LAS DIVERSAS CONFESIONES CRISTIANAS

 

La tradición común hasta el siglo XI

Las causas de la ruptura entre Oriente y Occidente

La ruptura

 

LAS IGLESIAS ORTODOXAS

Características de la tradición ortodoxa

Diferencias doctrinales entre la ortodoxia y el catolicismo

La Iglesia ortodoxa en la actualidad

 

LAS IGLESIAS REFORMADAS

¿Por qué el nombre de protestantes?

Las Iglesias luteranas

Las Iglesias calvinistas.

La Iglesia anglicana

 

EL ECUMENISMO

Carga histórica del concepto "ecuménico"

El nacimiento del ecumenismo

El Consejo Ecuménico de las Iglesias

La Iglesia católica y el ecumenismo

Concilio Vaticano II

 

 

 

 

LAS DIVERSAS CONFESIONES CRISTIANAS[1]

 

Más del 22 por ciento de los seres humanos están bautizados y son, por tanto, al menos oficialmente, cristianos. Para quienes observan el cristianismo desde fuera, todos los cristianos formamos un bloque casi uniforme, pues todos creemos en Jesucristo y nos proclamamos seguidores de su mensaje. Pero,  quienes estamos dentro del cristianismo, observamos diferencias importantes. Las confesiones cristianas se resumen en tres grandes grupos: la Iglesia católica romana, las Iglesias ortodoxas y las Iglesias protestantes. Vamos a presentar aquí brevemente la ortodoxia y el protestantismo. VOLVER

 

 

La tradición común hasta el siglo XI

 

El cristianismo es un mensaje liberador y comunitario. La comunidad de creyentes -Iglesia- se caracteriza esencialmente por unas creencias, una moral y un culto específicos:

- Dios Uno y Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

- Jesús es el Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero Hombre.

- Todos hemos sido liberados del mal por la muerte y resurrección de Jesús.

- Todos los seres humanos somos iguales en dignidad, hijos de Dios y hermanos entre nosotros.

- La suprema ley del cristiano es el amor, que es también el signo esencial de la condición cristiana.

- El Bautismo, la Eucaristía y los otros sacramentos significan y producen la presencia de Dios.

Hasta el siglo XI, el cristianismo, aunque con gran variedad de ritos y costumbres, conservó la unidad de credo y reconoció al obispo de Roma como primado, al menos de honor, de todas las Iglesias. Durante estos once primeros siglos de unidad se estableció el canon de los libros sagrados, se definieron los principales dogmas, se organizó territorialmente la Iglesia y se fijaron las distintas liturgias.

Los mártires, los apologistas, los Santos Padres de los primeros siglos y los siete primeros concilios constituyen el patrimonio común de todas las confesiones cristianas posteriores. VOLVER

 

 

Las causas de la ruptura entre Oriente y Occidente

 

Ya desde el siglo IV surgieron muchas desavenencias entre las Iglesias de Oriente y las de Occidente. La incomprensión fue creciendo y se sucedieron varias rupturas y reconciliaciones hasta que, definitivamente en el siglo XI se consumó la separación. Se alegaban varias causas.

a) La cuestión del Filioque. Las Iglesias de Oriente creían que el Espíritu Santo sólo procede del Padre, mientras que la Iglesia de Occidente introdujo en el Credo la siguiente expresión: «Creo en el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo».

Los orientales entendieron que el añadido «y del Hijo», (en latín Filioque) traicionaba la palabra de Jesús (ver evangelio de San Juan, 15, 26) y lo decidido en el Concilio de Constantinopla del año 381.

 

b) La cuestión del primado. Los obispos de Oriente daban más importancia a la colegialidad que a los patriarcas. En cambio, en Occidente la autoridad del papa fue siempre superior a la de los concilios y sínodos. El primado del obispo de Roma no era aceptado más que como título honorífico por las Iglesias de Oriente, mientras que en Occidente se entendía como verdadera primacía jurisdiccional.

 

c) Causas de tipo litúrgico y disciplinar. La Iglesia de Oriente utilizaba el griego; la Iglesia de Occidente, el latín. La Iglesia de Oriente conservaba muchas variedades litúrgicas; la Iglesia de Occidente unificó la liturgia, con San Gregorio Magno, en el siglo VI. En Oriente se practicaba el Bautismo por inmersión y se empleaba pan con levadura en la Eucaristía, mientras que en Occidente se iba generalizando el Bautismo por ablución y se celebraba la misa con pan ázimo. VOLVER

 

 

La ruptura

 

Las Iglesias orientales consideraban que ellas eran más fieles que la Iglesia de Roma a las enseñanzas de los apóstoles. En el año 867, Focio, patriarca de Bizancio, dirigió al papa una lista de quejas por las innovaciones introducidas en la Iglesia romana y, poco después, decretó la destitución del pontífice. Al cabo de doce años, Bizancio y Roma se reconciliaron, pero en el siglo XI se produjo la ruptura definitiva: el patriarca Miguel Cerulario escribió una encíclica contra los «azimitas» y cerró las Iglesias latinas de Bizancio.

El papa León IX envió al cardenal Humberto, ardiente defensor de la primacía jurisdiccional de Roma. Durante su estancia en Constantinopla falleció el papa, pero Humberto continuó actuando como si él fuera el verdadero pontífice y el 16 de julio de 1054, mientras se cantaban los Maitines en la basílica de Santa Sofía, los legados pontificios, ante el asombro de todos, se acercaron al altar mayor y depositaron sobre él un decreto de excomunión contra el patriarca. Luego salieron apresuradamente del templo, sacudieron sus sandalias y huyeron. La ruptura se había consumado.

Esta excomunión contra las Iglesias de Oriente, que la mayoría de los historiadores considera nula, fue levantada solemnemente por el Concilio Vaticano II. VOLVER

 

 

 

LAS IGLESIAS ORTODOXAS

 

Las Iglesias ortodoxas se extienden por todo el Oriente europeo, desde el Báltico al Mediterráneo, por Oriente Medio, por toda Rusia, Bielorrusia, Ucrania y repúblicas del Cáucaso. En el siglo XX se han constituido comunidades ortodoxas en otras partes del mundo, siendo muy pujante la Iglesia ortodoxa de América. Todas estas Iglesias tienen en común el que se consideran «fieles», «ortodoxas», y el que no reconocen el primado del papa. Muchas de ellas se sobrenombran también «católicas», denominación acuñada a principios del siglo II para referirse a la Iglesia universal. VOLVER

 

 

Características de la tradición ortodoxa

 

A pesar de la diversidad de condiciones históricas, culturales y políticas en que se ha desarrollado la ortodoxia, todas las Iglesias ortodoxas conservan una gran coherencia entre ellas, de forma que puede hablarse con propiedad de la Iglesia ortodoxa como de una unidad. Las principales características comunes a toda la confesión ortodoxa son:

. La fidelidad a los siete primeros concilios. Los ortodoxos piensan que la Iglesia romana ha alterado posteriormente las enseñanzas de los apóstoles. Rechazan, por tanto, los dogmas definidos posteriormente.

. La autocefalia de las principales sedes. Los cinco patriarcados de la antigüedad -Roma, Bizancio, Jerusalén, Antioquía y Alejandría- fueron los faros de la ortodoxia, de los que posteriormente se han desgajado otras sedes. La primacía que ostentaron Roma y Constantinopla es sólo honorífica. Cada Iglesia, cuando es reconocida por las demás como poseedora de suficiente capacidad y madurez, se convierte en autocéfala, es decir, no tiene dependencia jurisdiccional de ninguna otra.

. La importancia del monaquismo. Enlazando con la tradición monástica del Sinaí, el gran reformador de los monasterios fue San Simón Estudita (759-826), que convirtió a su monasterio de Stoudion en el más importante centro religioso de todo Oriente. Desde el año 958 fueron adquiriendo extraordinario auge los monasterios establecidos en el monte Athos. En el siglo XIV se produjo el movimiento hesicasmo (palabra griega que significa «puesto en paz»), que cifra el ideal monástico en conocer a Dios a través de su Hijo mediante una vida sosegada en la que se invoca machaconamente el nombre de Jesús.

. Una teología más contemplativa que especulativa. La tradición ortodoxa es ajena a la especulación racionalista que en Occidente ha representado la teología escolástica. Su teología es, sobre todo, la recepción respetuosa de la Biblia, de los cánones de concilios y sínodos, y de los escritos de los Santos Padres.

. El esplendor de la liturgia. La liturgia ortodoxa -estructurada en los monasterios- es extraordinariamente solemne. Sus larguísimas celebraciones impresionan por el esplendor ceremonial, la belleza de los himnos, el extraordinario vigor de sus símbolos y la finalidad instructiva de sus lecturas. De la liturgia bizantina en concreto se dijo esta expresión, que se ha hecho clásica: «es la manifestación del cielo en la tierra». Asociados a la liturgia en el ámbito de la piedad privada, tienen gran importancia los iconos. VOLVER

 

 

Diferencias doctrinales entre la ortodoxia y el catolicismo

 

No deben confundirse los ortodoxos con los católicos de rito oriental, que obedecieron siempre al papa y comparten todas las creencias de los católicos de rito latino. Hecha esta aclaración, hay que decir que la fe ortodoxa y la fe católica coinciden en todo, excepto en los dogmas definidos con posterioridad al séptimo concilio. Las diferencias más importantes son éstas:

. Los ortodoxos no admiten que el Espíritu Santo procede también del Hijo.

. Niegan que el papa tenga primado de jurisdicción sobre toda la Iglesia.

. No aceptan que el papa sea infalible cuando habla ex cátedra para toda la Iglesia.

El elemento que realmente decidió la separación en el siglo XI fue negar la obediencia al papa. Por ello, algunas veces, a la Iglesia ortodoxa se la llamó «cismática». VOLVER

 

 

La Iglesia ortodoxa en la actualidad

 

Las Iglesias ortodoxas estuvieron en el pasado muy ligadas a los emperadores, zares o reyes. Pero la caída de los imperios no acarreó la destrucción de las Iglesias, sino que en muchos casos fue causa de su revitalización. La Iglesia ortodoxa griega ha mantenido unas relaciones conflictivas con el gobierno por causa de algunas expropiaciones; la Iglesia ortodoxa rusa, a la que el comunismo consideró soporte del zarismo, vivió décadas difíciles desde 1917 hasta 1986, pero ha salido muy reforzada de la crisis.

En la actualidad, la comunidad ortodoxa mundial es muy pujante y está constituida por quince Iglesias autocéfalas, además del Arzobispado autónomo de América. El patriarca de Constantinopla conserva la primacía honorífica. En todas las Iglesias prevalecen las decisiones colegiadas sobre las personales de obispos y patriarcas. El Santo Sínodo es en cada Iglesia, la máxima autoridad, y sus cánones aseguran la fidelidad a la tradición apostólica. VOLVER

 

 

 

LAS IGLESIAS REFORMADAS

 

Llamamos «Iglesias reformadas» a todas las que se desgajaron del catolicismo a raíz de la reforma protestante iniciada por Lutero a principios del siglo XVI. Todas las Iglesias reformadas mantienen diferencias doctrinales, litúrgicas y disciplinares respecto de la Iglesia católica. Existen más de cuatrocientas Iglesias reformadas. VOLVER

 

 

¿Por qué el nombre de protestantes?

 

La mayoría de las Iglesias reformadas se denominan también «protestantes». Este nombre procede de la Dieta de Spira (1529), en la que los luteranos suscribieron una confesión de fe que empezaba así: «Protestamos ante Dios, nuestro único creador, conservador, redentor y salvador [...]».

Esta protesta, que a la vez era una confesión de fe, contenía los dos elementos que suscribirán todas las Iglesias reformadas posteriores: la gracia divina, sin los méritos de las buenas obras, es suficiente para salvarse y la Biblia contiene la integridad de la revelación. (Los principios de la “sola fides, sola Scriptura”)

Las Iglesias protestantes tienden a constituirse en congregaciones vivas en nombre de Jesús. El centro de cada comunidad es la predicación de la Palabra y la vida en el amor fraterno. Cada Iglesia o congregación local se considera representación de toda la Iglesia. VOLVER

 

 

Las Iglesias luteranas

 

Las Iglesias luteranas, extendidas por Alemania, centro y norte de Europa, siguen directamente las enseñanzas de Lutero. Se denominan también «Iglesias de la Confesión de Augsburgo», porque fue en esta ciudad donde, en 1555, se plasmó el contenido de la reforma promovida por Lutero:

 

. La justificación por la fe, sin necesidad de las buenas obras.

 

. La libre interpretación de la Sagrada Escritura. Niega el valor de la tradición a la hora de interpretar el texto sagrado.

 

. La reducción de los sacramentos a dos: el Bautismo y la Eucaristía.

 

El luteranismo negó además la existencia del purgatorio, el valor de las indulgencias y el culto a la Virgen y a los santos. La liturgia luterana es sobria y está basada en la participación de los fieles. Lutero suprimió la jerarquía y predicó el sacerdocio de todos los fieles. VOLVER

 

 

Las Iglesias calvinistas.

 

Las Iglesias calvinistas se originaron en las enseñanzas de Calvino, que, a su vez, aceptó casi todos los puntos de la doctrina luterana e instauró en Ginebra (Suiza) un gobierno teocrático que debía poner por obra las nuevas doctrinas. Lo específico de las Iglesias calvinistas es:

 

. Creen en la predestinación de todos, al cielo o al infierno, desde la eternidad. La salud, riqueza y éxito son, para los calvinistas, signos de predestinación al cielo. La pobreza es signo de reprobación.

 

. Están gobernadas por un consejo de notables.

 

En sus orígenes, el calvinismo fue radicalmente intolerante con cuantos discrepaban de él. Ejemplo de su intolerancia fue la muerte en Ginebra de Miguel Servet. Pero la intolerancia era propia de todas las sociedades de la época; y así entre calvinistas y católicos se libraron crueles guerras de religión durante los siglos XVI y XVII. VOLVER

 

 

La Iglesia anglicana

 

La Reforma entró en Inglaterra en tiempos de Enrique VIII por motivos que nada tuvieron que ver con diferencias doctrinales. Inicialmente, Enrique se había opuesto al luteranismo, por lo que recibió del papa León X el título de “defensor de la fe”. Pero se enamoró de una dama de la corte llamada Ana Bolena y quiso obtener del papa la nulidad de su primer matrimonio con Catalina de Aragón. Al oponerse el papa a sus pretensiones, Enrique VIII comunicó en 1529 a todo el clero inglés que “él se consideraba cabeza de la Iglesia de Inglaterra”. El Parlamento aprobó en 1534 el Acta de Supremacía, que reconocía al monarca como jefe de la Iglesia nacional. El arzobispo de Canterbury, sede antiquísima, se convirtió en el obispo que aseguraba la sucesión apostólica y, como tal, en el primado del anglicanismo.

Entre el anglicanismo y el catolicismo apenas hay diferencias doctrinales. En 1539 el rey aprobó el Estatuto de los seis artículos, que imponía la obligación de aceptar, bajo severísimas penas, la doctrina tradicional católica. En el siglo XVII surgieron grupos puritanos, de influencia calvinista, que pretendían purificar la Iglesia inglesa de los «gérmenes papistas», pero su éxito fue muy limitado. En el siglo XIX se planteó un movimiento de aproximación entre los anglicanos y la Iglesia de Roma, produciéndose algunas notables conversiones al catolicismo, siendo la más famosa la del cardenal Newman.

Al extenderse el Imperio británico por todo el mundo, el anglicanismo se fue también extendiendo, con lo que se fragmentó en diversas Iglesias. La Iglesia de Inglaterra es la única institucionalizada en el poder político, ya que el rey aprueba los nombramientos eclesiásticos, los obispos pertenecen a la Cámara de los lores y los sínodos eclesiásticos tienen carácter de asambleas legislativas. En los otros territorios, el Estatuto de la Iglesia anglicana es muy variado. VOLVER

 

 

 

EL ECUMENISMO

 

Se llama ecumenismo al movimiento hacia la unidad de todos los cristianos. El espíritu ecuménico pretende superar los siglos de incomprensión, desconocimiento y excomuniones mutuas entre las diversas confesiones cristianas. VOLVER

 

 

Carga histórica del concepto "ecuménico"

 

Ecumenismo deriva de ecumene, palabra griega que significa "tierra habitada". En el Nuevo Testamento (Mateo 24, 14) significa "el mundo entero". Para los Santos Padres de los primeros siglos, todo lo que se refería al conjunto de los cristianos era ecuménico, universal. En este sentido los siete primeros concilios fueron ecuménicos.

Después de la separación de 1054, tanto Constantinopla como Roma conservaron

el término: la Iglesia católica siguió llamando ecuménicos a algunos de sus concilios, aquéllos a los que se convoca a todos los obispos católicos; y el patriarca de Constantinopla se siguió denominando patriarca ecuménico. VOLVER

 

 

El nacimiento del ecumenismo

 

En el gran movimiento intelectual que vivió la Iglesia anglicana durante el siglo XIX es donde surgieron los primeros planteamientos del ecumenismo moderno. Luego se fue desarrollando en el seno de otras Iglesias reformadas.

Pero los primeros pasos prácticos fueron dados por los jóvenes y por los misioneros:

. A principios del siglo XX, Soderblom, arzobispo de Uppsala (Suecia), que había sido profesor de Historia de las religiones, y otros grandes intelectuales promovieron Uniones cristianas de estudiantes y, más tarde, la Federación universal de estudiantes cristianos.

. En 1910, la conferencia misionera de Edimburgo planteó una cooperación de todas las confesiones cristianas en las misiones de África y Asia. VOLVER

 

 

El Consejo Ecuménico de las Iglesias

 

Poco antes de la Segunda Guerra Mundial ya estaban muy adelantados los trabajos para crear un órgano común de reflexión y encuentro. Pero la guerra retrasó casi diez años su puesta en marcha. Fue en 1948 cuando se constituyó en Amsterdam, con carácter permanente, el Conseio Ecuménico de las Iglesias. Esta organización no tiene autoridad canónica, pero su autoridad moral crece cada día. En su reunión de Nueva Delhi (1961) se definió a sí mismo con las siguientes palabras:

"El Consejo Ecuménico de las Iglesias es una asociación fraternal de Iglesias que confiesan al Señor Jesucristo como Dios y Salvador según las escrituras y se esfuerzan en responder conjuntamente a su común vocación para la gloria del único Dios, padre, Hijo y Espíritu Santo". VOLVER

 

 

La Iglesia católica y el ecumenismo

 

La Iglesia católica fue muy reticente con el ecumenismo moderno. En tres ocasiones (1864, 1919 y 1948) prohibió toda participación de los católicos al lado de los protestantes en conferencias o congresos ecuménicos.

Sólo algunos católicos ilustres veían con claridad que la unidad de los cristianos era un objetivo esencial: el cardenal Mercier promovió en Malinas algunos encuentros con los anglicanos y el teólogo Yves Cangar escribió varios libros a favor del ecumenismo.

Lo que no estaba prohibido era orar por la unión de los cristianos. Y eso es lo que propuso en 1932 el sacerdote francés Cauturier, fundador de la "Semana universal de oración por la unidad cristiana".

El impulso definitivo al ecumenismo católico lo dio el Concilio Vaticano II. Juan XXIII, en la misma convocatoria (1959), expresaba su deseo de que el concilio fuera una "invitación a la búsqueda de la unidad dirigida a las comunidades separadas" . Fueron invitados observadores de otras Iglesias al concilio, se constituyó el Secretariado de la Unidad y el 21 de diciembre de 1964 se aprobó el Decreto conciliar sobre el ecumenismo.

 

Para Pablo VI, el ecumenismo fue "la empresa más misteriosa e importante de su pontificado". En su visita a Constantinopla en 1979 Juan Pablo II exclamó: "¿Cómo podemos permanecer aún separados?".

 

Uno de los frutos más palpables del ecumenismo ha sido la traducción ecuménica de la Biblia, realizada por expertos de todas las confesiones cristianas.

Juan Pablo II ha impulsado los encuentros de oración y estudio con anglicanos,   protestantes y ortodoxos. Además, en su Encíclica Al aproximarse el tercer milenio ha abierto el ecumenismo al diálogo interreligioso con otras confesiones no cristianas. VOLVER

 

 

Concilio Vaticano II

 

Este sagrado Sínodo desea ardientemente que las iniciativas de los hijos de la Iglesia católica progresen unidas a las de los hermanos separados, sin poner obstáculo alguno a los caminos de la Providencia y sin prejuzgar los impulsos futuros del Espíritu Santo.

Además, declara ser consciente de que este santo propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la una y única Iglesia de Cristo excede las fuerzas y la capacidad humanas. Por ello pone su esperanza en la oración de Cristo por la Iglesia, en el amor al Padre para con nosotros y en el poder del Espíritu Santo. "y la esperanza no quedará defraudada, pues el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por la virtud del Espíritu Santo que se nos ha dado" (Rom 5, 5). VOLVER

Decreto sobre el ecumenismo

 



 


 

[1] Tomado de Mascaró Florit, J. Religión 3 , Santillana, Madrid 1995