981).



PRINCIPALES CONCILIOS


1. Concilios reconocidos por casi todas las Iglesias

325: Nicea (condenación de Arrio - primer credo)
381: Constantinopla (condenación de Macedonio, Divinidad del Espíritu)
431: Efeso (condenación de Nestorio: María, madre de Dios)
451: Calcedonia (condenación del Monofisismo(26))
553: Constantinopla II (confirmación de los cuatro concilios)
680: Constantinopla III (condenación del monotelismo)
787: Nicea II (condenación de los iconoclastas)

2. Tras la ruptura de occidente y oriente

 

869: Constantinopla IV
1123: Letrán I
1139: Letrán II
1179: Letrán III
1215: Letrán IV
1245: Lyon I
1274: Lyon II
1311: Vienne
1414: Constanza
1431: Basilea-Ferrara-Florencia
1512: Letrán V
1545: Trento
1869: Vaticano I
1962: Vaticano II


3. Concilios de algunas grandes definiciones católicas

 

Letrán II condena la simonía, la usura, aconseja la continencia de los clérigos.
Letrán IV define la transubstanciación(27).
Lyon II intenta una aproximación a los griegos.
Trento reforma la Iglesia (esbozo en Letrán IV), define el pecado original, la justificación, los sacramentos.
Vaticano I define las relaciones entre la fe y la razón, proclama la infalibilidad del papa.
Vaticano II afirma la colegialidad del episcopado, proclama la apertura al mundo, la libertad religiosa.

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9. Herejías y cismas

* Herejías

Muy pronto las comunidades cristianas se dividieron debido a las discusiones sobre la persona de Cristo, sobre su reino, sobre la imagen de Dios. Aquello dio origen, muchas veces, a doctrinas más o menos duraderas que los obispos, los padres de la iglesia o los concilios, refutaron o condenaron como herejías.

Debido a nuestra opción de exponer aquí sólo las religiones contemporáneas, me limitaré a enumerar las herejías históricas. Llevan el nombre de: gnosis, mandeísmo, maniqueísmo, arrianismo, monofisismo... algunas de ellas siguen vivas, bien en las iglesias actuales -como la Iglesia copta de Egipto o la Iglesia armenia heredera de monofisismo(28)-, bien bajo la forma de sutiles contaminaciones dentro del propio catolicismo -como en ciertas tendencias cátaras o jansenistas(29)-.

*Cismas

Más tarde, ciertas cuestiones de ritual o de disciplina eclesiástica provocaron divisiones en la Iglesia primitiva. A través de crisis más o menos largas y más o menos graves, estas divisiones desembocaron en cismas, es decir, en una ruptura duradera con la Iglesia. Así, se produjo en occidente un cisma entre el papado instalado en Avignon y el instalado en Roma, con Clemente VII, en 1378, que se prolongaría hasta el año 1417.

Pero los dos cismas más importantes salieron de la crisis de occidente y el oriente, entre Roma y Bizancio, y de la protesta de Lutero contra los escándalos de la Iglesia en el siglo XVI.

El primero dio lugar a la ortodoxia.

El segundo está en el origen de la Reforma, primero protestante y luego anglicana.

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a) La ortodoxia

Comenzada ya en el siglo IV, agravada a lo largo de los siglos XI, y XIII, la crisis oriental desembocó en una separación definitiva después de la conquista de Constantinopla en 1453. Se debe a causas simultáneamente culturales, teológicas y políticas. Hay dos fechas que marcan la ruptura.

1054, tras el fracaso de un intento de conciliación, el legado romano excomulgó al patriarca(30) de Constantinopla, Miguel Cerulario.

1204, después del saqueo de Constantinopla durante la cuarta cruzada.

Tres motivos de disputa, de valor desigual, estuvieron en el origen de las Iglesias ortodoxas orientales.

*Los ritos

El primero es de los ritos, que no hizo más que preparar el terreno del cisma.

En la Iglesia primitiva, los ritos eran diversos según cada país: galicano, bizantino, copto..., sin embargo, no empleaban más que dos lenguas litúrgicas: el latín en occidente, con Roma, y el griego en oriente, en las Iglesias de Antioquía, de Jerusalén y de Constantinopla.

Con el imperio bizantino, el rito de Constantinopla acabó imponiéndose y, con él, sostenido por el emperador, la primacía de su patriarca. Por eso, a lo largo de los siglos IV al VIII, la Iglesia de Constantinopla rompió cinco veces con Roma.

*La doctrina

La segunda oposición es doctrinal, encierra un malentendido: la famosa disputa de "Filioque". Se abrió en el 794, cuando Carlomagno pidió que se integrara en el credo de Nicea (325) la fórmula "Filioque" con la expresión: "Credo in Spiritum Sanctum qui ex patre Filioque procedit" (el Espíritu Santo que procede del padre y del Hijo).

Al principio, las Iglesias se opusieron con argumentos que no dejan de tener peso. El primero es que el equilibrio de la Trinidad queda roto en detrimento del Espíritu, reconocido como tercera persona divina en el concilio de Constantinopla (381). El segundo es precisamente que la formulación del "Filioque" va contra la prohibición de modificar el credo de Nicea (prohibición que se votó en Constantinopla -381- y que se repitió en Éfeso -431-). Finalmente, el "Filioque" está en desacuerdo con Jn 15, 26; de hecho, la traducción satisfactoria debería haber sido. El Espíritu Santo que procede del Padre y es enviado al Hijo.

Tras un compromiso con León III en el 810, la ruptura en este punto quedó consumada en el siglo XI. Para la Iglesia de oriente hay una relación mutua entre el Espíritu y el Hijo y no dependiente del primero respecto al segundo.

*El poder

La tercera divergencia se refiere al poder. Se enfrentan entre sí dos tesis: la tesis tradicional en la Iglesia oriental, según la cual "el rango de los obispos en la jerarquía se determinaba por el rango civil de las ciudades cuyo título llevaba". -Por otra parte, el concilio el concilio de Nicea reconocía la autoridad excepcional de los obispos de Roma, Alejandría y Antioquía; el de Constantinopla admitía la de su obispo: por tanto, a partir del momento en que Constantinopla pasó a ser la capital del imperio, su obispo tenía que pasar a ser jefe de la cristiandad -. Pero la tesis que hacía del obispo de Roma el primero entre sus iguales no procede de la situación de la ciudad, sino de la preeminencia de Pedro, cabeza de los apóstoles.

Con momentos de paroxismo y momentos de tregua, el conflicto se prolongó hasta la toma de Constantinopla por los turcos en el año 1453. En efecto, la ruptura quedó consumada cuando Mahoma II eligió como patriarca a un anti-unionista, Gennadios Scholarios. La Iglesia griega recibió entonces la jurisdicción sobre todos los cristianos del imperio turco, cuyas fronteras se confundían en el siglo XVII con las del patriarcado de Constantinopla.

Sólo se le escapó Rusia, que en 1589 obtuvo que Moscú, la "tercera Roma", fuese erigida como patriarcado independiente. Fue el príncipe Vladimiro el que, después de haberse hecho bautizar para casarse con la princesa bizantina Ana, impuso al cristianismo al pueblo ruso. Dependiendo de Constantinopla, que nombraba al metropolita de Kiev, la Iglesia rusa siguió por tanto el cisma bizantino.

A mediados del siglo XVII, la reforma del patriarca Tikhon desembocó en otra escisión (raskol): la de los "viejos creyentes" (Starovery). Pero los zares no cesaron de imponer su poder sobre la Iglesia rusa. Así, en 1721, Pedro el Grande sustituyó el patriarcado por un Santo Sínodo de ocho a diez miembros nombrados por él. Tan sólo en 1917, el concilio panruso restableció el patriarcado. Después de muchas persecuciones y de la expropiación de la Iglesia, en 1927 el gobierno soviético concedió un estatuto legal a la Iglesia ortodoxa sinodal, frente a la cual se mantenían una Iglesia patriarcal popular y varias Iglesias disidentes, entre ellas la Iglesia sinodal ucraniana.

La guerra patriótica contra Alemania acercó a la Iglesia y al Estado. En 1943, el metropolita Sergio Starogrodskij fue reconocido como patriarca. Desde 1945, la Iglesia ortodoxa rusa, separada del Estado, es reconocida por él, pero sometida a él. Su jefe es el patriarca de Moscú, que le representa ante las autoridades y ante las otras Iglesias. Sus comunicaciones y convocatorias de obispos tienen que pasar por el ministerio de Asuntos Extranjeros.

Está asistido de un sínodo, formado por los tres metropolitas de Kiev, Leningrado y Kruty, y por tres obispos elegidos. La autoridad suprema es un concilio -el Sobor-, compuesto de clérigos y laicos. Las 73 diócesis corresponden a las regiones administrativas. Dos academias de teología (Zagorsk y Leningrado) y tres seminarios aseguran la formación del clero, cuya función se limita estrictamente al culto.

Los edificios religiosos, y hasta los vasos sagrados, todo pertenece al Estado, que los presta cuando se lo piden. Los recursos financieros de la Iglesia, sometidos al control del gobierno, se derivan de las donaciones de los fieles y de la venta de cirios y de pan bendito.

-Otras religiones ortodoxas

Desde 1595, la historia de las Iglesias ortodoxas siguió a la de las independencias nacionales. Así se fueron separando sucesivamente del Fanar (Iglesia de Constantinopla):

_ la Iglesia ortodoxa servia (1829);
_ la Iglesia ortodoxa griega (1850);
_ la Iglesia ortodoxa búlgara (1870);
_ el patriarcado chipriota (1878);
_ el patriarcado de Alejandría (1899);
_ el patriarcado de Antioquía (1899);
_ el patriarcado de Jerusalén (1908);
_ la Iglesia ortodoxa de Rumania (1925);
_ finalmente, la Iglesia de Albania (1925);


- Originalidad de las Iglesias ortodoxas

Lo que caracteriza religiosamente a la tradición ortodoxa es la atención que dirige de forma privilegiada a tres aspectos de la fe cristiana: la resurrección, la Trinidad, el Espíritu Santo.

# La resurrección

No es casual que la pascua sea la mayor fiesta ortodoxa. Ese día, los fieles llenan las iglesias y se saludan gozosamente: "Khristos voskresse" - "Voistinu voskresse" (¡Cristo ha resucitado! - ¡En verdad, ha resucitado!).

Es que, para los ortodoxos, la pascua es realmente el paso de la muerte a la vida. No es el aniversario de la reanimación de un cadáver, sino el signo de la victoria de Cristo sobre la muerte. Y por eso mismo, es la certeza de vida para todos los hombres. Con Cristo, y por él, el cristiano participa de la vida divina.

Y la Iglesia entera es el sacramento de resurrección. El lugar donde sopla la vida eterna. Una vida que no puede ser sino trinitaria:

"La ortodoxia ha de dar testimonio de que la verdadera liberación del hombre no consiste sólo en cambiar la decoración externa, sino en llevar a los hombres a descubrir el gozo de la resurrección en todo su alcance, es decir, en un servicio que abrace también a la sociedad" (Asamblea general de Syndismos, Boston, julio 1971).

# La Trinidad

La Trinidad es realmente el corazón de la fe cristiana. Es lo que la distingue de las otras religiones. Y no es mera coincidencia que el icono más célebre de la ortodoxia represente a los tres huéspedes misteriosos de Abraham, o que los rusos se signen con tres dedos.

Dios no es el "soltero único de los mundos". Un Dios solitario encerrado en su omnipotencia. Tampoco es una divinidad con dos caras: bendición por un lado y maldición por otro. Es uni-trinitario.

Fórmula de fe difícil, y hasta imposible de comprender. Pero a la única que se aproxima a la verdad de un Dios-relación. Un Dios amor. Un Dios vida. Porque la vida es la resolución infinita y universal de todas las contradicciones, mientras que la muerte está al final de todas las contradicciones.

El Dios trinitario de la ortodoxia es la unidad viva que reina entre las personas del Padre, del Hijo y del Espíritu. Creer en la Trinidad es creer también en la superación de la oposición mediante la comunión del amor.

Es finalmente creer que, bajo el movimiento del Espíritu, el propio hombre dividido, pero a imagen de Dios, es uno. En la medida en que, por la resurrección de Cristo, se convierte en dios, es una persona. Y, más allá, el hombre total, la humanidad reconciliada consigo misma, "lugar de Dios", es una. "Incorporados" a Cristo, todos "somos miembros unos de otros".

La fe ortodoxa en la Trinidad es rechazo de excomunión. La Iglesia es comunión, a imagen misma de la Trinidad.

# El Espíritu Santo

Sólo el Espíritu Santo da este acontecimiento. Él es efectivamente la luz que revela rostro del mundo, del hombre y de Dios. Él es el fuego del amor que purifica nuestra visión uniéndonos al objeto de nuestra contemplación.

Por el Espíritu que sopla sobre ellos, los fieles ortodoxos se convierten en cuerpo de Cristo, portadores del Espíritu. Esta presencia del Espíritu los hace testigos de la verdad. El Espíritu es algo más que un "don". Es "dador" de vida. Vive en el corazón del hombre para hacerlo hijo de Dios. Un Santo. Y la Iglesia es así el templo del Espíritu Santo en cada uno de sus miembros. Esto explica la función de los laicos en la Iglesia ortodoxa: participantes del sacerdocio universal y co-celebrantes de algún modo de la eucaristía por el Espíritu Santo. Son el pueblo de Dios. El pope es solamente aquel que recoge las súplicas de los fieles y atestigua la realidad de la venida del Espíritu sobre el pan, el vino y el pueblo. De esta certeza nació una Iglesia a la vez una y plural.

- Relaciones con el catolicismo.

Separadas de Roma, a la que por otra parte casi nunca estuvieron unidas, las Iglesias ortodoxas han conocido varios intentos de aproximación a la Iglesia católica romana.

En el pasado, estos intentos tuvieron lugar con Miguel VIII Paleólogo después del concilio de Lyon en 1274 y del de Florencia unos 200 años más tarde.

Mucho más recientemente, algunos gestos particulares han manifestado un anhelo común de encuentro:

_ el 5 enero 1963, en Jerusalén, el abrazo entre PabloVI y el patriarca de Constantinopla, Atenágoras I;

_ en diciembre de 1965, en la clausura del Vaticano II, se levantaron las excomuniones mutuas del año 1054;

_ en septiembre de 1978, la muerte repentina del metropolita de Leningrado en brazos de Juan Pablo I en el Vaticano;

_ el 30 noviembre 1979, en Estambul, la misa del patriarca Dimitrios I, a la que asistió el papa Juan Pablo II;

_ finalmente, el 30 mayo 1986, la publicación de la encíclica de Juan Pablo II sobre el Espíritu Santo, Dominium et vivificantem. Es verdad que no dice nada de la divergencia fundamental entre las dos Iglesias -la cuestión del Filioque-, pero el papel que se atribuye al "Espíritu Santo que suscita en los corazones una profunda aspiración a la santidad" es una apertura hacia una concepción común del Espíritu.

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b) El protestantismo

El protestantismo es en primer lugar la protesta cristiana, en nombre del evangelio, contra los escándalos de una cristiandad y de una Iglesia que seguían unos comportamientos contrarios a la enseñanza de Jesucristo. Este nombre sólo se le dio a la Reforma en 1529, cuando seis príncipes y catorce ciudades libres, en la dieta de Spira, elevaron una solemne protesta contra las exigencias católicas.

* Sus precursores

Pero entre sus precursores se pueden recordar algunos antepasados muy anteriores al siglo XVI, como Pedro Valdo y su cofradía de los Pobres de Lyon, que difundían el evangelio en lengua popular(31).

Más tarde, fue sobre todo el papado el que escandalizó por su lujo, el peso excesivo de su fiscalidad y sus intervenciones políticas y militares. Desde el siglo XIV, los excesos y la corrupción de la Iglesia habían provocado en su seno no pocas críticas y exigencias de reforma. Las más importantes fueron las de los teólogos Wyclif (1320-1384), profesor en la universidad de Oxford, y Jan Hus (1370-1415), decano de la facultad de teología de Praga.

Los dos se opusieron a los derechos y privilegios del clero. Sobre todo , pusieron en discusión el poder del papa y del clero de interpretar la Escritura. Así, Wyclif rechazó el dogma de la transubstanciación, y Jan Hus, después de traducir la Biblia al checo, en su tratado De la Iglesia distingue entre "la institución romana, comunidad de fe fundada por los apóstoles, y la Iglesia universal, fundada sólo por Jesucristo"... Pero los dos fueron declarados herejes, y Jan Hus fue encarcelado, torturado y quemado en la hoguera el 6 de julio de 1415.

Simultáneamente, la difusión de la Biblia por la imprenta y el desarrollo del espíritu crítico gracias al humanismo ponían de relieve las contradicciones entre los evangelios y la vida de la Iglesia. En su Elogio de la locura, un gran humanista, Erasmo(32), de una forma irónica, opuso el comportamiento de Alejandro VI, el corrompido, de Julio II, el guerrero y de León X, el mecenas, al ejemplo de Jesucristo.

Hubo incluso varios concilios que reconocieron La necesidad de reformas e intentaron promoverlas (el de Constanza en 1414-1418 y el de Basilea en 1431-1449). En 1417, el papa Martín V condenó la simonía y la acumulación de beneficios. El cardenal Juliano Cesarini, en 1436, en el concilio de Basilea, había proclamado la urgencia de "reformar la Iglesia en su cabeza y en sus miembros..."

Pero las diversas exhortaciones, las reformas abortadas, las condenas por herejía no habían logrado más que hacer aparecer como más intolerable la situación de la Iglesia en el siglo XVI y más indispensable su vuelta a la "sencillez primitiva ". La Reforma que va a nacer de esta noble reacción surgió casi en el mismo momento en tres lugares distintos: Alemania, Suiza y Francia.

* La reforma en Alemania Con Martín Lutero

La Alemania del siglo XVI ofrecía un terreno privilegiado para el desarrollo de las ideas reformadoras.

La Iglesia, gran propietaria de tierras, distribuía los obispados y las abadías. Con sus impuestos y colectas, Roma obtenía allí abundantes recursos. Las costumbres del clero, obispos y párrocos, andaban muy relajadas. Más que en otros sitios, la imprenta había difundido allí numerosas ediciones de La Biblia y las obras de los humanistas

En esa situación, Lutero, joven estudiante jurista y humanista en Erfurt , entra en el convento de los agustinos en 1505 para hacerse allí "verdaderamente cristiano".

Monje escrupuloso, obsesionado por el miedo a no merecer la libre gracia de Dios, asustado por el temor a Satanás y a la justicia divina, se ve tentado por la desesperación de la "incredulidad".

Pero la lectura incesante de la Escritura -de la que era profesor- acabó convenciéndole de que "la justicia de Dios significa la justicia que Dios da y por la que el justo vive, si tiene fe ". Descubre que Dios, padre de Jesucristo, es un Dios de amor. El cristiano se sabe a la vez "siempre pecador", "siempre penitente" y "siempre justo" por su fe en Cristo salvador. O mejor dicho, la "fe de Jesucristo" lo justifica. Porque es Dios el que, por su hijo, manifiesta su confianza en el hombre; y la fe del justo no es más que la acogida de esa confianza.

Esta convicción entusiasta es la que le da a Lutero el coraje de oponerse, en nombre de esta verdad de la Escritura, a la autoridad eclesiástica. El debate explotó a propósito del asunto de las Indulgencias en 1517.

Para terminar la construcción de la basílica de San Pedro en Roma, el arzobispo de Maguncia hizo que se vendieran "indulgencias" por toda Alemania , es decir, la posibilidad de rescatar por medio de una penitencia, aplicable incluso a los difuntos del purgatorio.

Los banqueros de Augsburgo, los Fugger -con los que estaba endeudado Alberto de Brandeburgo- se hacían cargo de las colectas. Los dominicos, entre ellos Johannes Tetzel, eran los encargados de predicar las "indulgencias".

Escandalizado, Martín Lutero protesta ante las autoridades eclesiásticas, denuncia este engaño desde el púlpito y acaba fijando en la puerta de la iglesia de Wittenberg un cartel con las 95 proposiciones que condenaban el principio mismo de las indulgencias: sólo Dios perdona y salva. Por otro lado, esto es también lo esencial de la convicción de Lutero. Las indulgencias fueron tan sólo una ocasión para publicar esas proposiciones. Los estudiantes se encargaron de difundirlas.

Aunque invitado a retractarse, Lutero apeló al papa en varias ocasiones, pero se negó a presentarse en Roma. Tras una disputa de cuatro días con el legado pontificio, y después de dos escritos, fue excomulgado por la bula Exsurge, Domine. Era el 15 de junio de 1520 . Después de intentar en vano dirigirse una vez más a León X, Lutero quemó solemnemente la bula pontificia. Casi un año más tarde, el 26 de mayo de 1521, Carlos V, siguiendo la dieta imperial de Worms, ante la que compareció, lo desterró del imperio.

Entretanto Lutero había redactado y publicado los escritos fundamentales de la Reforma: De la libertad del cristiano, A la nobleza cristiana de la nación alemana sobre la enmienda de la condición del cristiano y Preludio sobre la cautividad babilonia de la Iglesia, destinados a los clérigos.

Más tarde, para replicar a Erasmo, escribió Del siervo albedrío (1525); contra los anabaptistas(33): El deber de las autoridades civiles de oponerse a los anabaptistas mediante castigos corporales; finalmente, El catecismo menor y mayor (1529) y la célebre Confesión de Augsburgo (1530), seguida de los Artículos de Esmalcalda (1536).

- La doctrina de Lutero

Es la que se expone precisamente en los 28 artículos de la Confesión de Augsburgo, que Melanchton(34) presentó a al dieta en 1530. El mismo Lutero la confirmó por la Apología y luego por los Artículos de Esmalcalda.

Está muy marcada por las experiencias y el temperamento de Martín Lutero. Sin embargo, todavía hoy estos libros siguen estando en le centro de la teología de las comunidades luteranas.

Esta teología se basa en la Sagrada Escritura, que es la que tiene autoridad tanto en materia de organización de las Iglesias como en materiade moral y de fe.

Todo hombre nace marcado por "la caída original" de Adán, transmitida a todos sus descendientes. Desde entonces, "ha pasado como con el árbol malo: no puede querer más que el mal". Habiendose retirado Dios de él, todas sus acciones no pueden ser más que pecado. Privado de libre voluntad, el hombre no obra el bien o el mal más que según el designio de Dios.

Pero la muerte de Cristo en la cruz por todos los hombres asegura a todos los que creen en él el perdón y la salvación. "El justo se salva por la fe". Dios no ve los pecados de aquel que confía en su amor manifestado por el don de su Hijo.

En consecuencia, no son ni los méritos de los hombres, ni las misas, peregrinaciones y otras prácticas religiosas las que salvan al pecador. Éste sólo puede reconocer la misericordia de Dios por la pureza de su vida moral, especialmente en las funciones que ejerce.

La Iglesia es una comunidad espiritual cuya cabeza es Cristo. El es su único maestro, y no un papa que no puede, por ningún título, proclamarse representante suyo.

Todos los fieles son sacerdotes. Y los ministros, delegados por la comunidad , presiden solamente la plegaria, la administración de los sacramentos y la predicación.

No hay más que dos sacramentos: el bautismo y la cena, signos que recuerdan las promesas de Dios robusteciendo la fe.

* La Reforma en Suiza con Ulrich Zwingli (1484-1531)

Fue en Zurich, ciudad libre, donde Zwingli estableció la primera Iglesia reformada suiza. Párroco de Glaris, lego predicador de Einsiedln, fue en la lectura del Nuevo Testamento griego de Erasmo donde, como Lutero, adquirió la certeza de que el corazón del evangelio es la buena nueva de la paternidad de un Dios misericordioso. La lectura de las obras de Lutero no hizo más que confirmar su fe renovada. La defendió en 1523 en un gran debate frente al obispo. El gran consejo de Zurich adoptó su programa reformador: liturgia en lengua popular, sustitución de la misa por la predicación de la palabra, suspensión de las estatuas y del órgano, secularización(35) de los conventos y expropiación de los bienes de la Iglesia.

Pero una importante cuestión doctrinal divide a Lutero y a Zwingli: ¿está Cristo realmente presente en el pan y el vino de la eucaristía? Sí, dice Lutero, aunque no sabe cómo. Por eso, la Santa Cena transmite la vida de Jesús y crea la comunión entre los fieles -No, replica Zwingli; Jesús no dijo: "Esto es mi cuerpo", sino: "Esto es signo de mi cuerpo"; la Cena no hace más que recordar la última cena de Cristo.

Un coloquio celebrado en Marburgo en 1529 no pudo hacer otra cosa más que constatar la divergencia. Si bien todos están de acuerdo en decir que el cristiano se alimenta espiritualmente del cuerpo y de la sangre de Cristo, no están conformes en saber "si el verdadero cuerpo y sangre del señor están corporalmente presentes en el pan y el vino de la Cena".

A pesar de estas disputas, Zwingli recordó al cristianismo una exigencia siempre actual: la necesidad de ser vivido políticamente. Especialmente en su sermón sobre "la justicia divina y la justicia humana", pero también en sus actos, el reformador de Zurich demuestra que es en la construcción de una ciudad terrena de justicia donde el cristianismo vive su fe en Cristo y el amor de Dios a los hombres.

Esta sociedad civil reformada se extendió a Berna, al cantón de Vaud y a Ginebra, donde encontró refugio Calvino. Pero la guerra contra los cantones católicos acabó con la muerte trágica de Zwingli en Kappel en 1531. La Confederación helvética seguiría dividida religiosamente durante tres siglos.

* La Reforma en Francia con Juan Calvino(36)

Varias analogías relacionan al reformador francés con Lutero.

En primer lugar, la situación de la Iglesia. Aunque diferentes, los abusos no son menores en Francia que en Alemania. Conciernen a las costumbres, pero sobre todo al escándalo de la distribución y acumulación de los beneficios eclesiásticos.

Después, el papel del humanismo. Calvino está fuertemente influido por el humanista alemán Melchor Vollmar, que le enseña el griego y el hebreo. Pero es sobre todo el ambiente de la época el que le impregna de humanismo y de reformismo. Su guía es Lefévre d'Etaples, cuyo Comentario a las epístolas de Pablo (1512) y la Traducción francesa de los evangelios (1523) inauguran una reforma pacífica, a la que se mostró sensible incluso la corte de Margarita de Angulema.

Calvino está además cerca de Lutero por una semejanza de vida familiar y de educación. Como Lutero, Calvino es hijo de una madre devota y de un padre riguroso. Como su antepasado, Calvino conoció la rigidez doctrinal en el colegio Montaigu.

Los dos sobre todo propusieron una doctrina que coincide en lo esencial: el cristianismo no tiene más fundamento que la Escritura. Es ella la que tiene autoridad. El evangelio es el corazón de la vida cristiana. El cristiano no tiene más certeza que la seguridad de la gracia de Cristo.

- El calvinismo

Sin embargo, debido al contexto de Francia y de Basilea, a la influencia de Melanchton y Zwingli, el calvinismo difiere del luteranismo en tres puntos importantes. Por mucho tiempo, Calvino esperó y deseó una reforma interior de la Iglesia.

De un espíritu más lógico que Lutero, Calvino centra la religión cristiana en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, soberanamente libre. Sólo de él viene la salvación. Es lo que se llama la predestinación. Que el pecador se salve o no, no depende del hombre, que es incapaz de ello. La libre gracia de Dios no puede venir más que de su providencia.

No hay teología abstracta ni temporal, válida en todo lugar y en todo tiempo. La teología no es un absoluto, sino que es relativa: Una búsqueda titubeante de la verdad de Dios, por parte de unas comunidades históricamente situadas. La teología se arraiga en la experiencia de los cristianos y alimenta su vida. Es la idea tan moderna de la libre investigación teológica.

En la misma línea del vínculo entre la teología y la historia, la originalidad del pensamiento de Calvino reside en una reflexión sobre las relaciones entre la religión y la política. El Estado forma parte del plan de Dios. Es uno de los instrumentos de la providencia divina. Esto significa por tanto que tiene la función de realizar la justicia en este mundo. En consecuencia, el ciudadano cristiano tiene el doble deber de sumisión a las autoridades justas del Estado, pero también el de desobedecer a un tirano injusto.

Por dos veces, las circunstancias llevaron a Calvino a poner en práctica esta doctrina en Ginebra. En 1536, fue retenido por el reformador G. Farel. En 1541, fue llamado por los propios ginebrinos. En "cuatro artículos" organizó la disciplina religiosa de los fieles ginebrinos, pero también una especie de tribunal o de policía de las costumbres, que intentaba transformar a Ginebra en "ciudad-iglesia" y a los ginebrinos en ascetas. Bajo el control del Consistorio(37), Ginebra se convirtió en asilo parra los reformados, algo así como la "Roma del protestantismo". Así, su amor intransigente a la verdad, cambió al reformador religioso y político en inquisidor intolerante e implacable. La persecución y el martirio de Miguel Servet manifiestan que, después de haber defendido a los mártires de la Reforma, el reformador puede convertirse a su vez en verdugo de un nuevo reformador.

Queda en pie la obra de Calvino: los 59 volúmenes que escribió, una doctrina sólida y original arraigada en la organización de la Iglesias reformadas de Francia, orientadas hacia la unidad cristiana.

* El protestantismo vivo

El protestantismo no se limita a la trinidad Lutero-Zwingli-Calvino. Ni en el espacio ni en el tiempo. Bajo formas y formas diversas, la reforma se difundió muy pronto en los países escandinavos (en Suecia con Gustavo Vasa, 1527; en Dinamarca y en Noruega), en Alemania, en Suecia, en Inglaterra con Enrique VIII (1531), luego en Escocia (1547), en Hungría, en los Países Bajos, en Bohemia y hasta en Polonia... La emigración a los Países Bajos (1570), y luego a América del Norte (1620), marcará de puritanismo(38) a los futuros Estados Unidos de América.

* Teólogos contemporáneos

La Reforma no ha dejado de producir teólogos famosos que han fecundado también nuestro, tiempo:

- el silesiano Friedrich Daniel Ernst Schleiermacher (1768-1834), padre de la teología práctica, de la sociología religiosa y de la hermenéutica(39);
- el suizo Alexandre Vinet (1797-1847), portavoz de una libertad de la fe que hoy llamaríamos "laicidad" y precursor de la separación de las Iglesias y del Estado;
- el suizo Karl Barth (1886-1968), el teólogo del compromiso frente al nazismo y al stalinismo, pero hombre de diálogo, especialmente con los marxistas, militantes por la paz y mensajero de la esperanza en una Iglesia pobre, servidora de la palabra liberadora de Dios;
- el alemán Rudolf Bultmann (1844-1976), el exégeta(40) que ha desmitologizado el Nuevo Testamento parra hacer que hable mejor al hombre contemporáneo de las naves espaciales; al hacerlo así, ha recordado lo esencial de la fe hoy: el nacimiento de un hombre nuevo abierto al otro y al amor;
- el alemán Paul Tillich (1886-1965), emigrado a los Estados Unidos, filósofo y teólogo atento a las aspiraciones religiosas siempre presentes en el hombre que las ignora, y que en busca del lenguaje que le revele en nuestro tiempo a Cristo y a Dios;
- el berlinés Dietrich Bonhoeffer (1906-1945), el resistente de Dios que quiso hasta la muerte estar al servicio de un mundo amado por Dios, ya que la Iglesia está hecha para el mundo.

* La espiritualidad protestante

A través de la diversidad de las Iglesias de la Reforma, la teología y la espiritualidad protestantes se ordenan en torno a dos grandes ejes:

- El primero es la afirmación de la justificación por la fe. Ser protestante es creer que la fe en Jesucristo, muerto y resucitado, basta para asegurar la salvación eterna. Esta salvación gratuita es un don de la fe. Y "el justo por la fe vivirá" (Pablo, Rom 1, 16-17). Pero esta gracia de la fe recibida de Dios tiene que "confesarla" el creyente, es decir, proclamarla y dar testimonio de ella.

Por otro lado, la fe engendra un hombre nuevo. Un hombre que, en la historia, trabaja por la formación de la sociedad, por la liberación continua de sus hermanos. El protestante es un cristiano cuyo culto se dirige a lo esencial: el bautismo, la cena, la alabanza de Dios, y que en su vida cotidiana "confiesa" a Jesucristo por una conformidad con el comportamiento "solidario y subversivo" de su Señor.

Así, las Iglesias de la Reforma están especialmente preparadas para establecer un vínculo entre la fe cristiana y los problemas de nuestro tiempo: adaptación a la diversidad de las culturas, liberación de los oprimidos, lucha contra las injusticias, el hambre, los regímenes opresores... Su vitalidad se manifiesta en las grandes conferencias ecuménicas y en la misión, que consiste ante todo en compartir la vida de los "más pequeños" y de los oprimidos...

- El segundo eje sigue siendo la importancia concedida a la Escritura. El Antiguo y el Nuevo Testamento son la única fuente de la verdad recibida, hacia la cual hay que volver continuamente y que siempre hay que propagar.

"Todo hay que examinarlo, regularlo y reformarlo según la Escritura"(41). Puede decirse que todas las características del protestantismo se derivan de esta afirmación primordial.

+ Traducir la Biblia, difundirla, leerla, explicarla, comprenderla, interpretarla, predicarla, traducirla en la vida personal, familiar y social, tal es la vocación de todo protestante. Todo el culto y toda la piedad protestante se centran en la Biblia. Pero la Escritura no es un manual de teología. Es reconocimiento de la acción del Espíritu en los actos de los hombres. Está hecha para ser vivida en las situaciones contemporáneas. Es entonces cuando ella les da un sentido. Es el compromiso al servicio de los oprimidos el que hace comprender el mensaje liberador del evangelio.

+ Esta primacía de la Biblia va acompañada de esta libertad de interpretación que se ha llamado "libre examen". La Escritura se dirige a cada uno personalmente. Por tanto, cada uno tiene capacidad para leerla, comprenderla y vivir de ella. Frente a la Biblia, todos los fieles son iguales. La calidad de la acogida es más importante que la competencia.

De aquí se sigue que no hay clero que tenga autoridad para fijar su sentido. De ahí la estructura electiva y democrática de las Iglesias protestantes que hace del pastor el presidente de la asamblea, sin excluir a las mujeres. De ahí también el lugar de la hermenéutica en la teología protestante, que no es un discurso de clérigos, sino fruto de un diálogo. Entre los hombres. Entre sus comportamientos y la Escritura. Cada hombre y cada Iglesia en cada generación están invitados a escuchar la palabra de Dios y dejarse interpelar por ella.

+ Sin embargo, esta lectura de la Biblia no puede menos de situarse en la historia vivida de los fieles. La lectura actual es a la vez nueva y sin embargo inscrita en el contexto de las lecturas antiguas. De ahí una tradición protestante manifestada por las redacciones sucesivas de las "confesiones de fe" de la historia del protestantismo.

+ Pero la Escritura no se comprende plenamente más que por su práctica. Viviéndola en la actualidad es como se capta su sentido y su dinamismo. Los sucesos, los hombres del pasado, de los que se sirvió el Espíritu para hablar a los hombres de hoy, invitan a buscar su palabra en los hombres y los sucesos de hoy. Está hecha para ser vivida hoy

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10. El ecumenismo

* Un objetivo

Si bien subsisten, las divisiones de las Iglesias no son aceptadas por ninguna. La unidad de la Iglesia querida por su fundador es algo más que una aspiración. Los intentos esbozados por los concilios de Lyon (1245-1274) o de Florencia, renovados en el siglo XIX por los protestantes o por los pioneros católicos como el abate Portal, se han concretado en el ecumenismo.

Esta palabra viene del griego oikoumene y significa en la Biblia "tierra habitada". Tanto en Pablo (Heb 2, 5) como en Mateo (24, 14), la ecumene es la humanidad en su totalidad, el mundo al que la Iglesia tiene que comunicar el mensaje de Cristo. Las divisiones de esta Iglesia en el siglo V, luego en el siglo IX, y finalmente en el siglo XVI, han puesto de relieve el divorcio entre esta misión y la necesidad de la unidad de la Iglesia.

El fundamento de esta unidad, indispensable para el testimonio, se encuentra en el evangelio de Juan: "Padre, que todos sean uno como tú en mí y yo en ti; que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado..."(Jn 17, 21). También está en la carta de Pablo a los Efesios: "Dedicaos a conservar la unidad del Espíritu por el vínculo de la paz. No hay más que un solo cuerpo y un solo espíritu, como no ha más que una esperanza al final de la llamada que habéis recibido..." (Ef 4, 1). Lo exige así cada vez más un mundo moderno que no puede creer a unos testigos cuyo comportamiento va en contra de su mensaje.

Por eso, después de haber estado mucho tiempo aislados, excomulgados entre sí, después de haber luchado y haberse matado a veces, después de haber intentado conquistase recíprocamente, los cristianos desean finalmente conocerse, comprenderse y unirse. Tal es:

* El ecumenismo contemporáneo

"Todo lo que atañe a la renovación y a la unidad de la Iglesia como fermento del crecimiento del reino de Dios en el mundo de los hombres en busca de su unidad": así es como se le definió en 1970, en una reunión de los responsables ecuménicos.

Este movimiento comenzó en las Iglesias protestantes con un intento de planificación de las actividades misioneras, en Edimbugo, en 1910. La segunda reunión no tuvo lugar hasta después de la guerra, en Suiza. De allí salieron dos organizaciones: el movimiento "Fe y constitución" (Lausana 1927) y la "Conferencia mundial del cristianismo práctico" (Estocolmo 1925). En vísperas de la segunda guerra mundial, estas dos organizaciones constituyeron de hecho un "Consejo ecuménico de las Iglesias". Durante el conflicto mundial, desde Ginebra, el pastor Visser't Hooft supo unir a las Iglesias en su ayuda a los prisioneros y demás víctimas de la guerra.

Finalmente, en 1948, el Consejo ecuménico de las Iglesias pudo celebrar en Amsterdam su primera asamblea. Participaron en ella 146 Iglesias, entre ellas 30 de África, de Asia y de Ámerica latina. La Iglesia anglicana tuvo allí una función importante con William Temple, G.Bell, Geoffroy Fisher y Arthur Michael Ramsay. En 1961, se adhirieron las Iglesias ortodoxas de los países socialistas. Y en 1983, en Vancouver, la sexta asamblea reunió a 301 Iglesias, procedentes de unos cien países, que representaban a 400 millones de cristianos.

El Consejo ecuménico de las Iglesias (COE) quiere ser "una unión fraternal de Iglesias que confiesan a Jesucristo, Dios y salvador según las Escrituras, y se esfuerzan en responder juntas a su común vocación por la gloria del único Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo".

La Iglesia católica se limita a enviar observadores al COE. Sigue sin embargo atentamente sus trabajos y sus publicaciones. Además, algunos pioneros, como el padre Paul Couturier, al instituir una "semana de oración por la unidad de las cristianos", han contribuido grandemente a hacer evolucionar las ideas de los católicos hacia una "unidad que se hará cuando Cristo quiera y por los medios que él quiera".

Se ha dado un paso importante para la apoximación de las Iglesias con la renovación bíblica, sobre todo en el Vaticano II. Gracias a Juan XXIII, 60 representantes de las Iglesias no romanas se asociaron a los trabajos de este concilio. Se levantaron los anatemas mutuos de 1054 entre las Iglesias de occidente y las de oriente. El decreto el ecumenismo proclamó algunos principios tan nuevos que no todos los católicos los han asimilado todavía:
- la Iglesia de Cristo no es sólo la Iglesia católico romana;
- todas las comunidades eclesiales están en comunión, aunque ésta sigue siendo imperfecta;
- sólo con la reconversión de cada una a Jesucristo recobrarán su unidad.

De estas afirmaciones se deducen algunas decisiones prácticas:
- la creación de un Secretariado para la unidad de los cristianos para desarrollar los intercambios entre Roma y las Iglesias no romanas;
- un grupo mixto de trabajo entre el Vaticano y el COE.

Desde entonces, la colaboración se ha manifestado en una traducción común de la Biblia, la TOB (Traduction oecuménique de la Bible); un servicio común para los grandes problemas de nuestro tiempo; la ACAT (Acción de los cristianos para la abolición de la tortura); y hasta algunas declaraciones comunes, como sobre la venta de armas (1973) o contra el apartheid (1986). La comunidad de los hermanos de Taizé es un centro privilegiado de este ecumenismo vivido, mientras que el grupo des Dombes constituye un centro de estudios doctrinales.

Las disputas sobre la gracia y la justificación por la fe y sobre el lugar particular del obispo de Roma en la Iglesia, pertenecen ya al pasado.

Mediante la construcción del reino de Dios, los bautizados se afianzan como hermanos. "Cuando se vive y se anuncia el evangelio, la comunión se da por añadidura".

Esta declaración de "la fe de los católicos(42)" pudría resumir muy bien lo esencial de lo que es el cristianismo, hoy como ayer.

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11. Problemas actuales

a) El ecumenismo

Es uno de los retos que nuestra época lanza al cristianismo. En efecto, es una exigencia de credibilidad para los no creyentes y una aspiración de cristianos cada vez más numerosos. Pero hay dos maneras de concebirlo. Dos caminos. Dos riesgos.

O bien se hace a partir de la base y de gestos concretos de unión y de acción común para vivir el evangelio. Es el camino que los eruditos llaman ortopraxia, y los clérigos "ecumenismo salvaje". Quienes lo fomentan con osadía esperan que, convulsionando a las Iglesias más o menos comprometidas con el siglo, se creará la Iglesia del mañana, la única Iglesia de Jesucristo.

O bien va avanzando lentamente por las discusiones de teólogos y expertos, la negociación entre las jerarquías, las relaciones prudentes entre las instituciones. Es el camino del ecumenismo oficial o ecumenismo de la ortodoxia. Nada de unidad en la confusión. Un verdadero ecumenismo no puede lograrse más que en la verdad de una doctrina unánimemente reconocida.

¿Ecumenismo doctrinal de las instituciones o ecumenismo vivido de los cristianos? Quizás sea este un falso dilema. El freno y el motor son igualmente necesarios para el dinamismo.

Pero en este final de siglo se plantean otros problemas, si no al cristianismo, al menos a las Iglesias.

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b) El reto de las vocaciones

El más palpable es sin duda el del reclutamiento de clérigos y el aumento de su número. En otras palabras, la cuestión de las vocaciones.

Es verdad que los cristianos son aún casi la cuarta parte de la población mundial. El mundo tiene a disposición más de 400.000 sacerdotes, la mitad de los cuales esta en Europa. Hay además un millón de religiosos y religiosas.

Pero, por un lado, esta proporción cambiará con el mero peso demográfico que va a adquirir el Asia poco cristianizada. Y cambiará porque, a partir del 2000, uno de cada dos católicos será latinoamericano.

¿Qué será el mundo cristiano cuando haya disminuido el número de sacerdotes, dando que en el mundo no hay más que 60.000 seminaristas? En Francia, por ejemplo, los sacerdotes son apenas más de la mitad de lo que eran a comienzos de siglo. De 507 ordenaciones en 1962, se ha pasado a 111 el último año. En Bélgica, de 129 en 1967, las ordenaciones han bajado a 41 en 1984. Los sacerdotes diocesanos, que en 1961 eran aún 10.450 en Bélgica pasaron a 9.133 en 1971 y a 7.785 en 1980. La situación es similar entre los pastores protestantes.

Simultáneamente, las sectas, que proliferan, no han tenido nunca adeptos.

Por otro lado, cabe preguntarse sobre la firmeza de las convicciones de aquellos que las estadísticas contabilizan como cristianos. En efecto, si bien el 90% de los franceses son bautizados católicos, solo el 50% piensa que Jesús es hijo de Dios. Entre los jóvenes, el 79% se dicen católicos, pero solo el 1% tienen como ideal vivir según el evangelio.

Estas constataciones plantean varias cuestiones capitales, por ejemplo, la de la expresión de la fe en nuestros días.

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c) La expresión de la fe hoy

¿Cómo hablar de Jesucristo, hijo de Dios, muerto y resucitado en un mundo superracionalizado, en donde el cosmos pertenece a los cosmonautas, y donde el hombre se ha hecho dueño de su fecundidad in vitro?

Y al revés, ¿Cómo responder a la demanda religiosa de una parte importante de los hombres de hoy sin aceptar un retorno de lo sagrado, cercano a veces a la magia, sin caer en la efusión de la religiosidad o de un carismatismo sentimental?

¿Cómo repetir lo esencial, elocuente y vivo, del mensaje bíblico en el universo de la lingüística de las lecturas estructurales y de los códigos informáticos?

¿Cómo guardar la especificad de la fe cristiana, mientras que la seducción del oriente, una tolerancia próxima al indiferentismo, llevarían de buen grado a una especie de sincretismo religioso?

¿Cómo proclamar a un dios trinitario encarnado en Jesucristo cuando tantos espíritus contemporáneos se ven atraídos por religiones sin dios, por sabiduría sin fe o por prácticas exotéricas más o menos tranquilizantes?

Frente a las culturas antiguas o nuevas que las iglesias que hoy dicen que quieren respetar, ¿Cómo acogerlas sin asimilarlas, sin privilegiar a ninguna de ellas o disolviendo en ellas la historia de las demás? Juan Pablo II ha sentido bien este problema en su encíclica Slavorum apstoli (junio de 1985): "Encarnar el evangelio en las culturas autóctonas y al mismo tiempo introducir esas culturas en la vida de la iglesia". Concretamente, esto es muy difícil de resolver. La poligamia africana, por ejemplo, ¿forma parte de estas culturas integrables?

¿Puede la iglesia aceptar desoccidentalizarse para ser verdaderamente universal? ¿Cómo seguir siendo una en la diversidad, no solo de las liturgias y de los ritos, sino quizás de las teologías?

Esta cuestión incluye forzosamente la del acuerdo necesario entre la expresión de la fe como "discurso" y como practica

¿Cómo lanzar la llamada al desprendimiento y compartir evangélico en un mundo de enriquecimiento de los fuertes y de la miseria creciente de los desheredados?

¿Basta quizá la proclamación de la "opción prioritaria por los pobres"? ¿Puede acaso dejar de tener consecuencias políticas esta afirmación reiterada por Juan Pablo II? Las críticas hechas a los teólogos de la liberación muestran que el Vaticano, a diferencia del Consejo ecuménico de la Iglesias, vacila aún en asumir concretamente ciertos compromisos.

En resumen, ¿Cómo puede la Iglesia occidental cercana a las clases medias, ser realmente la Iglesia de los pobres, si quiere seguir siendo también la Iglesia de todos?

En un mundo desgarrado por las divisiones sociales al menos tanto como por las oposiciones ideológicas, ¿puede la Iglesia limitarse a lanzar llamadas más o menos equilibradas a la reconciliación y a la paz? ¿Cómo convertir a todos los hombres, indiferentes muchas veces a las situaciones reales de desigualdad y de violencia?

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d) La identidad cristiana y eclesial

Todos estos interrogantes tienen un nombre: identidad

Afecta particularmente esta identidad a la Iglesia católica de Juan Pablo II en dos niveles: el de la teología y el de la institución eclesial. ¿Es siempre la iglesia dueña de la verdad? La libertad religiosa afirmada en el Vaticano II no impide que la Iglesia católica se sienta en la obligación de mantener las verdades que se le han confiado y la tradición inscrita en los dogmas. Frente a las "desviaciones" que se refieren tanto a la fe (por ejemplo, en la resurrección) como a la enseñanza, algunos teólogos y la Congregación romana para la doctrina de la fe exigen una vuelta a las definiciones claras y sin discusión. Otros les oponen el espíritu de "invención" y de apertura al mundo del Concilio. ¿Puede haber unidad de doctrina y pluralidad de teologías?

La petición hecha a los obispos franceses de que corrigieran la catequesis de "Piedras vivas", el silencio impuesto por algún tiempo a Leonardo Boff, atestiguan entre otros hechos la preocupación pontificia por conservar la "pureza del dogma".

Pero ¿quién define este dogma: el teólogo que aplica su inteligencia a la captación de la fe en un tiempo y en una cultura, o el pastor que enseña y guía a la comunidad? En esta profundización, ¿qué papel les corresponde a los bautizados?

Está aquí todo el problema de la autoridad en la Iglesia. O, si se prefiere, el de las relaciones entre los ministerios: el de los sacerdotes y obispos, el de los teólogos, el de los profetas y los laicos. Así, en 1986, al revisar el derecho canónico, el Vaticano distinguía el modo de presencia en el mundo de los sacerdotes y de los fieles, prohibiendo por ejemplo toda función política a los religiosos de Nicaragua. ¿Cuál es además el lugar de las mujeres en la Iglesia? ¿Estarán condenadas -¿y por qué?- a ejercer en ella ciertas funciones sin tener acceso a los ministerios ordenados?

¿Cuáles son igualmente los límites de la autonomía de las Iglesias locales? Por ejemplo, ¿qué autoridad y qué libertades deben tener las conferencias episcopales nacionales? ¿Son realmente responsables del anuncio del evangelio a sus pueblos? ¿Qué vinculación tienen con la Iglesia universal? ¿Cómo se realiza la unidad en la diversidad necesaria de las pastorales? ¿Y puede haber una diversidad de pastorales en una teología uniforme?

Graves y profundas cuestiones. Todas ellas se reducen a ésta, verdaderamente universal: ¿qué es la Iglesia? ¿La reunión de comunidades diversas de cristianos o una institución jerarquizada que gobierna a las Iglesias locales?

Es verdad que estas concepciones no son tan exclusivas. Y no es sólo ahora, cuando la Iglesia ha estado en busca de una comunión entre Iglesias hermanas, a la vez libres y deseosas de estar de acuerdo entre sí en lo esencial. Pero ¿quién y cómo define lo esencial? ¿Sólo en la cumbre, o en un diálogo fraternal entre la base y la cumbre?

Frente a lo que puede dar la impresión de ser fuerzas centrífugas, y también para atestiguar mejor su unidad la Iglesia de Juan Pablo II parece ceder a veces a la tentación de consolidar esta unidad por una "homogeneidad cultural y doctrinal" mediante una recentración muy cercana a la centralización. Como toda institución, ¿no es al mismo tiempo una ayuda necesaria y un obstáculo a la comunidad?


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1. - Samuel, A. Para comprender las religiones en nuestro tiempo. Estella. 1989 [volver]

2. - El enviado de Dios anunciado por los profetas de la Biblia. Para el cristianismo es Jesús, el Cristo (ungido de dios). [volver]

3. - Opinión contraria a la verdad oficial definida por la Iglesia católica. El hereje rechaza esa verdad enseñada, sustituyéndola por su opinión. [volver]

4. - (del griego, "enviado"): los discípulos de Jesús fueron apóstoles cuando él les envío a predicar la "buena nueva". Al principio eran doce; a ellos se añadieron, tras la muerte de Judas, Matías, Bernabé y Pablo. [volver]

5. - Etimológicamente, iglesia = asamblea. [volver]

6. - manual básico que enseña las verdades que creer, los mandamientos que practicar, los sacramentos que recibir. La Iglesia lo fijó en el concilio de Trento. Lutero redactó también un catecismo "menor" y otro "mayor". Hoy son numerosos... y diversos. [volver]

7. - Ave María: Oración a la Virgen que recoge las afirmaciones del concilio de Éfeso sobre la "maternidad divina". [volver]

8. - (En griego, la palabra significa a la vez: crear y decidir): Es la expresión de una verdad que creer, tal como fue formulada por el papa o el concilio. [volver]

9. - Según el antiguo catecismo es "un signo sagrado que produce o acrecienta la gracia divina". Es también el rito que marca la relación espiritual con Cristo y santifica al que lo recibe. Los católicos distinguen siete sacramentos. [volver]

10. - Según el antiguo catecismo es una verdad que sólo podemos comprender por la revelación de Dios. La Trinidad o la Encarnación serían misterios en este sentido. [volver]

11. - (del griego "baño"). Es un rito de purificación por inmersión en el agua. Practicado entre otros, por la secta judía de los esenios, fue recogido por los cristianos. Significa muerte al pecado y renacimiento, pero también entrada en la Iglesia. [volver]

12. - En sentido amplio, comunión es la participación en los dones de la Iglesia (enseñanza, sacramentos) y la aceptación fiel de sus reglas. Se extiende a los santos. Ser excomulgados es ser expulsado de la comunidad. Más particularmente, es el acto de recibir el cuerpo de Cristo bajo la forma sacramental. [volver]

13. - Es el sacramento que, en el catolicismo, da por medio del obispo la facultad de cumplir las funciones sagradas. [volver]

14. - Es el dolor por haber pecado y el deseo de convertirse. En la Iglesia católica es un sacramento por el que el fiel pecador se reconcilia con Dios a través de la Iglesia. [volver]

15. - (De "sagrado") Es el acto por el que una persona o una cosa se hacen sagradas, distintas de las demás, puestas aparte por-para Dios. Se consagra un obispo, una iglesia... En un sentido particular es la acción del sacerdote en la misa por la que se transforma el an y el vino en cuerpo y sangre de Cristo. [volver]

16. - Ministerio: (en latín: servicio), es una carga particular en nombre de Cristo, al servicio de una comunidad. En la Iglesia católica las funciones ministeriales las cumplen los obispos y los sacerdotes. [volver]

17. - Agustín (354-430), cristiano de Numidia, hecho obispo de Hipona. Literariamente es conocido sobre todo por sus Confesiones, y teológicamente por su Ciudad de Dios. Combatió las herejías maniquea, pelagiana y donatista. [volver]

18. - Miembro del sagrado colegio que elige al papa... y nombrado por él. En su origen un cardenal era el titular de una iglesia de Roma. [volver]

19. - Circunscripción administrativa de la iglesia católica al frente de la cual se halla un obispo. [volver]

20. - Obispo (del griego: vigilante), es considerado como el sucesor de los apóstoles; es el pastor supremo de la diócesis; nombrado por el papa, rige la diócesis, ordena a los sacerdotes y diáconos y administra la confirmación. [volver]

21. - División territorial atribuida a un sacerdote o pastor. Las parroquias se agrupan en arciprestazgos. [volver]

22. - Por ejemplo, Alejandro II Borgia (1492-1503); Julio II (1503-1513). [volver]

23. - Asamblea de responsables religiosos. Estas asambleas existen para los ministros protestantes, los popes ortodoxos, los sacerdotes católicos. Desde el Concilio Vaticano II hay un sínodo de obispos consultado por el papa que se reúne de forma periódica. [volver]

24. - Es el ejercicio de una función sagrada. En el cristianismo todos los bautizados participan en de la función sagrada de atestiguar de Jesucristo. Para los católicos, algunos tienen una función (ministerio) particular, gracias al sacramento del orden. [volver]

25. - Cf. Hch 14, 23; 1 Tes 5, 12. Carta de Ignacio de Antioquía en el año 110 donde habla de obispo, presbíteros y diáconos. [volver]

26. - O sea, la de una sola naturaleza en Cristo. En Calcedonia se afiram la doble naturaleza, humana y divina, de Cristo. [volver]

27. - Según las teorías antiguas de la sustancia, ésta es el soporte del ser. Para la doctrina católica, la consagració0n cambia la sustancia del pan y del vino, que se convierten en cuerpo y sangre de Cristo, mientras subsisten las apariencias de pan y de vino. [volver]

28. - Los coptos rompieron con Bizancio en el concilio de Calcedonia (451) por razones de disciplina eclesiástica. La lengua litúrgica deriva del Egipto faraónico. Son en la actualidad unos 13 millones de fieles que dependen del patriarca de Alejandría. [volver]

29. - Los cátaros, o "puros", creían en un dualismo (muy presente en el espíritu de muchos católicos); el rigorismo jansenista ha marcado por mucho tiempo al catolicismo francés. [volver]

30. - Los obispos de las sedes históricas: Constantinopla, Alejandría, Antioquía, Jerusalén y Roma. [volver]

31. - Los discípulos de Valdo, los Valdenses, fueron masacrados en 1545 por orden de Francisco I. Incorporados al protestantismo desde 1532. Sobreviven en los Alpes. [volver]

32. - Erasmo de Rotterdam (1467-1536), enseñó por toda Europa; es el mayor de los humanistas, es decir, de os eruditos que ponían en el centro de su reflexión personal el valor supremo del hombre. [volver]

33. - Movimiento nacido de una revuelta de aldeanos que excluía el bautismo de los niños y deseaba una Iglesia de "puros". [volver]

34. - Melanchton (1497-1570), teólogo amigo de Lutero, deseaba sintetizar las ideas de Lutero, aunque manteniendo la unidad con la Iglesia. [volver]

35. - Viene de la palabra "siglo". Es el fenómeno que encarna los principios religiosos en la vida concreta de la sociedad. Hacer secular lo que era eclesiástico. (Siglo = comercio y trato de los hombres en cuanto toca y mira a la vida civil y política en contraposición a la vida religiosa). [volver]

36. - Juan Calvino nació en 1509 en Nyon, donde su padre Gerardo era secretario del obispo; gozó de beneficios eclesiásticos desde su infancia. Murió el 27 de mayo de 1564. [volver]

37. - Asamblea compuesta de pastores y de ancianos, elegidos de entre los miembros del gobierno. Hoy, consejo encargado de administrar la Iglesia. [volver]

38. - Originariamente , secta presbiteriana de Inglaterra y Escocia, que protestaba contra la libertad de costumbres del s. XVII. Dio cierto espíritu de rigor moral a la América llamada puritana. [volver]

39. - La hermenéutica es la ciencia de la interpretación de los signos en este caso del mensaje de los textos cristianos. [volver]

40. - El que explica de una forma crítica los textos antiguos. [volver]

41. - Confesión de la Rochelle, 1559. [volver]

42. - B. Chenu; F. Coudreau, La fe de los católicos. Sígueme, Salamanca 1986. [volver]

- Absolución: Pedón de los pecados por el sacerdote en el cristianismo católico. [volver]

- Misterio: Según el antiguo catecismo, es una verdad que sólo podemos comprender por la revelación de Dios. La Trinidad, la Encarnación... son considerados misterios. [volver]